El ocaso de las ovejas en Nueva Zelanda: de símbolo nacional a especie en retirada
Con más vacas que lana en mente, el país oceánico abandona su identidad ovina mientras la industria lanera lucha por sobrevivir
La caída de un ícono: ¿Adiós a la era de las ovejas?
Durante más de un siglo, las ovejas fueron sinónimo de Nueva Zelanda. Eran tantas que en 1982 había 22 por cada habitante del país. Las postales mostraban collages de verdes colinas con rebaños blancos paciendo bajo montañas nevadas. Esa imagen bucólica fue durante décadas la carta de presentación del país ante el mundo.
Pero los tiempos han cambiado. Según datos de Stats NZ, la agencia nacional de estadísticas, en 2024 el número de ovejas ha caído a 23,6 millones frente a una población humana de 5,3 millones. Eso equivale a 4,5 ovejas por habitante, una cifra histórica: es la primera vez que el país tiene menos de cinco ovejas por persona desde que se tienen registros.
Una industria golpeada por fibras sintéticas
La causa principal de esta caída no es el apetito global por chuletas de cordero, sino la disonante realidad de los precios de la lana. Desde los años 90, la industria lanera ha perdido terreno frente a materiales sintéticos más baratos como el poliéster o el acrílico, utilizados en todo, desde ropa hasta alfombras.
Toby Williams, portavoz de la organización Federated Farmers, lo resume claramente:
“Si soy completamente honesto, la industria lanera ya está en ese punto de inflexión, si no es que ya lo pasó, de dejar de existir como tal.”
En los años 80, la lana neozelandesa era un producto premium. Hoy, su rendimiento económico apenas cubre los costes de esquilar, según estudios del New Zealand Wool Board. Muchos agricultores han optado entonces por reorientar su producción.
Del pasto a la leche: el auge del lácteo
Frente al decreciente margen de la lana, la industria láctea ha tomado el timón. Compañías como Fonterra, el gigante lácteo cooperativo neozelandés, han impulsado este giro. Hoy, la leche supera en valor a la lana y es la principal exportación agrícola del país.
Según DairyNZ, más de 12.000 fincas están dedicadas a la producción de leche, y Nueva Zelanda es el octavo productor lácteo mundial pese a tener una población menor que la de Madrid. Muchas de estas explotaciones eran antes granjas ovinas.
Forestar para el futuro (y para el carbono)
Otra tendencia emergente es la conversión de campos de pastoreo en plantaciones forestales, en su mayoría de pinos, destinados a absorber carbono y vender créditos de carbono en los mercados globales. Esta práctica forma parte del programa de comercio de emisiones (ETS, por sus siglas en inglés), establecido en 2008 y optimizado en los últimos años.
El ETS permite a propietarios rurales plantar árboles como forma de compensar emisiones, lo que es rentable y sostenible, pero desplaza actividades tradicionales como la ovicultura. De hecho, según cifras del Ministry for Primary Industries, entre 2008 y 2022, más de 150.000 hectáreas fueron convertidas en bosques de carbono.
¿Puede el gobierno salvar la lana?
Consciente del problema, el estado neozelandés anunció en abril de 2024 nuevas medidas para frenar este retroceso:
- Límites legales a la cantidad de terrenos agrícolas convertibles a bosques de carbono.
- Normas de adquisiciones estatales que favorezcan productos de lana nacional (alfombras, aislantes, etc.) en obras públicas.
¿Será suficiente? Para muchos expertos, no. Si bien el incentivo gubernamental puede ralentizar la caída, no revertirá la tendencia sin un repunte en la demanda internacional de lana.
Una tendencia global: Australia también siente el golpe
La “rival” ovina de Nueva Zelanda, Australia, vive una historia paralela. Pese a seguir siendo el principal productor de lana del mundo, el número de ovejas también está en declive, con alrededor de 70 millones (cifra recuperada desde la gran sequía de 2019), frente a 25 millones de personas. Allí la proporción es de tres ovejas por habitante, una cifra que ha bajado desde las más de nueve ovejas por persona en los años 1950.
El motivo no dista mucho: transición a fibras sintéticas, diversificación agrícola y presión ambiental.
Datos curiosos del legado ovino en Nueva Zelanda
- En 1982, había más de 70 millones de ovejas en Nueva Zelanda.
- Nueva Zelanda fue el segundo exportador mundial de lana en el siglo XX, tras Australia.
- El esquilado competitivo es un deporte nacional; en 2007, Rowland Smith esquiló 731 ovejas en 8 horas.
- Las razas ovinas más comunes son Romney, Perendale, Coopworth y Merino.
- La famosa marca de ropa térmica Icebreaker se fundó sobre la lana merino de Nueva Zelanda.
La cultura lanera: más que economía
Más allá de los indicadores macroeconómicos, las ovejas tienen un peso simbólico y cultural incuestionable en Nueva Zelanda. Cada año se celebran festivales como el Golden Shears en Masterton, donde miles acuden a ver el arte de esquilar. Los museos en ciudades como Dunedin o Invercargill exhiben maquinaria antigua de procesamiento de lana, y en muchas escuelas rurales aún se enseña sobre las ovejas como pilar histórico.
Incluso el cine las ha inmortalizado: más allá de las épicas elfícas de “El Señor de los Anillos”, películas como “Black Sheep” (2006), una comedia de terror con ovejas zombis, dan muestra de su convivencia simbólica con el pueblo kiwi.
¿El fin de una era o una nueva transformación?
Mientras que el mundo avanza hacia nuevos materiales y tecnologías, el declive de la población ovina en Nueva Zelanda plantea una pregunta de fondo sobre identidad. ¿Puede un país reinventarse sin perder lo que lo hace único? Tal vez la industria no renazca como antes, pero aún puede evolucionar. Proyectos de biotextiles sostenibles, wool insulation (aislantes laneros) y moda ecológica ofrecen caminos de esperanza.
Como dijo una vez un viejo granjero de Otago:
“Podés quitarme las ovejas, pero no la lana del alma.”