El fin de la lucha armada del PKK: ¿hacia una nueva era de paz en Turquía?
El grupo kurdo anuncia su disolución tras décadas de conflicto, mientras Ankara navega entre escepticismo, esperanza y estrategia política
Una decisión histórica: El PKK anuncia su disolución
En un giro histórico que podría redefinir la política interna y regional de Oriente Medio, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ha anunciado su disolución formal y el fin de la lucha armada contra el Estado turco. Este movimiento marca el posible cierre de uno de los conflictos más largos y sangrientos de la región, una insurgencia activa desde la década de 1980.
El anuncio, realizado a principios de esta semana, da seguimiento a un llamado previo de su líder encarcelado, Abdullah Öcalan, quien había instado al grupo a dejar las armas y buscar una solución política a la causa kurda. "Es hora de negociar, no de disparar", expresó Öcalan desde su celda, en una declaración que muchos calificaron como el punto de inflexión en un conflicto que ha dejado más de 40.000 muertos en más de cuatro décadas, según datos del International Crisis Group.
Contexto del conflicto: Autonomía vs. independencia
Originalmente fundado en 1978 con el objetivo de crear un Estado kurdo independiente en el sureste de Turquía, el PKK ha evolucionado hacia demandas de mayor autonomía regional y derechos culturales y políticos dentro del marco del Estado turco.
La lucha del PKK no solo se limitó a territorio turco; se extendió también a Siria e Irak, especialmente tras el surgimiento del conflicto sirio en 2011. Allí, grupos asociados al PKK como las Unidades de Protección Popular (YPG) jugaron un rol clave en la lucha contra el Estado Islámico, obteniendo respaldo de Estados Unidos. Esta relación complicó aún más las tense relaciones entre Turquía y Occidente.
“Turquía sin terrorismo”: la estrategia del gobierno de Erdogan
El gobierno de Recep Tayyip Erdogan ha presentado el proceso actual como parte de su iniciativa “Turquía sin terrorismo”, lanzada en octubre del año pasado. Aunque aún no se conocen detalles oficiales, medios turcos como Hürriyet señalan que el proceso de desarme durará entre tres y cuatro meses, con entrega de armas en zonas fronterizas del norte de Irak.
Además, reportes indican que algunos líderes del PKK podrían ser reubicados en terceros países, mientras que combatientes de menor rango sin antecedentes judiciales podrían retornar a Turquía bajo nuevos marcos legales. Según funcionarios no identificados, se espera la supervisión del proceso por parte del Gobierno Regional del Kurdistán en Irak, así como de actores internacionales entre los que se mencionan la Unión Europea, Estados Unidos e Irak.
Las dudas que persisten: ¿Puede funcionar esta vez?
Si bien esta iniciativa ha sido recibida con optimismo, el escepticismo no desaparece fácilmente. Las dos últimas intentonas importantes de paz —en 2009 y 2013— fracasaron rotundamente, terminando con un resurgimiento de la violencia en 2015. En palabras del portavoz presidencial Fahrettin Altun: “Estamos vigilando de cerca cualquier intento de sabotear el proceso y no permitiremos que nadie ponga a prueba la determinación de nuestro Estado”.
Una crítica frecuente ha sido la falta de transparencia y la centralización del proceso. Además, ciertos segmentos de la población, tanto kurdos como turcos nacionalistas, desconfían del gobierno y del PKK en igual medida. Un sondeo realizado en 2022 por el centro Metropoll reveló que solo el 27% de los encuestados turcos creían posible una paz duradera con el PKK.
Implicaciones políticas: ¿una jugada de Erdogan para el 2028?
Algunos analistas ven en esta reconciliación una jugada estratégica de Erdogan para ganar apoyo kurdo hacia la redacción de una nueva Constitución que le permita permanecer en el poder más allá de 2028. Actualmente, el presidente no puede reelegirse en base al marco constitucional vigente.
Con una población kurda que representa entre el 15 y el 20% de los 85 millones de ciudadanos turcos, su voto es decisivo. En las últimas elecciones generales, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), vinculado ideológicamente a sectores kurdos, obtuvo cerca del 11.7% del voto popular. Lograr capitalizar ese apoyo sería crucial para Erdogan.
¿Y los kurdos en Siria?
El anuncio del PKK no ha pasado inadvertido en Siria. La Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), aliadas de Estados Unidos en la lucha contra grupos yihadistas, han comunicado que la decisión de disolver el PKK no las afecta directamente.
Esta declaración refuerza la complejidad del panorama kurdo en Oriente Medio. Mientras que Turquía busca que la desmovilización se aplique a todos los grupos afiliados al PKK, las FDS siguen operando como una entidad autónoma, con aspiraciones de federalismo dentro del Estado sirio.
El rol de Öcalan: ¿un trato a cambio de paz?
Si bien no se ha confirmado oficialmente, diversos reportes dan por hecho que las condiciones carcelarias de Abdullah Öcalan podrían mejorar como parte del pacto. El líder kurdo cumple cadena perpetua en la isla-prisión de Imrali desde 1999, tras ser capturado con ayuda de la inteligencia estadounidense y entregado a Turquía.
En años anteriores, Öcalan fue pieza clave en el proceso de paz fallido de 2013. Su influencia sigue siendo significativa entre facciones del movimiento kurdo, y su papel como facilitador político no puede descartarse.
El espejo de otras transiciones: ¿se puede desarmar un grupo rebelde con éxito?
Muchos se preguntan si desmantelar el PKK sin incendiar otras regiones es viable. Experiencias similares en otras partes del mundo ofrecen una mezcla de resultados:
- Irlanda del Norte: El IRA anunció el fin de la lucha armada en 2005, y aunque ha habido disidencias, la paz ha prosperado relativamente desde el Acuerdo de Viernes Santo (1998).
- Colombia: Las FARC firmaron un tratado de paz en 2016. Aunque subsisten células disidentes, el país vive una era postconflicto.
- Sri Lanka: En 2009, el gobierno aplastó militarmente al LTTE (Tigres Tamiles), poniendo fin al conflicto sin un acuerdo político, lo que ha generado críticas por violaciones de derechos humanos.
Para Turquía, el modelo colombiano podría resultar inspirador si se logra combinar desarme, perdón judicial y reintegración social sin impunidad ni persecuciones sectarias.
Reflexión final: ¿fin del conflicto o pausa temporal?
Turquía está ante una coyuntura crítica. Si el proceso resulta genuino y participativo, se podría inaugurar una nueva etapa en la historia del país, con una política más inclusiva y un fortalecimiento democrático.
Sin embargo, si el proceso se limita a una negociación de cúpulas o si se instrumentaliza políticamente sin cambios estructurales, la paz podría ser efímera. La resistencia kurda ha mostrado una capacidad de regeneración notable a lo largo del tiempo, y su legitimidad social no puede ignorarse.
Por ahora, el mundo observa con atención si esta vez Turquía logra desmontar la insurgencia más duradera de su historia sin alimentar nuevos fuegos en las ruinas del viejo conflicto.