El Papa Leo XIV y la sombra del abuso clerical: ¿reformas o más de lo mismo?
Entre acusaciones de omisión en casos de abuso y promesas vacías, el nuevo pontífice enfrenta una prueba crucial para su papado
El Vaticano ha sido, durante décadas, el epicentro de una crisis de credibilidad moral. Hoy, con la elección del Papa Leo XIV —antes conocido como el cardenal Robert Prevost— muchos esperan un nuevo comienzo. Pero el pasado no se borra con incienso y vestiduras blancas.
Prevost asume el papado con una herencia contradictoria: ha sido reconocido por apoyar a víctimas en ciertos casos, pero también es señalado por su presunta omisión en investigaciones de abusos clericales cuando tenía autoridad en Chicago y Perú.
Una historia que no comienza en Roma
El nuevo Papa nació en Estados Unidos, donde desempeñó un rol clave en la Orden de San Agustín en el Medio Oeste. En los años 2000, cuando la diócesis de Chicago se convertía en campo minado de denuncias por abusos sexuales, Prevost estuvo vinculado indirectamente a uno de los acusados: el sacerdote James Ray.
Ray, sancionado por la Arquidiócesis de Chicago en 1990 debido a denuncias de abuso, fue alojado en un convento agustiniano entre 2000 y 2002. Aunque no pertenecía a la orden, convivía en una institución bajo supervisión agustiniana, mientras mantenía un historial de acusaciones. Un memorándum interno de la propia diócesis señala que Prevost fue informado del caso.
La crítica, liderada por grupos como Bishop Accountability, denuncia que no se informó a las comunidades aledañas de la presencia de Ray. “Al permitirlo, el entonces cardenal Prevost puso en peligro a menores”, acusan en un comunicado.
Perú, un caso más complejo
En su rol posterior como obispo de Chiclayo, Perú, Prevost fue el encargado de recibir e investigar denuncias en 2022 contra dos curas: Eleuterio Vásquez Gonzales y Ricardo Yesquén. Las denunciantes señalaron haber sido abusadas desde 2007, cuando aún eran menores.
La diócesis, bajo la dirección de Prevost, tramitó las denuncias al Vaticano, pero se señala que no se entrevistó a las víctimas directamente, ni se ofreció apoyo psicológico, ni se contactó a las autoridades civiles. Aunque se aplicaron restricciones preliminares a Gonzales, fotografías posteriores lo mostraban aún celebrando misa públicamente.
Yesquén, por su parte, fue retirado alegando edad y problemas de salud. La falta de acciones más contundentes socavó la confianza de las víctimas. Una de ellas declaró: “Nos escucharon cuando era demasiado tarde. No buscamos venganza, sino justicia y prevención”.
El escándalo del Sodalicio: ¿redención?
Un contraste notable fue su respuesta al caso del Sodalitium Christianae Vitae, movimiento católico con sede en Perú que arrastraba un largo historial de abuso sexual, psicológico y financiero. Prevost fue una de las voces dentro del episcopado peruano que respaldó las investigaciones contra su fundador, Luis Fernando Figari.
La organización Ending Clergy Abuse lo reconoce por ello. “Se puso de nuestro lado cuando otros nos ignoraron. Por eso importa su elección”, expresó el periodista y víctima Pedro Salinas.
El movimiento fue oficialmente disuelto en enero de 2025 por el Papa Francisco, lo que marca un precedente sin retorno en América Latina. Muchos ven esa intervención como la prueba de que Prevost puede tener voluntad reformadora. Otros, en cambio, lo interpretan como una excepción bajo presión del contexto.
¿Una nueva era desde la Curia?
En 2023, Prevost fue nombrado prefecto del Dicasterio para los Obispos, el órgano que supervisa la selección y control de los obispos de todo el mundo. Desde ese cargo, pudo haber promovido sanciones o mayor vigilancia a prelados con historiales dudosos. No hay registros de que lo haya hecho.
Además, nunca publicó una lista de presuntos abusadores bajo su ámbito de autoridad, mientras otras diócesis sí lo hicieron —aunque con retraso— desde los escándalos posteriores a 2002, tras las revelaciones del Boston Globe.
Una herida abierta desde Boston
La crisis de abuso sexual en la Iglesia Católica no es un episodio lejano. Desde los años 2000, la publicación de miles de documentos judiciales y eclesiásticos mostró una red sistémica de encubrimiento.
Según un informe del Centro Nacional de Víctimas de Abuso Sexual, entre 1950 y 2018 casi el 7% de los sacerdotes en EE.UU. fue acusado de conducta inapropiada, y los costos legales y compensaciones superan los $3 mil millones de dólares.
La elección de cada nuevo papa, desde entonces, conlleva el peso de un juicio público inevitable: ¿será parte del cambio o parte del silencio?
Promesas contra el silencio
En declaraciones a Vatican News en 2023, Prevost fue claro: "El silencio no es la solución. Debemos ser transparentes, honestos y llevar acompañamiento a las víctimas, de lo contrario, sus heridas no cerrarán".
Pero en palabras de la activista Gemma Hickey: “No queremos discursos, queremos acciones. Este papa se recordará no por la crisis que hereda, sino por cómo actúe frente a ella.”
¿El beneficio de la duda?
Algunos expertos piden dejar los prejuicios y evaluar la gestión del nuevo pontífice según sus actos. Históricamente, otros papas también han cometido errores iniciales, como fue el caso del propio Francisco en Chile, aunque luego rectificó con una investigación y petición de perdón.
Pero organizaciones como BishopAccountability.org son más críticas: “No se le debe dar el beneficio de la duda. Él debe ganarse la confianza de las víctimas y sus familias con hechos concretos.”
La oportunidad que no puede fallar
Leo XIV tiene, quizás, la última oportunidad en décadas de restaurar la credibilidad de una institución dañada. La Iglesia Católica aún representa a más de 1.3 mil millones de fieles en todo el mundo, pero las encuestas de Pew Research Center revelan una fuerte pérdida de confianza, especialmente en Occidente.
El futuro sigue escribiéndose desde el Vaticano, pero también —y sobre todo— desde las aldeas peruanas, los vecindarios de Chicago y las heridas abiertas de miles de sobrevivientes.
El mundo observa.