Un ingeniero, una carta y una injusticia: el caso que expone las grietas del sistema migratorio en EE.UU.

La historia de Alireza Doroudi, un estudiante iraní forzado a auto deportarse, revela cómo la burocracia y los prejuicios pueden arruinar una vida sin previo aviso.

¿Qué llevó a un estudiante brillante a encerrarse y rendirse?

En un mundo que presume de justicia y equidad, la historia de Alireza Doroudi parece más bien una distopía legal. Estudiante de ingeniería mecánica de la Universidad de Alabama, con apenas unos meses para culminar su posgrado, su vida dio un giro que ni las peores pesadillas inmortalizadas en películas de Kafka podrían haber anticipado.

Detenido en marzo de 2025 por agentes de inmigración como parte de la renovada ofensiva migratoria bajo la administración de Donald Trump, Doroudi pasó seis semanas en un centro de detención en Jena, Louisiana, a más de 480 km de distancia del hogar que compartía con su prometida, Sama Ebrahimi Bajgani. La razón: su visa había sido revocada sin justificación formal en junio del 2023.

De revocación silenciosa a detención sin pruebas

Cuando Doroudi solicitó explicaciones al Departamento de Estado tras la revocación de su visa, estas nunca llegaron. Mientras tanto, la vida continuaba, él seguía clases, investigaba en el laboratorio y cultivaba su relación con Sama. Sin embargo, fue arrestado y categorizado como una "amenaza significativa para la seguridad nacional", aunque jamás se presentó prueba concreta alguna que sustentara tal afirmación.

"No causé ningún problema en este país. No entré ilegalmente. Seguí todos los caminos legales", escribió Alireza en una carta desde su celda en abril del 2025. Según su abogado David Rozas, este caso es "una injusticia pura", inédita en sus más de dos décadas de experiencia como defensor de inmigrantes.

El limbo migratorio: un juego agotador

Tanto Rozas como Bajgani cuestionaron la finalidad real detrás del proceso legal interpuesto contra Doroudi. El análisis revela que se trató menos de una cuestión de legalidad migratoria y más de una prueba de resistencia psicológica. "Solo quieren cansarlo para que él mismo se deporte", declaró Bajgani luego de una audiencia que duró una hora pero que implicó 11 horas de viaje.

Doroudi fue enfrentado a dos cargos: el primero, la revocación de la visa, fue retirado bajo el argumento de ser una medida prudencial (es decir, efectiva solo tras salir del país); el segundo, que no estaba en estatus como estudiante, fue impugnado. Sin embargo, la jueza Maithe Gonzalez se rehusó a considerar su liberación bajo fianza, dejando a Doroudi entre la prisión y la auto deportación.

Estancamiento judicial y abandono institucional

Lo más alarmante es que nadie —ni el Departamento de Estado ni los tribunales— ofrecieron claridad. Una portavoz del gobierno se negó a comentar, sumando más sombras a un proceso ya plagado de irregularidades.

La Universidad de Alabama había indicado que Doroudi estaba legalmente autorizado a permanecer, aunque no podría salir y regresar. Esta contradicción entre instituciones agravó la confusión. ¿En qué momento se volvió el joven iraní un "problema" para el sistema?

Un amor que tambalea, un sueño destrozado

Bajgani, también estudiante y pareja de Doroudi, vivió en carne propia el desmoronamiento emocional. "Soy una nerd. Él también. Mira anime. Pasa todo el día en el laboratorio. No había nada mal con él", relató. Ambos construían una vida tranquila en Alabama, con amistades, proyectos y planes de boda. Ahora, todo eso quedó atrás. "Necesito tiempo para llorar lo que dejo, los sueños, amistades y los sueños que teníamos juntos", dijo entre lágrimas.

La lupa sobre el racismo y el sesgo institucional

Este no es un caso aislado. Desde que Trump enfocó su política migratoria en la seguridad nacional —frecuentemente asociando ilegalmente inmigrantes musulmanes con terrorismo—, decenas de estudiantes de países como Irán, Siria y Yemen han sido detenidos o deportados sin antecedentes criminales o pruebas de conducta indebida.

Según el think tank Cato Institute, en 2021 solo 0.002% de todos los estudiantes extranjeros fueron considerados riesgos de seguridad nacional, y en menos de 0.0001% de los casos se llevaron a cabo deportaciones que involucraban pruebas sustanciales. Fuente.

El caso de Doroudi plantea una inquietante verdad: a veces el sistema escoge aleatoriamente, y cuando lo hace, no hay protocolo, evidencia ni racionalidad que salve al afectado. "Me rompe el alma lo que le han hecho a mi cliente y a muchos otros", dijo Rozas. "Es una tragedia judicial."

Una lucha simbólica para la comunidad estudiantil internacional

Lo más desgarrador fue el dilema impuesto: elegir entre una prisión prolongada o rendirse. Doroudi optó por salir voluntariamente. Su abogado insiste que, de haber sido liberado, habría peleado su caso por sí mismo y por todos los estudiantes forzados a vivir en las sombras.

El mensaje es claro: incluso los más brillantes pueden ser víctimas cuando el prejuicio y la burocracia se consolidan. La comunidad académica pierde a un joven talento, pero también se resiente de la inseguridad jurídica de cientos de estudiantes internacionales en EE.UU.

¿Qué debemos aprender de Alireza Doroudi?

  • Que los procesos migratorios deben tener transparencia y criterios objetivos.
  • Que los estudiantes no deben vivir bajo temores constantes de detención arbitraria.
  • Que necesitamos revisar urgentemente cómo se aplican políticas migratorias contra comunidades específicas.

Al final, Doroudi no era un criminal. Era un soñador con bata blanca, un científico en potencia, un enamorado de las estrellas y de la ingeniería. Su partida no cierra un caso, abre una herida más en el ya fracturado sistema de inmigración estadounidense.

Y quizás mañana, cuando otro estudiante entre a ese mismo laboratorio en Alabama, todavía encontrará en el aire la sombra de los sueños interrumpidos de Alireza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press