El lado oscuro del deporte: amenazas, presión y el precio de fallar en las Grandes Ligas

El caso de Lance McCullers Jr. y la creciente violencia virtual en contra de los deportistas profesionales

La noche del 10 de mayo de 2025 debería haber sido una jornada más del calendario de la MLB. Sin embargo, para Lance McCullers Jr., fue una pesadilla que no solo se quedó en el campo. El lanzador de los Houston Astros vivió una de las noches más difíciles de su carrera en el montículo, permitiendo siete carreras mientras apenas conseguía un out. Pero lo realmente inquietante ocurrió más allá del diamante: amenazas de muerte hacia él y sus hijas inundaron sus redes sociales.

¿Hasta dónde puede llegar el fanatismo?

Amenazar con encontrar a mis hijos y asesinarlos es algo difícil de digerir”, dijo McCullers a los medios en una desgarradora declaración posterior al partido. Los mensajes que recibió no solo estaban dirigidos a él, sino que incluían intimidaciones gráficas hacia su familia, especialmente sus dos hijas pequeñas. Todo por una mala actuación en un partido de temporada regular.

La reacción inmediata tanto del equipo como de la gerencia fue llevar el caso a la Policía de Houston y al equipo de seguridad de la MLB. En la historia reciente del béisbol, este tipo de amenazas lamentablemente no son algo inédito. “Es muy triste, sobre todo porque McCullers ha dado mucho por esta ciudad”, afirmó el mánager de los Astros, Joe Espada.

La cultura del rendimiento o muerte

Este caso reabre un debate cada vez más urgente: ¿hemos llegado a un punto donde la pasión por el deporte justifica el acoso? En las últimas décadas, la profesionalización del deporte ha ido acompañada de una hiperexposición mediática. Los jugadores de élite están bajo la lupa las 24 horas del día. Cada error, cada gesto, cada palabra fuera de lugar puede detonar una tormenta viral mundial.

Lo que antes se limitaba a silbidos en el estadio ahora se viraliza en segundos. “Cuando fallas, fallas ante millones de ojos. No hay dónde esconderse”, reflexiona McCullers. Y como bien añade, tener que preocuparse por la seguridad de su familia cuando deba salir de la ciudad o llevar a sus hijas a la escuela, es simplemente inhumano.

Del deporte a la violencia digital

Lo que estamos viendo aquí es la transformación de la pasión deportiva en una violencia digital. Las redes sociales, pese a sus múltiples virtudes, se han convertido en espacios donde el odio se vuelca con absoluta impunidad. La psicología ha acuñado el término “desindividuación” para describir este fenómeno: cuando las personas se ocultan tras el anonimato de una cuenta, inhiben su moral y se entregan a los impulsos más oscuros.

Según un informe de Athletes For Hope, un grupo que promueve la salud mental en atletas, el 35% de los deportistas de élite sufren altos niveles de ansiedad, depresión u otros trastornos mentales relacionados al deporte de alto rendimiento. Las amenazas como las que reportó McCullers no hacen más que agravar un problema ya existente.

McCullers: un guerrero de cristal

Lance McCullers Jr., con apenas 31 años, no es un lanzador cualquiera. Desde su debut en 2015, ha sido pieza clave del éxito reciente de los Astros, incluyendo aquella polémica Serie Mundial de 2017. Pero su carrera ha estado marcada por lesiones crónicas, lo que lo ha llevado a someterse a varias cirugías y perderse temporadas enteras.

Después de casi dos años alejado del montículo, cualquier regreso es una batalla física y mental. La presión por rendir y justificar su salario multimillonario es enorme. Fallar no es una opción... hasta que sucede. Y cuando sucede, la reacción de algunos “aficionados” se convierte en una pesadilla que traspasa el terreno de juego.

El precedente de otras figuras acosadas

El caso McCullers es solo el último ejemplo de una tendencia cada vez más común. Recordemos lo que vivió el futbolista español Jordi Alba en 2020 tras varios errores defensivos, o incluso Saka, Sancho y Rashford, quienes fallaron penales con Inglaterra en la Eurocopa y fueron víctimas de acoso racista masivo online.

En las Grandes Ligas también ha habido antecedentes. Josh Hader de los Brewers fue atacado por tuits viejos en pleno Juego de Estrellas. Trevor Bauer, aunque con un caso mucho más complejo y judicializado, también fue blanco de amenazas tras varios escándalos.

El rol de las organizaciones deportivas

Las amenazas reportadas por McCullers no deben verse como un caso aislado, sino como un síntoma del ciclo enfermizo que atraviesa el deporte profesional. Las ligas deben adoptar protocolos más claros y eficaces para identificar, denunciar y castigar estos abusos.

  • Inversión en ciberseguridad para sus atletas.
  • Colaboración con plataformas como X, Instagram y TikTok para eliminar cuentas ofensivas.
  • Líneas de apoyo psicológico internas ante ataques digitales.

Lo dijo también Joe Espada en conferencia: “Se están metiendo con su vida, con la de sus hijos. Eso te destroza”. Y es que esto no se trata de ser fanático, se trata de ser humano.

¿Qué dice la MLB?

Hasta el momento, la MLB ha emitido un comunicado genérico indicando que colabora con las autoridades. Pero es hora de que la liga siga el ejemplo de organizaciones como la NBA, que ha avanzado en protocolos de amenazas digitales, incluso con departamentos internos dedicados al bienestar emocional de los jugadores.

El sindicato de peloteros también debe asumir un papel más activo. Una propuesta viable sería crear bases de datos compartidas entre ligas y plataformas sociales para ubicar reincidentes de amenazas serias, evitando que simplemente creen una nueva cuenta tras ser reportados.

El beisbolista es humano, no un algoritmo

McCullers finalizó sus declaraciones con una frase tan sencilla como profunda: “Solo quiero hacer bien mi trabajo, ser un buen lanzador, y tener paz.” En un mundo dominado por estadísticas, apuestas deportivas y redes sociales que se alimentan del desahogo emocional, es fácil olvidar que detrás del uniforme hay un ser humano.

Ni McCullers ni ningún deportista debería temer por la seguridad de su familia por una mala noche en el trabajo. La línea entre el fanatismo y el fanatismo tóxico ha sido cruzada demasiadas veces en los últimos años. Y si no se establecen límites firmes ahora, la historia solo repetirá una y otra vez este trágico guion.

El deporte está en deuda con sus jugadores. No solo por proteger su integridad en el campo, sino por defender su derecho más básico: vivir sin miedo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press