Trump, aranceles y la segunda guerra comercial global: ¿hacia dónde vamos?
Un análisis detallado del nuevo acuerdo entre EE. UU. y Reino Unido y las crecientes tensiones arancelarias que podrían reconfigurar el comercio mundial
Un nuevo acuerdo comercial entre viejos aliados
En medio de una avalancha de ajustes impositivos, represalias diplomáticas y creciente incertidumbre económica, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció un acuerdo comercial con el Reino Unido que, a pesar de ser presentado como “histórico”, ha suscitado más preguntas que respuestas. Desde una apertura parcial del mercado británico para productos estadounidenses hasta una controvertida «tarifa universal» del 10% sobre la mayoría de productos importados, el pacto ha reavivado un debate sobre el proteccionismo moderno y sus consecuencias globales.
¿Qué incluye este acuerdo y qué no?
Los detalles del acuerdo divulgado el 8 de mayo de 2025 son limitados, pero se han confirmado algunos puntos clave:
- El acceso del Reino Unido a exportar 100,000 autos al año con una tarifa reducida del 10%, frente al 27.5% actual.
- Eliminación de aranceles estadounidenses sobre el acero británico, previamente gravado con un 25%.
- Exportaciones estadounidenses de hasta 13,000 toneladas de carne de res a Reino Unido sin arancel.
- Eliminación del impuesto británico sobre el etanol estadounidense.
- Un compromiso británico vago de “reducir o eliminar” barreras no arancelarias.
Mientras tanto, EE. UU. mantendrá un arancel del 10% sobre casi todas las importaciones provenientes del Reino Unido, una decisión que ha sido interpretada como una señal de que Trump ve ese porcentaje como el mínimo gravable estándar en futuras negociaciones globales.
La doctrina arancelaria de Trump: una cronología de escalada
El nuevo acuerdo llega en un contexto tenso de política comercial. Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump no ha cesado en su estrategia arancelaria. La cronología de los eventos entre enero y mayo de 2025 retrata el alcance de esta guerra comercial internacional:
- Enero: Trump amenaza aranceles a Colombia, México y Canadá; empieza con un 25% sobre estos dos últimos a inicios de febrero.
- Febrero: Impone un 10% general a todas las importaciones chinas, que luego asciende al 20%. El gigante asiático responde con aranceles del 15% a bienes agrícolas y 10% al crudo estadounidense.
- Marzo: Trump impone un 25% a todas las importaciones de acero y aluminio; la UE y Canadá anuncian represalias multimillonarias en medidas espejo.
- Abril: Lanza tarifas «recíprocas», con impuestos de hasta 34% a países con superávit comercial con EE. UU. A China se le elevan los aranceles a un sorprendente 145%.
- Mayo: Amenaza con sancionar el cine extranjero, mientras que los déficits comerciales alcanzan cifras récord: $140.5 mil millones en marzo.
El retorno del proteccionismo: ¿una nueva política duradera?
Trump ha dejado claro que considera a los aranceles no únicamente como herramienta económica, sino como arma diplomática. En su primer día de mandato, propuso la creación del "External Revenue Service", una versión internacional del IRS centrada en monitorear y controlar importaciones extranjeras. Aunque este organismo aún no existe, el espíritu del proteccionismo ya guía gran parte de su agenda.
La media del arancel nominal en EE. UU. antes del 2017 era del 1.5%. Hoy, con medidas que promedian entre el 10% y el 25%, Estados Unidos ha dado un giro histórico a su política comercial. Esta estrategia recuerda a la era pre-globalización o incluso al arancel Smoot-Hawley de 1930, que contribuyó a la Gran Depresión —aunque sus efectos totales aún se debaten.
Consecuencias globales: reacción en cadena
Las respuestas internacionales han sido igual de contundentes. La UE prepara medidas por 26 mil millones de euros, Canadá responde con $29.8 mil millones canadienses en aranceles a productos estadounidenses. Y aunque algunas de estas acciones han sido pausable durante negociaciones, la incertidumbre domina el ambiente.
China ha sido la más afectada y reaccionaria. A sus contra-aranceles del 125%, añade restricciones a exportaciones de “tierras raras”, críticas para tecnologías como chips y baterías. También ha aumentado el número de empresas estadounidenses bajo control o sanción.
