¿3.5% del PIB en defensa? El nuevo pulso militar dentro de la OTAN
La OTAN se prepara para aumentar su gasto militar en plena tensión global, mientras Trump presiona por un 5% y Europa se plantea si puede sostener semejante apuesta
Una nueva meta de gasto militar: el 3.5% que sacude a la OTAN
El próximo 25 de junio, en una cumbre crucial de la OTAN en La Haya, los 32 países miembros enfrentarán una decisión que puede redefinir el equilibrio geopolítico de Occidente: elevar el gasto en defensa al 3.5% de su PIB para el año 2032. Esta propuesta, impulsada por el actual secretario general de la OTAN, Mark Rutte, marca un fuerte giro respecto al mínimo obligatorio del 2% acordado en 2023.
La iniciativa responde a un contexto descrito por el canciller alemán Friedrich Merz como "una nueva era de amenazas múltiples", donde la invasión rusa a Ucrania, las tensiones en Asia y los ciberataques aumentan el sentimiento de vulnerabilidad en Europa. Pero, ¿es sostenible esta escalada presupuestaria? ¿O es una respuesta impulsiva al miedo colectivo?
Del 2% al 3.5%: ¿Por qué ahora?
Desde hace años, Estados Unidos ha presionado a sus aliados europeos para que aumenten su gasto militar. Donald Trump, aún con influencia en la política internacional, incluso ha demandado un abrumador 5%. Según NATO Monitor, solo 11 países de la OTAN alcanzaron el 2% en 2021. Este número ha crecido tras la guerra en Ucrania, pero el salto al 3.5% representa un cambio sustancial.
El costo estimado para Alemania de cada punto porcentual del PIB es de aproximadamente 45 mil millones de euros. Eso significa que alcanzar el 3.5% le costaría más de 150 mil millones de euros anuales solo en gasto militar. Este incremento no solo pone presión fiscal a los gobiernos, sino que plantea preguntas fundamentales sobre prioridades sociales: ¿Más tanques o más hospitales?
El plan de Rutte y la respuesta europea
Según el primer ministro neerlandés Dick Schoof, Rutte ha dejado claro que espera un compromiso firme del 3.5% en defensa pura, y otro 1.5% en infraestructura vinculada, ciberdefensa y tecnología militar. Este 5% total suena mucho a una concesión implícita a las exigencias de Trump, pero con matices europeos.
“Si nos quedamos en el 2%, no podemos defendernos”, advirtió Rutte en Bruselas. “Necesitamos avanzar hacia umbrales reales de defensa operativa.”
El problema surge cuando muchos países aún luchan por alcanzar siquiera el 2%. España, Italia, Canadá y Bélgica se encuentran por debajo. España estima alcanzar el 2% en 2025, pero no más. La propuesta de Rutte puede reforzar la solidaridad interna de la OTAN… o fracturarla aún más.
¿Por qué tanto gasto ahora?
La respuesta pasa por tres factores comunes entre analistas de defensa en Bruselas y Washington:
- La amenaza rusa: Con la guerra en Ucrania sin un fin claro en el horizonte, Europa teme un conflicto más amplio. Polonia ya invierte más del 3% en defensa y planea subirlo.
- La incertidumbre con Estados Unidos: Si Trump regresa a la Casa Blanca en 2024, podría abandonar la OTAN o condicionar su apoyo a países "gastones". Europa teme quedar sola.
- La guerra moderna: La ciberseguridad, el armamento hipersónico y la inteligencia artificial requieren inversiones masivas fuera del gasto militar tradicional.
El espejismo del 5% de Trump
Donald Trump ha sido explícito: aquellos países que no gasten al menos el 5% del PIB no deberían ser defendidos por Estados Unidos. Esta declaración encendió alarmas. Un estudio del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) revela que el promedio global en defensa es del 2.2%. Solo Arabia Saudita, Rusia e Israel superan el 5% con regularidad.
“Es una cifra sin precedentes históricos para democracias establecidas”, sostuvo Corentin Gascon, analista de seguridad. “Incluso durante la Guerra Fría, ni siquiera el Reino Unido llegó a ese punto de forma sostenible.”
Estados Unidos, que lideró con un 3.68% en 2014, ahora gasta alrededor del 3.19%. Elevar a 5% significaría un gasto anual superior a los 1.3 billones de dólares. Es, sencillamente, poco realista.
Consecuencias internas: ¿más soldados o más cuidados sociales?
En muchos países europeos, como Francia o Italia, la idea de subir el gasto militar implica recortar otras partidas del presupuesto nacional. Esto produce tensiones sociales. Según una encuesta de Eurobarómetro realizada en abril de 2024, el 62% de los europeos apoyan mayor defensa, pero solo el 41% lo prioriza sobre salud o educación.
“Es una paradoja moderna”, indicó Anaïs Montagne, especialista de la Universidad de Ginebra. “Queremos seguridad, pero no estamos listos para elegir entre tanques y doctores.”
La posición de Alemania y la infraestructura 'civil-militar'
El canciller Friedrich Merz destacó que no basta con gastar en armas. Resaltó la importancia de la infraestructura civil: carreteras, puentes, puertos y aeropuertos que puedan usarse en caso de guerra para mover tropas y equipos rápidamente.
“No se trata solo de comprar armamento”, dijo en Bruselas. “Europa necesita ser funcional en emergencias. Para ello, las carreteras son tan importantes como los misiles.”
Esto representa una ampliación conceptual del gasto en defensa que resulta conveniente políticamente. Invertir en proyectos de infraestructura, aunque con fines militares, es algo más vendible a la opinión pública.
¿Quién no cumple con el 2%?
Según los últimos datos de la OTAN en 2024, 22 países cumplirán la meta del 2%. Entre los que no lo hacen están:
- Bélgica – aún bajo el 1.3%.
- España – 1.5%, con proyecciones de llegar a 2% en 2025.
- Italia – 1.7%, con estancamiento presupuestario.
- Portugal, Canadá, Eslovenia – sin planes concretos para llegar al 2%.
Este incumplimiento genera tensión con quienes sí lo hacen. Países como Polonia o Estonia, que ya superaron el 3%, exigen mayor equidad.
Un equilibrio frágil
Incrementar el gasto militar puede reforzar el disuasivo frente a Rusia o China, pero también puede debilitar otras partes de las sociedades europeas. La pregunta clave es: ¿hasta dónde debe llegar la defensa colectiva sin fracturar el contrato social nacional?
La cumbre de junio en La Haya no solo pondrá cifras sobre la mesa. Pondrá a prueba la cohesión de la OTAN, el liderazgo europeo y la supervivencia de un modelo de seguridad colectiva que ha prevalecido desde 1949.
Como dijo Mark Rutte: “O gastamos más juntos ahora, o cada uno gastará mucho más solo mañana.”