China y la guerra civil de Myanmar: ¿alianza estratégica o control geopolítico?

El encuentro entre Xi Jinping y el general golpista Min Aung Hlaing revela el rol crucial de Beijing en una región en crisis, marcada por conflictos armados, intereses económicos y rivalidades globales

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Una reunión inesperada, una alianza incómoda

Por primera vez desde el golpe de Estado militar en Myanmar en febrero de 2021, el líder de la junta militar, el General Senior Min Aung Hlaing, se reunió con el presidente de China, Xi Jinping. El encuentro se produjo en Moscú, en el marco de las celebraciones por el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa. La reunión no solo es diplomáticamente simbólica, sino que también refuerza el papel estratégico que Beijing desempeña en el sudeste asiático y, en particular, en el complejo conflicto civil de Myanmar.

China como sostén del régimen militar

Mientras el régimen militar birmano lidia con insurgencias étnicas, movimientos pro-democracia y una devastadora crisis humanitaria provocada por la guerra civil y un terremoto en marzo de 2025, China emerge como un actor determinante. Según medios estatales birmanos, Xi Jinping ofreció ayuda para la reconstrucción post-terremoto y apoyo en los esfuerzos para lograr la paz interna, aunque esto debe leerse con matices.

Beijing es el principal socio comercial de Myanmar y ha invertido miles de millones de dólares en infraestructuras clave, como oleoductos, gasoductos y proyectos mineros. A la vez, junto con Rusia, es uno de los principales proveedores de armas del gobierno militar. Esta cooperación ha generado preocupación internacional, especialmente por el rol de China en una guerra que ha costado más de 30.000 vidas desde 2021, según cifras de organizaciones pro derechos humanos.

Los intereses estratégicos de China: una frontera común

La frontera compartida entre China y Myanmar se extiende por más de 1.400 kilómetros. Esta región montañosa y escasamente desarrollada alberga a diversos grupos étnicos armados y ha sido históricamente una zona de inestabilidad. Desde principios de 2023, Beijing ha intensificado su presión sobre grupos rebeldes en esta área para garantizar que la violencia no amenace sus inversiones ni la estabilidad fronteriza.

Uno de los hechos más relevantes sucedió en octubre de 2023 cuando comenzó una ofensiva de la Alianza de las Tres Hermanas, compuesta por tres grupos rebeldes: el Ejército de Liberación Nacional Ta’ang (TNLA), el Ejército de la Alianza Democrática Nacional de Myanmar (MNDAA) y el Ejército de Arakan. Esta alianza logró capturar ciudades estratégicas, incluidas aquellas cercanas a proyectos chinos.

Beijing como mediador y controlador

En un intento por contener el caos, China ayudó en 2024 a negociar un alto el fuego entre la junta militar y los grupos insurgentes. Sin embargo, este acuerdo fue efímero. Apenas unas semanas después, las hostilidades se reanudaron, obligando a Beijing a intensificar sus medidas, incluyendo bloqueos fronterizos, restricciones al comercio e incluso cortar el suministro eléctrico a regiones controladas por rebeldes.

La presión logró que el MNDAA se retirara de la ciudad de Lashio en abril de 2025, una plaza estratégica que había controlado desde agosto de 2024. Esta retirada, según fuentes del grupo, se dio tras intensas presiones chinas para estabilizar la región desde el punto de vista comercial y geopolítico.

Un terremoto que profundizó la crisis humanitaria

El 28 de marzo de 2025, un terremoto de 7.7 grados en la escala de Richter devastó varias partes del país. Más de 3.700 personas murieron y más de 5.000 resultaron heridas. Este desastre natural agravó aún más una crisis previa que ya había desplazado a más de 3 millones de personas y dejado a unos 20 millones en necesidad de asistencia humanitaria, de acuerdo con la ONU.

Mientras Occidente mantiene sanciones y el aislamiento diplomático contra el régimen birmano, China ha sido uno de los pocos países en proporcionar ayuda significativa para la reconstrucción, aprovechando para reforzar su rol como interlocutor fundamental en el futuro de Myanmar.

Geopolítica asiática: el juego de poder entre potencias

La postura de China en Myanmar no puede analizarse desvinculada de su competencia regional con Estados Unidos y su necesidad de asegurar corredores económicos estratégicos en el sudeste asiático. Las inversiones chinas forman parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative), pilar clave en la ambición de China por liderar la economía global.

Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), Myanmar es uno de los polos clave del corredor Bangladesh-China-India-Myanmar (BCIM), facilitando la llegada de recursos desde el oeste directamente hacia las provincias interiores chinas. Toda interrupción en esta región, como una guerra civil prolongada, impacta directamente el suministro y la seguridad económica de China.

La respuesta de los grupos rebeldes e impacto social

Los grupos rebeldes, especialmente el TNLA, han denunciado públicamente la colaboración entre la junta militar y las autoridades chinas. En una conferencia de prensa en mayo de 2025, voceros del TNLA acusaron a Beijing de bloquear el comercio y dificultar la vida de los civiles bajo su control. También señalaron que continúan los bombardeos aéreos diarios por parte del ejército birmano en zonas civiles.

A pesar de haber declarado un cese al fuego tras el terremoto, la represión militar no ha cesado. Las mismas organizaciones indican que el régimen utiliza drones y aviones chinos para identificar y atacar objetivos considerados “rebeldes”, profundizando la crisis humanitaria.

¿Una zona de protección o una nueva colonización económica?

Muchas voces en Myanmar, tanto en el exilio como dentro del país, ven con recelo el influjo chino. En lugar de actuar como fuerza neutral, Beijing parece estar consolidando un nuevo tipo de dependencia económica y militar. Mientras minimiza su apoyo a la democracia y los derechos humanos, se sabe que protege sus inversiones a toda costa, incluso a través del refuerzo tácito de fuerzas que violan sistemáticamente el derecho internacional.

China no es solo un espectador interesado en la paz en Myanmar, es un protagonista con intereses demasiado profundos”, dijo David Mathieson, experto australiano en Myanmar, para el medio The Diplomat. “Su política exterior es pragmática y prioriza la estabilidad y las inversiones, no los principios”, concluye.

Myanmar como tablero de ajedrez global

El conflicto en Myanmar ya no puede verse como una lucha interna. Se ha convertido en un tablero de ajedrez donde China y, en menor medida, Rusia, avanzan sus peones frente a un Occidente que se ha limitado a sanciones, declaraciones públicas y apoyo humanitario indirecto.

En este panorama, la reciente reunión entre Xi Jinping y Min Aung Hlaing simboliza más que un simple acercamiento diplomático: representa una consolidación de una relación estratégica en la que Beijing apuesta, no tanto por democratizar Myanmar, sino por asegurar un gobierno afín que garantice el control geopolítico de la región.

¿Qué sigue para Myanmar (y para China)?

A medida que Myanmar se convierte en un Estado semi-fracturado, la pregunta clave es si China podrá contener el conflicto dentro de niveles tolerables para sus intereses o si la creciente presión internacional y las dinámicas internas —incluyendo la organización de la resistencia, el papel de la diáspora birmana y las crisis climáticas— comenzarán a desbordar el plan de estabilidad de Beijing.

En este contexto, el rol de China merece escrutinio global. Pues no solo se trata del destino de Myanmar, sino del precedente que puede establecerse en otras regiones del planeta donde un actor económico fuerte respalda estratégicamente a regímenes autoritarios para asegurar beneficios propios, sin responder a los estándares de la legalidad internacional y de los derechos humanos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press