México frente al sarampión: Vacunas, desinformación y una comunidad encerrada en su propio mundo
El brote más grande en décadas tiene su epicentro en una comunidad menonita de Chihuahua. En medio de la desinformación y la desconfianza, el sistema de salud libra una batalla casa por casa.
Un brote que prende las alarmas
En México, el sarampión ha regresado de una manera alarmante. Después de haber sido declarado eliminado en 1998, hoy el país enfrenta su mayor brote en décadas. Según datos oficiales, hasta la fecha se han registrado 922 casos confirmados y una muerte, principalmente en el estado fronterizo de Chihuahua. Pero tanto funcionarios como trabajadores de la salud coinciden en que este número está subestimado.
El epicentro: Cuauhtémoc y los menonitas
La ciudad de Cuauhtémoc, en el norte de Chihuahua, es el epicentro del brote. Allí se ubica una de las comunidades menonitas más grandes de América Latina, con alrededor de 46,000 miembros distribuidos en 40 kilómetros de caminos rurales entre manzanos y sembradíos de maíz. Aunque esta comunidad representa un importante motor económico local —especialmente en la industria quesera y agrícola—, también destaca por su profundo aislamiento cultural y su desconfianza tradicional hacia las autoridades gubernamentales.
Este contexto ha creado un caldo de cultivo perfecto para la proliferación del sarampión, una enfermedad prevenible por vacunación. De hecho, el primer caso identificado en esta cadena de contagios fue el de un niño menonita de 8 años no vacunado que visitó a sus familiares en Seminole, Texas, un punto caliente del brote estadounidense.
Desconfianza, religión y desinformación
La resistencia de la comunidad menonita a las vacunas no es nueva, pero se ha visto amplificada por la desinformación proveniente de redes sociales y familiares en Estados Unidos y Canadá. Figuras como Robert F. Kennedy Jr., abiertamente en contra de las vacunas, son citadas como referentes por miembros de la comunidad.
Una enfermera local, Sandra Aguirre, realiza visitas puerta a puerta con su equipo de vacunación con una hielera llena de dosis. Aguirre explica que la clave es “mostrar un rostro amigable” y ganarse la confianza lentamente. Sin embargo, muchos se niegan a abrir la puerta.
Una estrategia de salud pública poco convencional
Para contrarrestar la desconfianza, las autoridades han implementado una estrategia de acercamiento:
- Visitas casa por casa.
- Traducción de material informativo al alemán bajo, lengua materna de los menonitas.
- Colaboración directa con líderes comunitarios, como Jacob Dyck Penner, presidente de una de las colonias.
- Inclusión de los menonitas en mesas de salud para establecer acuerdos voluntarios y evitar el rechazo rotundo a la vacunación.
Según Gabriella Villegas, jefa de vacunación en una de las clínicas locales, el 70% de los menonitas no están vacunados. Otros estiman cifras más optimistas, hasta del 50%, pero en ambos casos es un porcentaje muy por debajo del 95% necesario para generar inmunidad colectiva, según la OMS.
El impacto más allá de los menonitas
El sarampión no se ha quedado aislado en las colonias menonitas. Ha comenzado a afectar a poblaciones indígenas e incluso a trabajadores de las empacadoras de queso y agricultores no menonitas de la región.
Gloria Elizabeth Vega, una mujer indígena rarámuri y madre soltera, contrajo sarampión a pesar de estar vacunada. Aunque los casos en personas vacunadas son minoritarios y mucho más leves (estimados en un 10% del total), el impacto en su economía fue devastador. Vega perdió 10 días laborales en la quesería donde trabaja y le descontaron el 40% de su salario semanal. “Es vivir al día”, sentencia.
Una muerte evitable
La única muerte registrada hasta ahora en México fue la de un hombre menonita de 31 años con diabetes e hipertensión. Según autoridades de salud, su fallecimiento pudo haberse evitado con vacunación. Es un recordatorio sombrío del costo humano de la desinformación y la desorganización sanitaria.
¿Vacunarse es una elección personal?
Algunos habitantes de la comunidad menonita consideran la vacunación como una decisión individual. “No me vacuno, así de fácil. Porque ahí entra la libertad de expresión”, comenta Jacob Goertzen. El concepto de inmunidad de rebaño parece ignorado por quienes prefieren tratamientos caseros o incluso infectar a sus hijos de manera intencionada en “fiestas del sarampión”, una práctica altamente riesgosa.
La ironía es que estas acciones, justificadas como protección individual, ponen en peligro a los miembros más vulnerables de la comunidad: ancianos, personas con enfermedades crónicas o aquellos muy pequeños para ser vacunados.
¿Qué dice la ley mexicana?
En México, la vacunación no es obligatoria por ley, aunque las escuelas pueden solicitar los carteles de vacunación como requisito informativo. No pueden, sin embargo, negar la inscripción a los estudiantes.
Ante la gravedad del brote, algunas escuelas de Chihuahua han empezado a exigir registros de vacunación y a incentivar públicamente la inmunización.
Más allá de la vacuna: el problema estructural
La Organización Mundial de la Salud reportó que la tasa de vacunación contra el sarampión en México fue del 76% en 2023, en caída respecto a años anteriores. Esta cifra está muy por debajo del nivel ideal, y forma parte de un patrón regional de debilitamiento de las campañas de vacunación tras la pandemia de COVID-19. Muchos recursos fueron redirigidos y los calendarios de vacunación infantil se atrasaron.
Funcionarios como Alexis Hernández, director de salud de Cuauhtémoc, subrayan el riesgo para todo el país: “Tenemos un flujo masivo de personas en la frontera, y eso lo complica todo”. La propagación del virus hacia Estados Unidos y Canadá es una preocupación real.
Reflexión social: ¿a quién le importa el otro?
Gloria Vega mencionó algo clave: “Dicen, yo estoy bien, pero no piensan en la otra persona a su lado, ni se preguntan si esa persona tiene suficiente para vivir”.
El sarampión, más allá de ser una enfermedad infecciosa, se ha convertido en una metáfora de los valores sociales: ¿prevalece nuestro miedo o nuestro sentido de comunidad? ¿Nuestra decisión individual o la salud pública?
Al final, el reto no es solo médico. Es filosófico, social y ético. México enfrenta no solo un brote de sarampión, sino una epidemia aún más difícil de curar: la de la desconfianza.