La purga ideológica de Trump: entre despidos, censura y control institucional

La destitución de Carla Hayden y el ataque a las bibliotecas públicas revelan un intento sistemático de reescribir la narrativa estadounidense

El despido abrupto que desató la tormenta

Carla Hayden, la primera mujer y la primera persona afroamericana en dirigir la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, fue despedida repentinamente por el expresidente Donald Trump. La decisión, comunicada a través de un lacónico correo electrónico del Personal Presidencial, ha causado una fuerte indignación en el ámbito político y cultural del país.

"Carla, en nombre del presidente Donald J. Trump, le informo que su puesto como Bibliotecaria del Congreso ha sido terminado con efecto inmediato. Gracias por su servicio", decía el mensaje. Hayden había sido confirmada por el Senado en 2016 para un período de diez años, lo cual implica una clara ruptura con la tradición y la legalidad en su despido. Las razones, lejos de ser profesionales, parecen ser puramente ideológicas.

Una figura progresista en el centro del huracán

Carla Hayden era considerada una figura vanguardista dentro del sistema bibliotecario estadounidense. Proveniente de la Biblioteca Pública de Baltimore, su gestión se destacó por modernizar el acceso al conocimiento, especialmente entre comunidades rurales o desfavorecidas. Instituyó programas de digitalización, fortaleció el acceso público y se convirtió en una defensora de la igualdad de acceso a la información.

La reacción ante su destitución fue inmediata. Líderes demócratas como Chuck Schumer y Hakeem Jeffries calificaron la acción como “una vergüenza” y “un ataque encubierto contra el conocimiento y la historia estadounidense". Jeffries fue aún más allá: "Es parte del esfuerzo continuado de Trump de prohibir libros y establecer un control autoritario sobre la educación y cultura".

El rol amenazado de las bibliotecas

La Biblioteca del Congreso, bajo el liderazgo de Hayden, se había convertido en un símbolo de inclusión y apertura. La institución no solo guarda más de 170 millones de contenidos —incluyendo manuscritos presidenciales, obras musicales y hasta una flauta histórica que en 2022 tocó la cantante Lizzo—, sino que refleja los ideales sobre libertad intelectual y pluralismo democrático.

Sin embargo, grupos conservadores como la American Accountability Foundation (AAF) acusaron a Hayden de promover libros con contenido “radical” y “anti-Trump”, especialmente aquellos relacionados con la diversidad sexual o racial. Desde su cuenta en X (ex Twitter), escribieron abiertamente: “La actual Bibliotecaria del Congreso, Carla Hayden, es progre, anti-Trump y promueve la transexualización infantil. ¡Hora de sacarla y poner un verdadero patriota!”

La AAF ha sido relacionada con campañas sistemáticas de presión para destituir a funcionarios que no alinean con los valores ultraconservadores del movimiento MAGA (Make America Great Again), algo que resalta la tendencia hacia una purga ideológica en diversas instituciones federales durante la presidencia de Trump.

Judicialización y centralización del poder: el patrón se repite

La remoción de Carla Hayden no fue un hecho aislado. En paralelo, el entonces presidente también forzó la salida del administrador interino de FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias), apenas un día después de que testificara contra una propuesta para desmantelar su agencia. Más alarmante aún, desde enero de ese mismo año, más de media docena de altos mandos militares fueron despedidos, entre ellos el presidente del Estado Mayor Conjunto y las dos únicas mujeres que ostentaban rangos de cuatro estrellas.

Esto se relaciona con un patrón evidente: Donald Trump ha ejercido su poder como una estrategia para eliminar voces críticas. Desde el Departamento de Justicia hasta el Pentágono, pasando por agencias científicas, tribunales y ahora instituciones culturales, el objetivo ha sido claro: alinear cada rincón del gobierno con su visión política y eliminar cualquier resistencia interna.

La respuesta judicial ante los ataques

La respuesta de distinguidos miembros del poder judicial también ha sido categórica. La jueza Sonia Sotomayor, en un discurso ante la American Bar Association, no mencionó a Trump, pero lanzó un fuerte llamado: “Nuestra labor es defender a aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos. Ser campeones de las causas perdidas. Pero hoy, no podemos permitirnos perder las batallas que enfrentamos”.

Igualmente, la jueza Ketanji Brown Jackson denunció los ataques y amenazas contra magistrados, aludiendo a que estos representan “una amenaza directa a la democracia”. Este sentimiento fue respaldado por el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, quien reiteró que el poder judicial debe servir de equilibrio ante los abusos del Congreso o del Ejecutivo.

Estas declaraciones no son solo simbólicas, sino también alarmantes: se está rompiendo la separación de poderes que garantiza el buen funcionamiento institucional de EE.UU.

Reescribiendo la historia: censura literaria y adoctrinamiento cultural

El caso de Carla Hayden nos deja muchas preguntas abiertas: ¿qué pasa cuando un gobierno escoge a dedo qué libros pueden leerse? ¿Cuándo una nacion pierde su memoria histórica en manos del revisionismo ideológico?

La crítica a Hayden por supuestamente apoyar libros “progresistas” es una forma disfrazada de censura institucional. La Biblioteca del Congreso fue fundada en 1800 como una institución independiente de cualquier agenda política. Su misión no es complacer ideologías, sino preservar el conocimiento y el patrimonio intelectual.

Reemplazar a esta figura con alguien sometido ideológicamente convertiría a una de las instituciones más respetadas del país en una herramienta de propaganda. Como bien lo dijo Hayden durante la Semana Nacional de las Bibliotecas: “Las bibliotecas son el gran igualador. Son centros de oportunidades para personas de todos los caminos de la vida”.

Una amenaza latente: ¿estamos ante una autopía autoritaria?

La cultura no es solo entretenimiento o erudición; es un reflejo de las libertades que una sociedad se permite. El intento por relatar solo una versión de la historia o desalentar el pensamiento crítico desde la cuna —en instituciones como las bibliotecas públicas— bien podría ser el principio de sociedades que hemos visto caer bajo regímenes autoritarios a lo largo de la historia.

George Orwell escribió en 1984: “Quien controla el pasado controla el futuro”. Al parecer, Trump, con su versión estadounidense del ministerio de la verdad, desea moldear el pasado nacional a su conveniencia política.

¿Qué sigue para la Biblioteca del Congreso?

Tras la salida de Hayden, el subdirector Robert Newlen ha asumido temporalmente el cargo, pero se desconoce cuál será el rumbo definitivo. El vacío no es solo administrativo, sino moral y estratégico. Las bibliotecas, desde la era de Benjamin Franklin hasta Google Books, han sido bastiones de libertad. Si EE.UU permite la politización de estos espacios, el riesgo no es partidario, es democrático.

Hoy más que nunca es necesario que los ciudadanos, bibliotecarios, académicos y líderes culturales levanten la voz. Porque defender una biblioteca no es defender estanterías ni manuscritos: es defender la verdad, la diversidad del pensamiento y el alma democrática de un país entero.

“El conocimiento es poder”, decía Francis Bacon. Hoy ese poder está siendo arrebatado libro por libro, despido por despido.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press