Crisis del techo de deuda en EE.UU.: ¿al borde del abismo financiero o una herramienta política?

El enfrentamiento entre el Tesoro y el Congreso estadounidense podría desencadenar consecuencias devastadoras si no se actúa antes de agosto

Una cuenta regresiva económica con repercusiones globales

La economía de Estados Unidos se enfrenta nuevamente a uno de sus temibles espectros fiscales: el temido techo de deuda. Este límite, autoimpuesto por el Congreso, impide al gobierno federal emitir más deuda una vez alcanzado el máximo autorizado, poniendo en peligro su capacidad para pagar sus obligaciones financieras.

El nuevo secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha lanzado una advertencia urgente: el país podría quedarse sin dinero para pagar sus cuentas tan pronto como en agosto si el Congreso no actúa con celeridad. En una carta al presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, Bessent instó a suspender o elevar el límite antes de mediados de julio, advirtiendo que "esperar hasta el último minuto puede tener serias consecuencias para los mercados financieros, las empresas y el gobierno federal".

¿Qué es el techo de deuda y por qué importa?

El techo de deuda (debt ceiling) es un mecanismo que limita el monto total de deuda que el gobierno federal de EE.UU. puede acumular para financiar sus operaciones diarias. Este límite no impide que el gobierno gaste más dinero, sino que restringe su capacidad para pedir prestado dinero para cubrir gastos previamente autorizados por el Congreso.

Históricamente, superar este límite ha sido un trámite con disputas, pero casi siempre resuelto. Desde 1960, el techo de deuda ha sido aumentado, temporalmente extendido o revisado más de 70 veces. Sin embargo, en ciertos momentos ha sido utilizado políticamente como moneda de cambio para negociar cambios legislativos.

De Yellen a Bessent: La advertencia se mantiene

Tras la reinstauración del techo de deuda en enero, la entonces Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, informó que se recurriría a “medidas extraordinarias” para ganar tiempo. Estas medidas incluyeron dejar de realizar pagos al fondo de pensiones y discapacidad de los trabajadores federales, entre otros ajustes contables.

Bessent, su sucesor, ha continuado con estas estrategias y mantiene informado al Congreso del progreso y los límites de estas medidas. En su carta reciente, atribuye la fecha límite de agosto, conocida como “X-date”, a los ingresos recaudados en la temporada de impuestos recientes. El margen se acorta cada día.

El bloqueo político perpetuo

En un entorno político cada vez más polarizado, el techo de deuda se ha convertido en una herramienta de presión para ambos partidos. El expresidente Donald Trump, por ejemplo, exigió que cualquier legislación para evitar un cierre del gobierno incluyera una provisión para elevar el límite, a pesar de que su partido históricamente se ha opuesto a incrementar la deuda.

“Cualquier otra cosa es una traición a nuestro país”, declaró Trump en diciembre. Sin embargo, ese acuerdo no abordó el límite en última instancia.

El riesgo de impago: lo que está en juego

Una falta de acción en el Congreso puede desembocar en un default o suspensión de pagos por parte del gobierno, una situación sin precedentes que rompería la confianza en la economía más fuerte del mundo.

Entre las consecuencias posibles, se encuentran:

  • Impacto directo sobre los mercados financieros y aumento de las tasas de interés.
  • Suspensión de pagos a jubilados, veteranos y empleados federales.
  • Pérdida de confianza de inversores internacionales, debilitando el dólar.
  • Rebaja de la calificación crediticia del país, como ocurrió en 2011 cuando Standard & Poor's quitó a EE.UU. su calificación AAA.

El Centro Bipartidista de Políticas estimó en marzo que el gobierno podría quedarse sin efectivo exactamente a mediados de julio, confirmando la fecha límite señalada por Bessent.

¿Y mientras tanto? Un país en modo “espera”

Mientras Washington debate, las consecuencias ya comienzan a sentirse. Programas federales ven congeladas sus asignaciones presupuestarias, los mercados financieros operan con nerviosismo y las empresas privadas frenan inversiones ante la incertidumbre.

Lo irónico es que, en lugar de apoyar una solución, ambas partes analizan paquetes legislativos, como un plan de recorte de impuestos y seguridad fronteriza, que incluiría cláusulas sobre el techo de deuda. El resultado es un juego político poco transparente y peligroso.

Energia y política: víctimas del mismo caos

En paralelo, el sector energético estadounidense también sufre los vaivenes de esta inestabilidad. La empresa noruega Equinor advirtió que será forzada a cancelar su megaproyecto eólico marino frente a Nueva York si la administración Trump no revierte su decisión de frenar el desarrollo.

El proyecto ‘Empire Wind’, con más de $2.500 millones ya invertidos, fue detenido por el secretario del interior Doug Burgum, al alegar que se necesitaba otra revisión. “Cada día de incertidumbre cuesta hasta $50 millones”, declaró Molly Morris, presidenta de Equinor Renewables Americas.

Este tipo de interferencia política puede provocar una fuga masiva de inversión extranjera. Empresas como RWE de Alemania o TotalEnergies de Francia ya han detenido trabajos debido al clima hostil hacia proyectos renovables, a pesar de la necesidad apremiante de diversificar las fuentes energéticas del país.

¿Se está jugando EE.UU. su liderazgo mundial?

Estados Unidos siempre ha sido considerado el garante de estabilidad financiera global. Su moneda, sus bonos y su economía marcan el paso de los mercados internacionales. Un fallo en cumplir sus compromisos financieros socavaría esa imagen irremediablemente.

La presidencia del dólar como divisa de reserva y medio de intercambio internacional podría ser cuestionada, especialmente en un contexto de pugna económica con China y otros actores que buscan resquebrajar la hegemonía occidental.

“No se trata solo de pagar facturas”, advierte Bessent. “Se trata de la seguridad de América, su liderazgo global y la confianza en nuestras instituciones.”

Negociaciones en la sombra y un reloj en cuenta regresiva

Fuentes internas aseguran que representantes del Tesoro negocian discretamente con líderes del Congreso para incluir una disposición adecuada en el paquete legislativo que sea políticamente aceptable para ambos partidos.

Pero el problema es más profundo: los incentivos para actuar se diluyen en un ambiente político basado en el enfrentamiento, no en la solución. En ese sentido, la advertencia de Bessent no es solo técnica: es un grito para frenar un posible desastre financiero autoinfligido.

Un sistema que se ha vuelto rehén de sus propios mecanismos

Irónicamente, el techo de deuda fue creado en 1917 para facilitar el financiamiento público sin tener que solicitar permiso al Congreso cada vez. Hoy, representa una amenaza cíclica y absurda para la confianza y estabilidad económica de EE.UU.

Los economistas de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) y del Fondo Monetario Internacional coinciden en que el techo debería eliminarse o flexibilizarse. Pero lograr ese consenso parece tan lejano como un acuerdo bipartidista real.

En suma, Estados Unidos no enfrenta una crisis fiscal estructural, sino una crisis de voluntad política. Tiene los recursos. Tiene las herramientas. Pero le falta la decisión.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press