La marcha quáquera por la justicia: resistencia espiritual contra la represión migratoria en EE.UU.

Una caminata de más de 480 km revive siglos de activismo quáquero y desafía las políticas migratorias del gobierno de Trump

Una marcha de fe y desafío

Desde Nueva York hasta Washington D.C., un grupo de fieles y activistas quáqueros ha emprendido una caminata que trasciende la resistencia política: es una marcha espiritual por la dignidad humana. Recorrer más de 480 kilómetros bajo el sol, la lluvia y el cansancio físico no es una proeza menor, pero los caminantes aseguran que no se trata solo de llegar a un destino físico, sino de afirmar un principio moral arraigado en más de 300 años de historia.

Esta acción se enmarca como respuesta directa a las políticas migratorias del expresidente Donald Trump, muchas de las cuales han sido denunciadas por activistas, juristas y organizaciones religiosas como inhumanas y represivas. La caminata revive el legado de resistencia pacífica y devoción a la justicia que define al movimiento de los Friends, mejor conocidos como quáqueros.

Raíces históricas de una fe activista

El movimiento quáquero, fundado en Inglaterra en el siglo XVII por George Fox, ha sido sinónimo de conciencia moral, meditación interior y acción no violenta. Fox creía en una conexión directa con lo divino —la ‘Luz Interior’—, lo cual implicaba rechazar los rituales y jerarquías eclesiásticas tradicionales. Su postura lo llevó a confrontar a jueces, obispos y aristócratas, y recibió el apodo burlón de “quáquero” por sus expresiones visibles de fervor religioso durante los juicios.

Desde sus orígenes, los quáqueros se han negado a portar armas, han luchado por la abolición de la esclavitud, han defendido el sufragio femenino y liderado campañas contra la guerra desde Vietnam hasta Afganistán. Hoy, esa misma convicción los ha sacado nuevamente a las calles.

Un legado vivo: el Remonstrance de Flushing

Uno de los símbolos que esta marcha busca revivir es el Flushing Remonstrance, un documento de 1657 que denunció la persecución religiosa en lo que hoy es Nueva York. Redactado por habitantes de la entonces colonia holandesa de Nueva Ámsterdam, fue una protesta contra las restricciones a la libertad de culto impuestas por el gobernador Peter Stuyvesant, especialmente hacia los quáqueros.

Este documento histórico es considerado por muchos historiadores como un antecedente fundamental de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Llevar una copia de ese manifiesto a la capital federal hoy tiene un significado profundo: reafirmar que la historia del país está entrelazada con la defensa de la libertad religiosa y la inclusión.

Voces del camino: esperanza e indignación

Jess Hobbs Pifer, organizadora de la marcha con 25 años de edad, resumió el sentimiento de sus compañeros caminantes: “Muchas veces se siente abrumador estar frente a amenazas tan grandes, críticas y en algunos sentidos existenciales. Pero solo me queda poner un pie frente al otro y avanzar hacia algo mejor, más fiel a lo que los quáqueros imaginaron para este país”.

Max Goodman, otro integrante de la protesta, subrayó que muchas acciones del gobierno de Trump no solo eran cuestionables jurídicamente, sino que contradecían el espíritu fundacional del país: “Aunque no siempre rompan las reglas explícitamente, participan de mala fe con los principios de pluralismo, tolerancia y respeto por la dignidad humana que sustentan nuestros documentos fundacionales”.

Una comunidad movilizada por sus principios

La estructura organizativa de los quáqueros se basa en reuniones semanales —denominadas meetings— en casas de oración modestas, donde se practica la adoración en silencio. La espiritualidad quáquera no está regida por dogmas, sino por la experiencia directa con lo divino. Cuando los activistas llegan de camino a Princeton, otros quáqueros los reciben con cálido reconocimiento y reflexiones compartidas en círculo.

Ross Brubeck, de 38 años, recuerda que “la resistencia contra la autoridad cuando esta reprime injustamente está en el ADN del quakerismo”. Portando una bandera estadounidense al revés, símbolo histórico de socorro y protesta, Brubeck asegura que este activismo no es nuevo: “Los quáqueros han tenido un papel central en la oposición a la represión desde los mismos orígenes del país”.

Una lucha que llega a los tribunales

Más allá de la marcha, los quáqueros también han optado por vías legales. A comienzos de este año, un grupo de congregaciones presentó una demanda contra una política federal que permitía a agentes migratorios realizar arrestos en lugares considerados sagrados, como iglesias y casas de culto. Al no estar solos en esta lucha, fueron acompañados luego por baptistas cooperativos, un templo sij y más de dos docenas de organizaciones cristianas y judías.

Un juez federal falló en su contra, pero para los quáqueros esta acción fue más una declaración de principios que una arenga legalista. “El mensaje para Trump”, dice Brubeck, “es que el poder no es suyo para imponerse arbitrariamente”.

La detención del alcalde Baraka y el desafío institucional

En paralelo a esta movilización, el alcalde de Newark, Ras Baraka, fue arrestado durante una protesta contra la apertura de un nuevo centro de detención de inmigrantes. Baraka acompañaba a miembros del Congreso que intentaban inspeccionar el lugar, una acción que fue interpretada por el Departamento de Seguridad Nacional como “forzar la entrada”.

Las imágenes muestran a Baraka siendo arrestado en el área pública del centro, lo que ha provocado fuertes reacciones entre funcionarios estatales, activistas y abogados. La detención, ampliamente criticada, evidencia la creciente tensión entre el gobierno federal y los gobiernos locales y estatales que buscan limitar la expansión del encarcelamiento masivo de migrantes.

Como dijo Baraka al salir de custodia: “No hice nada mal. Estamos aquí para todos los miembros de esta comunidad, sin importar su idioma o país de origen”.

Historia, moral y resistencia

El quakerismo ha sido un pilar silencioso pero firme en las luchas sociales estadounidenses. Desde la abolición de la esclavitud hasta la resistencia a las guerras, pasando por la defensa de los derechos civiles, este credo ha demostrado que es posible practicar una espiritualidad profundamente política sin incurrir en dogmas ideológicos.

Hoy, mientras la nación debate en los tribunales, en las calles y en los comités legislativos sobre los límites éticos del poder, estos caminantes nos recuerdan algo esencial: actuar por la justicia nunca pasó de moda. Puede que no porten pancartas llamativas ni ocupen titulares diarios, pero sus pasos resonarán por generaciones.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press