El precio dorado del mercurio: minería artesanal en Senegal y sus víctimas invisibles
Miles de mujeres y niños enfrentan una amenaza silenciosa en la región de Kedougou, donde el oro brilla más que la salud
Un oro que envenena
En las profundidades del sureste de Senegal, en la región de Kedougou, el suelo es rico en oro, pero también está teñido por una amenaza invisible: el mercurio. A pesar de ser una sustancia reconocida como neurotóxica por la Organización Mundial de la Salud, este metal pesado sigue siendo la herramienta más común para separar el oro del mineral dentro del sector de la minería artesanal y a pequeña escala.
Sadio Camara, una procesadora de oro de 41 años, lo utiliza a diario sin guantes, sin máscara y en presencia de sus hijos. Mientras revuelve sedimentos bañados en mercurio en un balde de plástico, asegura: "Sé que el mercurio no es bueno, por eso no bebo el agua que lo toca". Pero sus hijos están a su lado, inhalando vapores invisibles y mortales mientras juega a la alquimia con fuego y metal líquido.
El ciclo silencioso de una catástrofe
La exposición prolongada al mercurio puede provocar daños irreversibles en el sistema nervioso, retrasos del desarrollo, pérdida de visión, coordinación y audición e, incluso, defectos congénitos al transmitirse de la madre al feto o a través de la leche materna. El mercurio, una vez liberado en el ambiente, se propaga por el aire, el suelo y los ríos, entrando en la cadena alimentaria y acumulándose en peces y animales.
Según un estudio de 2018 liderado por Duke University, los niveles de mercurio en agua, suelo y sedimentos en aldeas mineras del sureste de Senegal superaban entre 10 y 100 veces los límites establecidos por la OMS y la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU.
Mujeres en la línea de fuego
Camara no está sola. Docenas de mujeres, en busca de oro, se sumergen hasta las rodillas en estanques rojizos, lavando sedimentos y expuestas al mercurio. Con ellas trabajan y juegan sus hijos. El riesgo es diario y constante. La ONG La Lumiere señala que las mujeres están incluso más expuestas que los hombres debido a su participación en múltiples tareas, incluidas las domésticas, dentro del mismo ambiente contaminado.
Modou Goumbala, encargado de monitoreo y evaluación de esta ONG, explica: "El mercurio puede cruzar la placenta, afectando al feto, y también llegar al bebé por la leche materna. Las mujeres están más vulnerables, pero también más desamparadas".
Todo por sobrevivir
Muchos se preguntan por qué arriesgan sus vidas. La respuesta es simple: el oro paga. Mientras que el salario promedio nacional ronda los 200 dólares mensuales, una procesadora como Sadio puede ganar entre 370 y 745 dólares al mes. Esa diferencia puede significar comida, educación o medicamentos para una familia entera.
"La agricultura no alcanza para sobrevivir. La única forma de ganar dinero ahora es mediante el oro", sentencia Camara, justificando una elección que muchos hacen en contextos de pobreza estructural.
La promesa incumplida del Estado
En 2016, Senegal ratificó el Convenio de Minamata sobre el Mercurio, comprometiéndose a reducir su uso. Cuatro años después, anunció el plan de construir 400 unidades de procesamiento sin mercurio. Hasta hoy, solo una existe: un modesto centro en Bantaco, 24 kilómetros de la aldea de Camara, que opera con sistemas de gravedad como mesas vibratorias y canales.
Pero esta unidad, oxidada y abandonada durante una visita reciente, no fue suficiente para cambiar prácticas. "La distancia es un problema. No todos pueden llevar el mineral hasta ahí y regresar. Además, se pierde oro en el proceso", dijo Camara.
Goumbala lo resume así: "Una sola máquina no cubre una comunidad entera. La solución real es tener al menos una en cada aldea, pero el costo y el mantenimiento dificultan esa visión".
Mercurio: fácil, barato y letal
El proceso artesanal con mercurio es barato y eficaz. El metal líquido se mezcla con el mineral triturado, formando una amalgama que luego se calienta al fuego. El mercurio se evapora —liberando gases tóxicos— y queda el oro. Muchos prefieren el método tradicional por practicidad y eficiencia, aunque sea peligroso.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la minería artesanal es la fuente principal de emisiones de mercurio en el mundo, incluso por encima del carbón.
Senegal, se estima, libera entre 12 y 16 toneladas métricas de mercurio al año de forma informal. La mayoría del producto proviene de países vecinos como Guinea, Mali, Burkina Faso y Ghana, o se adquiere en clínicas dentales de Dakar.
Cuerpos como filtros
Las consecuencias no siempre son inmediatas. Según Doudou Dramé, presidente del Observatoire Territoriale du Secteur Extractif, "si el dolor fuera instantáneo como el de una cuchillada, la gente se detendría. Pero toma años en manifestarse. El problema es lento, como el veneno".
Este vacío temporal entre causa y consecuencia impide una toma de conciencia colectiva. Mientras tanto, millones de cuerpos —especialmente los de mujeres y niños— se convierten en filtros vivos del metal más tóxico de la minería moderna.
La resistencia al cambio
Incluso cuando existen alternativas seguras, muchas comunidades se resisten. La tecnología requiere capacitación, mantenimiento y partes que deben importarse. Por otro lado, los mineros asocian el uso del mercurio con una mayor eficiencia y ganancia.
“Podemos instalar tecnología sin mercurio, pero si no educamos y no ofrecemos incentivos, no va a haber cambio”, afirma Goumbala. “La clave es mostrar que el dinero ganado con oro contaminado, terminará gastado tratando enfermedades inducidas por el mercurio”.
Políticas que no alcanzan
Recientemente, el gobierno intentó cerrar minas informales en un radio de 500 metros del río Faleme, que divide a Senegal de Mali. Pero el control es mínimo. Los mineros, muchos de ellos extranjeros, siguen llegando. Las regulaciones tienen poco efecto cuando las necesidades son urgentes y la vigilancia es débil.
La minería ilegal e informal es parte del tejido económico de Kedougou. Cualquier esfuerzo por erradicarla sin ofrecer alternativas sostenibles está condenado al fracaso.
Un problema regional, una responsabilidad global
La tragedia medioambiental y humana de Kedougou no es una anomalía. Ocurre en todo el cinturón del oro de África Occidental. Es una historia repetida donde el brillo del oro encandila más que la salud colectiva.
Mientras los países del Norte celebran réplicas de políticas verdes, en el Sur global comunidades enteras pagan el costo de una economía injusta y extractivista.
Senegal necesita más que promesas. Necesita inversión, educación y una red de protección para quienes hoy sacrifican su salud por sobrevivir en la economía dorada del mercurio.