Hezbolá, Israel y el eterno conflicto en el sur del Líbano: ¿Hay salida posible?

Análisis del conflicto persistente entre Israel y Hezbolá tras los últimos bombardeos en Nabatieh, su trasfondo histórico, geopolítica regional y las consecuencias para el futuro del Líbano

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El 8 de mayo de 2025, Israel volvió a dirigir ataques aéreos contra el sur del Líbano, específicamente en la zona de Nabatieh, dejando el saldo de al menos una persona muerta y ocho heridas. Según las Fuerzas de Defensa de Israel, los bombardeos tenían como objetivo infraestrutura clave de Hezbolá, incluyendo arsenales y túneles pertenecientes a una red subterránea. Para el gobierno israelí, estas operaciones buscan impedir que el grupo se rearme, violando el acuerdo de alto al fuego alcanzado en noviembre de 2024.

Una paz nunca concretada

Para contextualizar el conflicto reciente, debemos remontarnos al acuerdo de cese de hostilidades tras la guerra de 2006. Dicho acuerdo estipulaba una retirada completa de Israel del sur del Líbano al norte de la línea del río Litani, y la promesa de que Hezbolá se desarmaría en esa región, dejándola bajo la autoridad del ejército libanés y la misión de la ONU, conocida como Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (FPNUL o UNIFIL).

Sin embargo, casi dos décadas después, las violaciones al acuerdo se han mantenido por ambas partes. Israel todavía controla cinco colinas estratégicas dentro del territorio libanés –según fuentes oficiales citadas por el gobierno de Beirut– mientras que Hezbolá no solo mantiene presencia armada, también continúa construyendo infraestructura militar, incluidos túneles y arsenales.

El gobierno no ha, ni va a escatimar esfuerzos para lograr la retirada total de Israel del territorio libanés”, declaró el primer ministro libanés Nawaf Salam tras reunirse con sobrevivientes del reciente conflicto en la devastada ciudad de Baalbek.

Hezbolá y la narrativa de la resistencia

Hezbolá justifica su permanencia armada en base a dos argumentos históricos y políticos: la ocupación israelí de territorio libanés (particularmente de las colinas de Kfar Shuba) y la necesidad de responder a los ataques recurrentes de Israel, incluyendo bombardeos aéreos en el corazón del sur del Líbano y, varias veces, en zonas de Beirut.

Desde su creación en 1982 como respuesta a la invasión israelí, Hezbolá ha sido considerado tanto un movimiento de resistencia como una organización terrorista –según Estados Unidos, Israel y varios países europeos. Su doble papel como milicia fuertemente armada y partido político legítimamente representado en el Parlamento libanés lo convierte en actor clave del tablero geopolítico de Medio Oriente.

Las víctimas silenciadas: la población civil

Tras los bombardeos del 8 de mayo, las instituciones públicas de Nabatieh y otras localidades del sur cerraron sus puertas por precaución. Las familias retiraron a sus hijos de las escuelas, mujeres se refugiaron en centros comunitarios bajo tierra y los hospitales, ya golpeados por anteriores conflictos, colapsaron ante la oleada de heridos.

Desde la reactivación de tensiones en marzo, al menos 120 civiles han muerto y más de 1.000 han resultado heridos, según cifras de la Organización de Salud Pública del Líbano. Una preocupante porción de estas víctimas son niños y ancianos.

Un alto al fuego de papel

El alto al fuego de noviembre de 2024, mediado por Estados Unidos y respaldado por la ONU, fue recibido en su momento como una posible ventana a la desescalada del conflicto. Sin embargo, según organizaciones independientes como Human Rights Watch, desde la entrada en vigor del acuerdo, Israel ha realizado al menos seis ataques verificados en el sur del Líbano, tres de ellos apuntando a las afueras del suroeste de Beirut.

En marzo de 2025, dos cohetes lanzados desde el sur del Líbano impactaron en el norte de Israel. El gobierno israelí acusó al grupo palestino Hamás, cuya presencia en Líbano es mínima pero simbólicamente relevante en el contexto antiisraelí. Como represalia, la aviación israelí bombardeó posiciones presuntamente vinculadas a Hezbolá, pese a que el grupo negó responsabilidad.

La ONU y su rol limitado

La Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (FPNUL), desplegada desde 1978 y reforzada con el mandato posguerra de 2006, cuenta con más de 10.000 efectivos de más de 40 países. Su objetivo es monitorear el cese de hostilidades, facilitar ayuda humanitaria y apoyar a las fuerzas armadas libanesas.

No obstante, la FPNUL ha sido criticada por su escasa capacidad de acción. “Estamos atrapados entre dos actores que no respetan los acuerdos que firmaron”, declaró un oficial europeo anónimo al diario Lorient-Le Jour. Las misiones de patrullaje de los cascos azules suelen evitar áreas controladas por Hezbolá, por razones de seguridad y para evitar confrontaciones diplomáticas.

¿Qué busca realmente Israel?

En términos estratégicos, Israel considera la eliminación de la infraestructura de Hezbolá como clave para su seguridad. Desde Tel Aviv, preocupa especialmente la capacidad del grupo chiita para lanzar cohetes de largo alcance, como los lanzados en 2006 hacia Haifa y otras ciudades del norte.

Más allá de la autodefensa, también hay presión interna. La opinión pública israelí exige mano dura contra la presencia armada de Hezbolá. Y en un año electoral, todo gesto de fuerza sirve como capital político para el gobierno actual.

La diplomacia atrapada

Estados Unidos, mediador clave del cese al fuego, ha expresado públicamente su preocupación por la escalada. Sin embargo, su respaldo a Israel es inquebrantable en términos militares y diplomáticos. Por otro lado, Francia e Irán —con intereses en el Líbano histórico y contemporáneo— observan con nerviosismo el deterioro político y humanitario.

La Unión Europea ha llamado al desarme de todas las milicias no estatales en Líbano, pero ha omitido criticar explícitamente a Israel por los ataques.

¿Una guerra sin fin?

A 19 años del final de la llamada Segunda Guerra del Líbano, y con un país hundido en una profunda crisis económica y estructural desde 2019, el conflicto entre Israel y Hezbolá mantiene como rehenes a más de 4 millones de libaneses. Mientras actores internacionales sostienen discursos sobre paz y estabilidad, el sur del país alimenta una narrativa de fatalismo, donde la próxima guerra nunca está lejos.

Hezbolá afirma que no entregará las armas hasta recuperar “cada centímetro” del territorio libanés. Israel, por su parte, promete seguir bombardeando mientras “amenazas latentes” persistan a lo largo de su frontera norte.

Y en esa ecuación sin salida, los únicos que realmente pierden, son siempre los mismos: los civiles comunes.

Fuentes

Este artículo fue redactado con información de Associated Press