¿Nuevo papa, viejas ideas?: Las tensiones del Vaticano con la inclusión LGBTQ+
La elección del Papa Leo XIV revive el debate interno de la Iglesia sobre diversidad sexual, doctrina y modernización
Un pontificado con acento estadounidense
El jueves pasado, el Vaticano escribió otro capítulo en su historia milenaria al nombrar al primer papa estadounidense: el cardenal Robert Francis Prevost, ahora conocido como Papa Leo XIV. Sin embargo, no tardaron en surgir controversias. Poco después de su elección, salieron a la luz comentarios que hizo en 2012 como prior general agustino en Chicago, donde criticó el "estilo de vida homosexual" y la forma en que los medios de comunicación occidentales “normalizan” a las familias formadas por parejas del mismo sexo.
¿Qué implican estos antecedentes para el futuro de la relación entre la Iglesia y las comunidades LGBTQ+? ¿Qué cambia y qué permanece constante bajo el liderazgo de Leo XIV?
Papa Francisco: precursor de una apertura cautelosa
Durante el papado de Francisco, se vivió una apertura inédita hacia las personas LGBTQ+. Si bien la doctrina oficial del Vaticano respecto al matrimonio y las relaciones homosexuales no cambió, sí lo hizo el tono pastoral. “¿Quién soy yo para juzgar?”, preguntó Francisco en 2013 cuando le consultaron sobre sacerdotes homosexuales. A lo largo de su pontificado, mostró con gestos y palabras que la Iglesia debía ser un hogar para todos, sin excluir a nadie.
Incluso autorizó bendiciones a parejas del mismo sexo fuera del contexto del sacramento del matrimonio, lo que causó tensión entre sectores conservadores, especialmente en África y Europa del Este.
Sin embargo, en aspectos doctrinales fundamentales, Francisco nunca rompió con la tradición. El Catecismo de la Iglesia Católica sigue describiendo los actos homosexuales como “intrínsecamente desordenados”.
Leo XIV y sus palabras del pasado
Las declaraciones de Prevost en 2012 fueron contundentes. En una presentación ante el Sínodo Mundial de Obispos, afirmó:
“Los medios de comunicación occidentales generan una simpatía enorme por prácticas contrarias al evangelio, por ejemplo, la homosexualidad, el aborto y la eutanasia.”
Estas palabras fueron acompañadas por imágenes de series de televisión y películas que mostraban a familias con padres del mismo sexo. Aunque en 2023, cuando fue nombrado cardenal, matizó un poco sus posturas, afirmando que el Papa Francisco había insistido en que la Iglesia debía ser más inclusiva, no negó que la doctrina permanezca sin cambios.
“No se ha dicho aún que estemos buscando ese tipo de cambio [doctrinal], pero sí queremos ser más acogedores y decir que todos son bienvenidos en la Iglesia”, aclaró entonces.
Expectativas, preocupaciones y esperanzas
Con su llegada al trono de San Pedro, las reacciones han sido diversas. Desde New Ways Ministry, una organización estadounidense que aboga por los derechos LGBTQ+ dentro del catolicismo, su director Francis DeBernardo expresó:
“Rezamos para que, en los 13 años que han pasado desde sus palabras en Chicago, su corazón y su mente hayan evolucionado en temas LGBTQ+. Adoptaremos una postura de esperar y ver.”
Del otro lado, el sacerdote jesuita James Martin, uno de los principales defensores del diálogo entre la Iglesia y la comunidad LGBTQ+, expresó confianza en Leo XIV:
“Es humilde, confiable y honesto. Siempre me trató con respeto y dignidad.”
GLAAD, una conocida organización LGBTQ+ internacional, también emitió un comunicado tras el nombramiento:
“La Iglesia Católica está ante la posibilidad de una nueva etapa esperanzadora e inclusiva.”
La doctrina oficial y el peso del catecismo
Aunque las palabras de apertura reconfortan, hay una realidad irreversible: la doctrina continúa firme. El Catecismo prohíbe las relaciones homosexuales y establece que los actos homosexuales “no pueden recibir aprobación en ningún caso” (n. 2357). Además, el Vaticano ha reiterado que el matrimonio solo puede ser entre un hombre y una mujer, reafirmado incluso por Francisco en varias oportunidades.
Esto genera una fractura interna en la Iglesia: mientras el liderazgo envía mensajes de apertura pastoral o inclusividad retórica, no hay cambios doctrinales tangibles que amparen dichas disposiciones.
¿Una oportunidad para reconciliar lo pastoral y lo doctrinal?
El nuevo Papa enfrenta la compleja tarea de liderar a una Iglesia mundial fragmentada. Las iglesias locales en Alemania, Bélgica y Australia han impulsado reformas progresistas sobre personas LGBTQ+, mientras otras en Uganda o Polonia afirman que tales movimientos son “heréticos”.
Para Leo XIV, el verdadero desafío empieza ahora: ¿apostará por continuar la línea pastoral de Francisco y eventualmente abrir debate doctrinal? ¿O intentará recentrar la Iglesia hacia un catolicismo más conservador?
Históricamente, los papas han reflejado respuestas simbólicas a preocupaciones de sus tiempos. Juan Pablo II, tras el Concilio Vaticano II, reforzó la ortodoxia doctrinal. Benedicto XVI profundizó la teología y la liturgia. Francisco se enfocó en los márgenes: pobres, inmigrantes y excluidos.
Ahora, en un contexto donde el 71% de los católicos estadounidenses apoya el matrimonio igualitario (Pew Research Center, 2023), y cuando múltiples países occidentales exigen a la Iglesia respuestas concretas sobre inclusión, Leo XIV debe decidir su brújula moral.
El nuevo líder como símbolo y posibilidad
La elección del Papa Leo XIV representa muchas cosas: el primer pontífice estadounidense, un religioso con experiencia en Perú trabajando con comunidades desfavorecidas, y un hombre que parece haber evolucionado con el tiempo.
Sin embargo, su pasado pesa. En religión, las palabras no se olvidan tan fácil y las acciones futuras importan profundamente. Si bien sus primeras frases como Papa mencionaron la necesidad de “tender puentes” y recordar “el amor de Dios para todos”, los ojos del mundo lo observan con cautela.
Como escribe el historiador Alberto Melloni: “Un papa puede ser reformador sin tocar ni una tilde del dogma, y también puede estancarse sin acoger los clamores del pueblo fiel.”
De Leo XIV no se espera imediatamente una encíclica que redefina el matrimonio o la sexualidad, pero sí se espera un gesto, una orientación, una actitud que confirme si la Iglesia seguirá abriéndose o si se replegará en sus seguridades dogmáticas.
¿Un papado entre la tradición y el cambio?
Quizás el caso de Leo XIV sea una muestra clara de las tensiones actuales de la Iglesia: la necesidad de no perder fieles jóvenes alineados con causas de justicia social, y la presión de sectores tradicionales que temen una ruptura con la doctrina eterna.
No es solo un dilema teológico. Es una pregunta existencial. ¿Cómo puede sobrevivir una institución global de más de 1.300 millones de seguidores si se percibe como desconectada de los valores contemporáneos?
El tiempo dirá si Leo XIV será un puente hacia una Iglesia más inclusiva y humana o un muro doctrinal que contenga los movimientos de cambio. De momento, la Iglesia Católica, el mundo LGBTQ+ y la humanidad entera observan en silencio, temerosos y esperanzados, esperando esas primeras homilías, esos gestos sutiles, ese nuevo lenguaje o esa confirmación de lo ya sabido.