Mención especial: el impacto en América Latina
El caso de Colombia ilustra cómo estas políticas tienen repercusiones más allá del “club de potencias”. En enero, Trump amenazó con aranceles del 25% después de que el gobierno colombiano rechazara recibir aviones con migrantes deportados desde EE. UU. Aunque luego se calmó el conflicto, marca una preocupante tendencia de diplomacia por presión comercial.
Por otro lado, México, buscando evitar un conflicto aún mayor, ha suspendido progresivamente medidas retaliatorias a la espera de negociaciones relacionadas a seguridad fronteriza y narcotráfico, aunque también ha advertido que retomará represalias si no hay acuerdo.
¿Quién paga por la guerra comercial?
Contrario a lo que sugiere el discurso político, las compañías que importan son las que directamente pagan los aranceles, y estos costos usualmente se transfieren al consumidor. Según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso de EE. UU., los aranceles de 2018–2020 costaron cerca de $81 mil millones adicionales a consumidores y empresas estadounidenses.
Hoy, con aranceles aún más extensos y profundos, el efecto directo ya se siente: precios al consumidor al alza, cadenas de suministro alteradas y creciente incertidumbre entre inversionistas. Solo en marzo de 2025, el déficit comercial aumentó un 17%, alcanzando un récord de $140.5 mil millones.
Mercado inmobiliario, otro dañado colateral
Otro impacto derivado de esta inestabilidad económica ha sido la volatilidad en las tasas hipotecarias. Las tasas de 30 años, según Freddie Mac, se mantienen en 6.76%, muy por encima del promedio histórico del 5%. Esto se ha traducido en una reducción palpable en la venta de viviendas ocupadas —una caída mensual del 6% en marzo, la más fuerte desde noviembre de 2022. El pago hipotecario medio mensual alcanzó un récord de $2,868, según Redfin.
Jiayi Xu, economista en Realtor.com, comentó: “En el corto plazo, la estrategia del ‘esperar y ver’ por parte de la Fed, dado el ambiente tarifario, mantendrá las tasas en niveles elevados, salvo resultados imprevistos en las próximas conversaciones entre EE. UU. y China.”
¿Hay salida razonable para esta guerra comercial?
El mayor problema no es solo el costo inmediato de los aranceles, sino el ambiente de incertidumbre crónica. Las empresas —sobre todo las manufactureras e importadoras de partes y materia prima— se ven obligadas a redirigir rápidamente sus cadenas de suministro, con costos que no siempre pueden absorberse a corto plazo. Esto provoca retrasos, cancelaciones de contratos y una pérdida gradual de competitividad frente a mercados más estables.
De acuerdo con el Instituto Peterson de Economía Internacional, si los aranceles actuales se mantuvieran o se expandieran, el PBI global podría reducirse en un 1.5% para el año 2026, lo que equivale a aproximadamente $1.3 billones en producción perdida.
Entre campaña y diplomacia: ¿visión o populismo económico?
No es coincidencia que esta embestida arancelaria se haya intensificado en un año preelectoral en EE. UU. Donde muchos ven una estrategia para proteger empleos y revitalizar industrias locales, otros advierten que las medidas están diseñadas para reforzar una narrativa nacionalista económica, con dudosa efectividad a largo plazo.
La promesa de Trump de más empleos en sectores como el acero o el automóvil ha resultado cuestionable: desde 2018, la producción de acero en EE. UU. ha disminuido un 7.2% según la American Iron and Steel Institute; mientras que los costos operativos en fábricas aumentaron un 9% solo en el primer trimestre de 2025, debido a insumos importados más caros.
¿Qué sigue?
Con un nuevo acuerdo con Reino Unido en el horizonte, pero sin mecanismos claros de implementación ni estabilidad legal, todo parece indicar que las turbulencias comerciales continuarán. Las represalias chinas se intensifican, los aliados europeos mantienen pólvora seca, y América Latina observa con cautela.
El regreso del proteccionismo no es, como algunos piensan, una vuelta a los “buenos viejos tiempos” de la economía industrializada. Es, más bien, una mutación moderna de una política que hoy impacta a un mundo hiperconectado, donde las consecuencias se multiplican, cruzan fronteras e impactan la vida cotidiana de personas que, quizás, ni siquiera saben qué es un arancel.