¿Refugiados blancos desde Sudáfrica? Análisis del programa de reubicación de afrikaners impulsado por Trump
La política migratoria de EE.UU. bajo el gobierno de Trump despierta controversia al priorizar a una minoría blanca sudafricana en su programa de refugiados
Un nuevo giro en la política migratoria de EE.UU.
El 7 de febrero de 2025, la administración de Donald Trump sorprendió al mundo al emitir una orden ejecutiva en la que afirmó que el gobierno sudafricano estaba cometiendo discriminación racial contra la minoría blanca conocida como afrikaners. En respuesta, el gobierno estadounidense creó un programa especial para ofrecerles asilo y reubicación en Estados Unidos. Este movimiento ha sido recibido con perplejidad internacional, tanto por la aparente falta de evidencia suficiente como por el impacto que tendrá en la política migratoria global.
¿Quiénes son los afrikaners?
Los afrikaners son descendientes principalmente de colonizadores holandeses, franceses y alemanes que se asentaron en Sudáfrica a partir del siglo XVII. Hablan afrikáans, una lengua derivada del neerlandés, y durante gran parte del siglo XX, encabezaron el sistema del apartheid, que institucionalizó la segregación racial en el país.
Hoy en día, hay unos 2.7 millones de afrikaners en una población de más de 62 millones de personas en Sudáfrica, donde más del 80% de la población es negra. A pesar de cambios legales —como las leyes de acción afirmativa en favor de grupos históricamente marginados— los afrikaners aún conservan posiciones significativas en los ámbitos empresarial y político. Incluso poseen medios de comunicación, universidades y una infraestructura cultural impresionante.
Primer vuelo de reubicación: ¿un éxodo simbólico?
El 28 de abril de 2025, un grupo de 49 afrikaners —incluyendo familias y niños— abandonó su país natal en un vuelo fletado por Omni Air International, con destino a Washington D.C. vía Dakar. A su llegada a Dulles International Airport fueron recibidos por funcionarios de alto nivel del Departamento de Estado y de Salud y Servicios Humanos (HHS).
La medida ha sido calificada como el inicio de un esfuerzo de “mayor escala”, y el vicesecretario de estado junto a miembros de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados ya tienen instaurado un plan logístico para su integración. Se cubrirán costos de vivienda, alimentos, ropa, transporte e incluso pañales para las familias que lleguen.
¿Persecución racial o ficción política?
La clave de esta polémica reside en si realmente existe una persecución racial hacia los afrikaners. Mientras que la administración Trump sostiene que es “una definición clásica de persecución racial basada en una característica protegida”, el gobierno sudafricano, a través del portavoz Collen Msibi, respondió afirmando que estas acusaciones son falsas y basadas en desinformación.
“Los afrikaners siguen siendo uno de los grupos económicamente más privilegiados en Sudáfrica”, dijeron las autoridades sudafricanas. De hecho, algunos ocupan cargos gubernamentales, forman parte del gabinete y continúan desarrollando actividades económicas con libertad. Además, el afrikáans es uno de los idiomas oficiales del país.
¿Por qué fueron priorizados?
Durante años, solicitudes de asilo de personas procedentes de países en guerra como Siria, Afganistán o Sudán han tardado años en ser procesadas en Estados Unidos. Sin embargo, bajo la nueva medida, las solicitudes de afrikaners fueron aceleradas y priorizadas, mientras programas para otras regiones (África subsahariana, Irak, etc.) fueron suspendidos temporalmente.
Grupos humanitarios acusaron al gobierno de racismo estructural y doble estándar. “¿Por qué se prioriza a una minoría blanca económicamente estable sobre víctimas comprobadas de genocidio, violencia étnica o terrorismo?”, preguntó indignada la organización Refugee Rights International.
Una decisión política con múltiples frentes
Desde el inicio de su gestión, Trump mostró inclinaciones marcadas hacia políticas migratorias restrictivas y selectivas. En este contexto, el caso de los afrikaners ha sido instrumentalizado para atacar al gobierno de Sudáfrica, una nación africana que recientemente denunció a Israel por crímenes de guerra ante la Corte Internacional. Además, Trump canceló la ayuda estadounidense a Sudáfrica con el argumento de su “postura antiamericana”.
