José Mujica: el legado eterno del presidente más humilde del mundo
Del tupamaro guerrillero al símbolo de la democracia progresista y la ética política en Latinoamérica
Una vida de lucha y coherencia
José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, falleció a los 89 años tras una larga batalla contra el cáncer de esófago. Su muerte marca el fin de una era para América Latina: la de un político que, fiel a sus principios, se negó a los lujos del poder y vivió con una sencillez que contrastaba radicalmente con la imagen tradicional de los líderes mundiales.
Su presidente sucesor y antiguo aliado, Yamandú Orsi, anunció su deceso con un mensaje claro en la red social X: “presidente, activista, guía y líder”. Pepe Mujica no fue solo un político: fue un fenómeno social, un filósofo austero desde el corazón del Cono Sur.
De guerrillero tupamaro a líder del Cono Sur
Para entender el fenómeno Mujica, hay que retroceder a los años 60, cuando integró el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, un grupo de guerrilla urbana que combatía la desigualdad y la represión instaurada por las élites uruguayas. Fue capturado cuatro veces y pasó más de una década en prisión bajo condiciones inhumanas, incluyendo dos años encerrado en el fondo de un aljibe.
Pero lejos de doblegarlo, el encierro lo transformó. Como él mismo dijo una vez: “No fui un preso de ideas, fui un preso de guerra. Me costaron caro mis errores y aprendí”.
Pepe, el presidente iconoclasta
En 2010, Mujica asumió la presidencia de Uruguay con 74 años, liderando una coalición de izquierda, el Frente Amplio. Desde allí impulsó una serie de reformas que situaron a su país como pionero del progresismo latinoamericano.
- Legalización del cannabis: Uruguay legalizó toda la cadena de producción, distribución y consumo de marihuana, siendo el primer país del mundo en hacerlo. El objetivo: combatir el narcotráfico y apostar por una política de salud pública.
- Matrimonio igualitario: bajo su mandato, las parejas del mismo sexo pudieron legalizar su relación ante el Estado, equiparándose a las parejas heterosexuales en todos los derechos.
- Interrupción voluntaria del embarazo: promulgó la ley más avanzada de América del Sur en aquel momento.
- Energías renovables: Uruguay pasó a generar más del 90% de su electricidad con fuentes limpias, convirtiéndose en ejemplo para el mundo.
Lo más llamativo, sin embargo, fue su propio estilo de vida. Mujica rechazó vivir en la residencia presidencial. Siguió habitando su chacra en las afueras de Montevideo con su esposa, la exsenadora Lucía Topolansky, y donó el 90% de su sueldo a organizaciones sociales.
“No soy pobre. Pobre es el que necesita mucho para vivir.” — José Mujica
El ascenso del ‘presidente más pobre del mundo’
Fue precisamente su austeridad lo que lo catapultó a la fama internacional. El mundo se sorprendía ante un presidente que manejaba un Vocho de 1987, atendía a su perro de tres patas —Manuela— y se negaba a adoptar protocolos elitistas.
Medios como The Guardian, The New York Times o Le Monde lo retrataron como una anomalía política: un hombre que predicaba con el ejemplo, rechazaba el consumismo y hablaba de filosofía con sencillez campechana. Fue invitado a conferencias internacionales, como la Cumbre de Río+20 o la ONU, donde sus discursos —verdaderos manifiestos éticos— se viralizaron por su autenticidad.
“Venimos al mundo para intentar ser felices. Porque la vida se nos va. Y lo terrible es que se puede ir sin que hayamos hecho algo por ella.” — José Mujica (ONU, 2013)
Su papel en la política regional e internacional
Mujica evitó los personalismos típicos de otros líderes latinoamericanos de izquierda. No promovió la reelección inmediata. Terminó su mandato en 2015 y se retiró de la presidencia dejando una imagen sólida, sin escándalos y con altos niveles de aprobación.
No obstante, se mantuvo como una figura de consulta política hasta el final de su vida. Fue clave en las transiciones del Frente Amplio, y en 2024 tuvo un papel esencial en la campaña que llevó a Orsi a la presidencia. Su última batalla fue enfrentar al cáncer mientras aún tomaba la palabra en mítines y entrevistas, sabiendo que sus días estaban contados.
Pepe, el filósofo de los márgenes
No se puede hablar de Mujica sin mencionar su filosofía vital. Sus conceptos de libertad, tiempo, consumo y justicia lo alejaron tanto de la tecnocracia neoliberal como del populismo autoritario. Su pensamiento era simple y radical:
- El tiempo es el recurso más valioso: “Cuando compras algo, no lo compras con plata. Lo compras con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener esa plata.”
- Consumo responsable ante el capitalismo desenfrenado: “Compramos y tiramos. Porque nos fabrican cosas para tirar. Eso es una trampa.”
- Educación para una ciudadanía más libre y ética.
- Valor del trabajo rural, manual e intelectual por igual.
Se mantuvo siempre lejos del cinismo político y del marketing electoral, ganándose así la simpatía transversal de generaciones enteras: jóvenes activistas, ecologistas, feministas, liberales ilustrados e incluso anarquistas.
Una despedida a tono con su vida
En su última entrevista, concedida a la revista Búsqueda, Pepe fue categórico: “Estoy muriendo. Y un guerrero tiene derecho al descanso.” Para entonces, ya había suspendido su tratamiento médico. Su enfermedad se había extendido al hígado, y sumado a su dolencia autoinmune y problemas crónicos, optó por dejar pasar sus últimos días en paz.
Miles de uruguayos se movilizaron para rendirle homenaje. Desde su chacra hasta la Plaza Independencia, se vivieron escenas de recogimiento, flores, banderas, cantos y lágrimas. Algunos sostenían carteles con sus frases inmortales. Otros simplemente llevaban libros, yerba mate o lucían una boina tupamara.
Murió como vivió: sin lujos, sin protocolo, rodeado de quienes lo amaban no por su poder, sino por su ejemplo. No hubo funeral de Estado fastuoso —como era de esperarse—, sino una ceremonia laica y austera, llena de canciones populares y testimonios del pueblo.
El legado de Pepe Mujica
Mujica deja un legado único en el panorama político moderno. Un tipo de liderazgo que parece estar en vías de extinción: sin discursos vacíos, sin promesas rimbombantes, sin negocios ocultos. Un líder cuya mayor fortaleza fue su transparencia.
Uruguay, gracias a él, quedó en la historia como un país pequeño con una política enorme. Y Mujica, como un hombre verdaderamente libre, que vivió y murió por sus ideales.
Como dijo una vez en su discurso más recordado: “La vida no es solo trabajar y juntar plata. Es mucho más. Y mientras no entendamos eso, este mundo no tiene arreglo.”
Descansa en paz, Pepe. Que tu ejemplo siga iluminando los caminos de la política latinoamericana.