El oro resplandece en tiempos inciertos: fiebre dorada en Los Ángeles y su trasfondo económico

El auge del oro refleja el temor global, las políticas comerciales volátiles y la búsqueda de refugio económico

En el corazón del bullicioso Distrito de Joyería de Los Ángeles, cientos de personas se agolpan cada día en el St. Vincent Jewelry Center, no para comprar relojes caros o anillos de bodas, sino para vender, derretir o invertir en uno de los activos más antiguos y confiables de la civilización: el oro. Mientras los precios del oro establecen máximos históricos, se desata una nueva fiebre dorada que revela mucho más que pasiones por joyas: es un espejo de la ansiedad económica mundial.

El refugio dorado en tiempos de volatilidad

El oro siempre ha sido considerado un refugio seguro en épocas de incertidumbre económica. Esta vez no es diferente. Con los precios del oro superando los $2,400 por onza en abril de 2025, el aumento ha sido impulsado por factores clave como la incertidumbre geopolítica, el temor de una recesión global, la inflación persistente y las políticas comerciales erráticas de gobiernos influyentes, particularmente Estados Unidos.

"Nunca he visto algo así en los 30 años que llevo aquí", comenta Puzant Berberian, propietario de una tienda familiar llamada V&P Jewelry. “La gente está vendiendo lo que guarda en casa: viejas cadenas, anillos, incluso dientes de oro.”

Una mina urbana de oro

Con más de 500 comerciantes independientes, el centro de joyería de St. Vincent es el más grande del país. En sus vitrinas y rotundas cajas fuertes, circulan diariamente cientos de miles de dólares en oro. Pero lo impresionante no es solo la cantidad de metal precioso, sino su transformación: piezas heredadas se convierten en lingotes, cadenas rotas en monedas de inversión. El oro fluye, literalmente, por los hornos y moldes del centro como un río fundido de oportunidad.

En A&M Precious Metals, Alberto Hernández derrite oro día y noche, vertiéndolo en crisoles incandescentes para fundirlo y moldearlo en barras. Sarahi Cervantes, por su parte, escanea las piezas refinadas con rayos X para certificar pureza y peso. Todo este proceso ocurre mientras los inversionistas se alinean para proteger sus ahorros de la inflación y la volatilidad bursátil.

Una historia repetida: inflación y refugios

La historia del oro como salvavidas no es reciente. Cada vez que el mundo ha enfrentado un colapso o crisis financiera, el metal amarillo ha subido como un cohete improvisado hacia la estabilidad. Durante la Gran Recesión de 2008, el precio del oro pasó de $870 a más de $1,850 en solo tres años. En la pandemia de 2020, la tendencia se repitió. Hoy, impulsado nuevamente por la inestabilidad monetaria, los conflictos geopolíticos y las tensiones comerciales con China, el oro ha cobrado un inesperado protagonismo.

Una de las causas inmediatas de esta fiebre dorada es la política de tarifas comerciales anunciada por Donald Trump. En discursos recientes, el expresidente ha propuesto gravar productos extranjeros, lo que podría aumentar los precios de importación y disparar aún más la inflación. La reacción anticipada de los mercados ha sido refugiarse. ¿Y qué activo ha sido el elegido históricamente para ese fin? El oro.

Datos que respaldan la tendencia

  • En abril de 2025, el precio del oro alcanzó un récord de $2,429 por onza, según datos del World Gold Council.
  • Las ventas en tiendas como A&M Precious Metals han aumentado un 150% en comparación con el mismo periodo del año anterior.
  • Muchos propietarios están fundiendo oro viejo para reconvertirlo en lingotes de inversión más fáciles de vender globalmente.

Un flujo bidireccional: compra y venta

Lo interesante del fenómeno es que no solo la gente compra oro; también lo vende. En épocas donde la inflación golpea el bolsillo, los ciudadanos buscan liquidez inmediata. Para muchos, vender una cadena rota o un anillo heredado puede significar pagar un mes de renta o amortiguar una deuda. Otros, sin embargo, acuden al centro a invertir, comprando oro como un capital de emergencia en forma de lingote o moneda.

"El oro no es solo una inversión. Es una seguridad emocional. Saber que lo tengo me da paz", explica Sam Nguyen, otra comerciante del lugar.

Una dimensión geopolítica

En paralelo, el escenario internacional retroalimenta esta fiebre. La guerra entre Rusia y Ucrania, las tensiones crecientes entre China y EE. UU., y la inestabilidad en las regiones del Medio Oriente han llevado a numerosos bancos centrales a aumentar sus reservas de oro. Según Bloomberg, los bancos centrales compraron más de 1,000 toneladas de oro en 2024, una cifra récord que hace eco del comportamiento extremo que atraviesa la economía global.

¿Y qué pasa con otros activos?

Frente al mal desempeño de las criptomonedas en 2024 tras un ciclo de alta volatilidad y hackeos continuos, y el temor generalizado en los mercados bursátiles, el oro se ha posicionado como una opción atractiva para inversionistas conservadores y moderados. Su rendimiento, aunque no explosivo, es constante y, sobre todo, tangible. En otras palabras, se puede tocar, guardar bajo llave o enterrar si es necesario.

Una calle con memoria, historias y calor humano

El St. Vincent Jewelry Center no es un lugar impersonal de compra y venta. Es una pieza viva de la historia de la migración, el comercio y los sueños estadounidenses. Comerciantes de origen armenio, vietnamita, mexicano y coreano comparten espacio, idioma (el oro habla todos) y visión: proteger lo que se tiene y obtener lo que se desea.

"Mi abuelo comenzó esto en los 70 como pulidor de anillos. Ahora yo vendo lingotes a bancos", dice Berberian. "Nunca imaginamos que un día tendríamos que derretir recuerdos para pagar la renta", añade con una mirada cruda.

Fiebre a fuego lento

La fiebre del oro de Los Ángeles no es una estampida caótica como las del siglo XIX. Es silenciosa, sofisticada y altamente tecnológica. Desde pruebas con rayos X hasta sistemas digitales de inversión, compra y custodia, el oro se ha modernizado. Pero su esencia no ha cambiado: es un emblema de seguridad.

Hoy, más que nunca, mientras el mundo arde con dudas económicas, políticas y sociales, el oro brilla como un faro. Y en ese resplandor, el St. Vincent Jewelry Center se convierte en la nueva era del sitio donde convergen la necesidad y la esperanza, la ansiedad y la ambición.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press