Sudáfrica mantiene fuertes vínculos diplomáticos y comerciales con países como Irán, China y Rusia, lo que genera suspicacia en Washington. Trump ha afirmado que el caso de los afrikaners es ejemplo de cómo los países con políticas “hostiles” hacia EE.UU. tratan a sus minorías occidentales.
Reacción local: división interna y confusión
En Sudáfrica, la reacción ante la reubicación de afrikaners ha sido mixta. Parte de la comunidad blanca ve el programa como una oportunidad de empezar nuevas vidas en EE.UU., mientras otros lo consideran una exageración y manipulación política.
“Mi familia vive en paz. No he sentido nunca una amenaza. Esto es teatro político”, dijo Pieter Botha, docente en Ciudad del Cabo. Por su parte, activistas negros critican la intención de Trump de victimizar a una de las comunidades que históricamente lideró la opresión en el país. “Nunca pidieron asilo cuando eran los opresores. Ahora hablan de discriminación porque tenemos más oportunidades”, comentó Thandiwe Maqutu, activista por los derechos humanos.
El debate de los refugiados: ¿quién merece protección?
Desde la creación del United States Refugee Admissions Program (USRAP) durante la Guerra Fría, Estados Unidos ha priorizado a grupos que huyen de regímenes considerados enemigos del país. En este sentido, la gestión de Trump retoma esta lógica y la amplifica bajo un prisma racial: blancos de países con gobiernos no alineados a Washington merecen protección especial.
Pero la Convención de Ginebra de 1951 estipula que la condición de refugiado debe basarse en pruebas claras de persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas. La pregunta que muchos se hacen es si los afrikaners realmente se encuentran bajo este tipo de persecución o si todo forma parte de una estratagema geopolítica.
Trump y la narrativa del “hombre blanco en riesgo”
El caso de los afrikaners encaja en una narrativa recurrente del trumpismo: la del hombre blanco cristiano que estaría perdiendo su cultura en medio de un mundo globalizado. Esta narrativa ha sido explotada no solo en Sudáfrica, sino también en relación con Europa y sectores rurales de EE.UU.
Stephen Miller, asesor clave de Trump en materia migratoria, señaló que esta reubicación representa “la verdadera esencia del programa de refugiados: proteger a personas amenazadas por su raza”. Esta redefinición ha movilizado tanto a grupos conservadores como a supremacistas blancos, quienes muestran apoyo abierto a la medida.
Implicaciones a largo plazo
Este programa sentará precedentes jurídicos y diplomáticos. De continuar, podría abrir la puerta a solicitudes de refugiados por motivos invertidos: donde personas de grupos históricamente privilegiados pidan asilo bajo la premisa de que ahora son objeto de discriminación.
También redefine la base moral de la política migratoria estadounidense, priorizando afinidades ideológicas y raciales por encima del contexto humanitario. Si hasta ahora se protegía a víctimas de violencia extrema y opresión estatal, ¿pasará ahora EE.UU. a proteger a quienes simplemente sienten incomodidad ante cambios sociales?
Una Sudáfrica en observación
Las acusaciones planteadas por Trump y la posterior reubicación de afrikaners colocan la lupa sobre una Sudáfrica todavía marcada por profundas divisiones. Mientras sus leyes promueven reconciliación e igualdad, los impactos del pasado colonial y del apartheid aún generan conflictos sociales y tensiones raciales.
Ahora, con un programa que puede desestabilizar las relaciones bilaterales, Sudáfrica deberá decidir cómo proteger su narrativa de nación diversa y democrática frente a embates internacionales que buscan deslegitimarla.
“La verdadera lucha no es entre blancos y negros, sino entre justicia e injusticia”, dijo alguna vez Steve Biko. En un mundo que parece empeñado en retroceder al tribalismo político, su frase se vuelve más vigente que nunca.