La cultura bajo fuego: el desmantelamiento de la financiación pública en EE. UU.

El nuevo giro político amenaza décadas de apoyo estatal a las artes, la literatura y los proyectos comunitarios

Un ecosistema cultural en peligro

En Estados Unidos, durante más de medio siglo, la financiación pública ha sido una piedra angular que impulsa el desarrollo cultural, artístico e intelectual del país. Instituciones como el National Endowment for the Arts (NEA) y el National Endowment for the Humanities (NEH) han servido como catalizadores para innumerables escritores, compañías de teatro, museos y publicaciones literarias. Sin embargo, ese modelo está siendo desmantelado. Desde enero de 2025, la administración de Donald Trump ha iniciado un drástico recorte y redireccionamiento de estos fondos, marcando un antes y después en la historia del financiamiento cultural estadounidense.

El valor tangible e intangible de las becas públicas

Poetas como Marie Howe, ganadora del Premio Pulitzer de este año por su libro “New and Selected Poems”, han testimoniado cómo estas ayudas no son meramente económicas sino también simbólicas. “No es solo el dinero. Es el ánimo profundo. Te da valor. Te dice: ‘Sigue, continúa haciéndolo’”, comenta Howe, quien otrora fue beneficiaria de una beca literaria del NEA.

Estas subvenciones permiten a artistas y académicos tomar riesgos creativos y profundizar en sus disciplinas sin estar constantemente sujetos a las presiones del mercado comercial. Además, el respaldo federal funge como señal de calidad y legitimidad, a menudo generando un efecto multiplicador que atrae financiamiento privado y reconocimiento internacional.

Un cambio drástico en la política cultural

Desde su regreso a la presidencia en 2025, Trump ha emprendido una cruzada contra lo que él denomina “agendas woke”, dirigiendo críticas hacia agencias como la NEA, la NEH, la Corporación de Radiodifusión Pública (PBS) y el Instituto de Servicios para Museos y Bibliotecas (IMLS). La administración ha retirado personal, cancelado subvenciones y transformado la misión de estas entidades.

En su lugar, se ha anunciado una iniciativa multimillonaria para apoyar estatuas del llamado “Jardín Nacional de los Héroes Americanos”, en el que figuran desde George Washington hasta Shirley Temple. La nueva directriz indica que “todos los premios futuros serán adjudicados en función del mérito y a proyectos que no promuevan ideologías extremas basadas en raza o género”.

Las consecuencias inmediatas

Decenas de proyectos a lo largo del país han sido recortados repentinamente. Entre ellos figuran publicaciones como Electric Literature, McSweeney’s y n+1, que recibieron avisos informando que sus becas serían rescindidas. El Museo y Biblioteca Rosenbach de Filadelfia tuvo que cancelar la creación de un catálogo digital al perder una subvención de casi $250,000 del IMLS. La Asociación para Jóvenes Tartamudos enfrenta ahora un déficit de $35,000 dólares, afectando los costos reducidos de su campamento de música.

“Planeamos nuestra programación y tomamos decisiones contando con esos fondos,” explica Russell Krumnow, director de la asociación. Casos como este muestran la fragilidad que enfrentan organizaciones cuando la financiación gubernamental deja de ser consistente.

Un legado en juego

Las organizaciones ahora enfrentan una situación crítica. Desde la mitad del siglo XX, el concepto de apoyo federal a las artes formaba parte integral del “Gran Sociedad” (Great Society) de Lyndon B. Johnson, cuando se crearon el NEA, la NEH y la CPB. Incluso durante administraciones conservadoras, estos programas recibieron respaldo, aun cuando se cuestionasen ciertas decisiones sobre qué se financiaba.

En los años 80, por ejemplo, el fotógrafo Robert Mapplethorpe y su obra controversial provocaron un debate nacional sobre los límites de la financiación pública. A pesar de eso, el sistema se mantuvo debido, en parte, a los beneficios económicos e institucionales generados por estas becas. Según Americans for the Arts, por cada dólar invertido en arte comunitario se generan $7 en desarrollo económico.

Historias de impacto: del escenario al aula

El testimonio de figuras como Jane Alexander, actriz y ex directora del NEA, ilustra la importancia de esta infraestructura. En 1967, la subvención del NEA permitió que el Arena Stage produjera la obra “The Great White Hope”, protagonizada por Alexander y James Earl Jones. Más tarde, la obra ganaría el Premio Pulitzer y un Tony. Alexander recuerda cómo esa inversión ayudó a construir una compañía de repertorio con formación artística integral para actores.

“Teníamos clases de voz, de esgrima… era como el Teatro Nacional de Gran Bretaña,” recuerda. Pero su entusiasmo chocó con la realidad: “Las prioridades de la Fundación Rockefeller cambiaron, y todo se vino abajo”.

El rol de los donantes privados

Ante el retiro abrupto del apoyo estatal, instituciones buscan desesperadamente apoyo privado. La Fundación Mellon ha creado un fondo de emergencia de $15 millones para consejos estatales en humanidades. En Oregon, el Portland Playhouse perdió una subvención de $25,000 del NEA justo antes del estreno de la obra de August Wilson “Joe Turner’s Come and Gone”. Donadores privados intervinieron, pero su director artístico Brian Weaver advierte: “Las donaciones no pueden solucionar todo. La fatiga del donante es real”.

La paradoja del mérito y la censura ideológica

La nueva narrativa gubernamental rechaza explícitamente proyectos que aborden temas de raza, género o inclusión, exigiendo contenidos que reflejen los “valores fundacionales” de Estados Unidos. Este enfoque plantea muchas preguntas sobre la libertad artística y la pluralidad narrativa.

Ron Chernow, reconocido biógrafo de figuras como Alexander Hamilton y recientemente de Mark Twain, ejemplifica la riqueza que se genera cuando la literatura se apoya sin filtros ideológicos. Su reciente biografía de Twain —de más de 1,000 páginas— no evita las partes oscuras del escritor: su silencio sobre el linchamiento, su obsesión con adolescentes en sus últimos años, o su relación contradictoria con el dinero y la fama.

Al explorar estas complejidades, Chernow demuestra cómo el arte puede y debe ser honesto. Poner condiciones ideológicas a las subvenciones limitaría este tipo de aportes.

¿Qué está en juego realmente?

Con más de 60 años de historia, el NEA y el NEH se han convertido en pilares de una cultura democrática diversa. El impacto de sus fondos no se limita a los grandes teatros y museos: influye en bibliotecas rurales, festivales comunitarios, coros escolares y revistas independientes que enriquecen el tejido cultural americano.

Eliminar o alterar radicalmente el propósito de estas entidades no sólo resta oportunidades a futuros artistas, sino que empobrece la capacidad del país para contar su propia historia en toda su diversidad. Como dijo una vez la actriz y activista Zelda Fichandler: “Una marea alta eleva todos los barcos”. Pero si el nivel del agua sigue bajando, muchos de esos barcos podrían quedar varados para siempre.

Enlace sugerido: National Endowment for the Arts

Este artículo fue redactado con información de Associated Press