Escándalo en Notre-Dame de Bétharram: abusos, silencio institucional y la política francesa en el banquillo
Más de 200 denuncias, décadas de abusos y la implicación de una figura clave del gobierno: François Bayrou. ¿Qué sabía el primer ministro francés?
Una tormenta que sacude a Francia
Desde comienzos de 2024, Francia ha sido testigo de un escándalo que ha remecido no solo a la Iglesia católica, sino también al corazón de su clase política. Más de 200 denuncias formales de abusos físicos y sexuales en la escuela católica Notre-Dame de Bétharram, ubicada cerca de Pau —en el suroeste del país—, han puesto en tela de juicio no solo al clero implicado, sino también a François Bayrou, actual primer ministro y figura política veterana de la región.
Bayrou y sus vínculos con el colegio
François Bayrou, primer ministro desde hace cinco meses y alcalde de Pau desde 2014, tiene profundos lazos personales con la escuela Notre-Dame de Bétharram: varios de sus seis hijos estudiaron allí y su esposa enseñó catequesis en el mismo establecimiento. Además, Bayrou fue ministro de Educación Nacional de 1993 a 1997 y diputado por la región durante más de dos décadas.
Los cuestionamientos hacia él surgieron cuando declaró, en febrero de este año, que no tenía conocimiento previo de los abusos. Sin embargo, días después admitió haber recibido información en 1996 sobre un incidente aislado —"una bofetada"— por parte de un supervisor, lo que lo llevó a encargar un informe. Esta contradicción desató la sospecha de que Bayrou ocultó información a sabiendas.
Un pasado perturbador: 70 años de abusos
Las revelaciones actuales siguen la trágica estela de años de impunidad y silencio. Alain Esquerre, vocero de las víctimas y exalumno del colegio, declaró ante la comisión parlamentaria que el ambiente del colegio era de "terror". Sostuvo una hoja con una lista de nombres: “Estoy sosteniendo aquí una lista de todos los sacerdotes de los últimos 70 años. Todos, agresores. Todos estos sacerdotes”, denunció Esquerre.
Las cifras estremecen: doce denuncias de violación por parte de sacerdotes han sido documentadas, junto con cientos de testimonios de abuso físico y psicológico. Varios exalumnos rompieron su silencio tras décadas de sufrimiento. Algunos descubrieron que no estaban solos recién ahora, cuando estalló el caso en los medios.
La tragedia de los testimonios silenciados
Una de las declaraciones más impactantes provino de Hélène Perlant, hija mayor de Bayrou, quien recientemente confesó haber sido víctima de abuso a los 14 años por parte de un sacerdote durante un campamento de verano. En un libro publicado este año, Perlant narra por primera vez lo vivido: “Guardé silencio durante 30 años”, afirmó.
Estas palabras resonaron con dureza en el ambiente político y social francés, generando dudas sobre la versión oficial de Bayrou. ¿Cómo es posible que un padre, ministro de educación y figura clave en la región ignorara los signos evidentes de un patrón de abusos sistemáticos?
El caso Carricart y las sospechas políticas
Uno de los episodios más oscuros de la historia del colegio es el del Padre Carricart, director entre 1987 y 1993. En 1998, fue imputado por violación a menores y encarcelado, pero se suicidó en el año 2000 antes de enfrentar juicio. Un juez que manejó el caso declaró ante la comisión parlamentaria haber sostenido una reunión con Bayrou en ese entonces, en la que éste expresó preocupación por su hijo, estudiante del colegio.
Es decir, Bayrou tenía razones tanto personales como institucionales para conocer lo que ocurría en la escuela. Las versiones encontradas entre sus declaraciones y los documentos oficiales no han hecho más que poner en jaque su credibilidad y su futuro político.
El peso del silencio institucional
Los abusos sexuales en instituciones religiosas no son una novedad. Desde el escándalo de la diócesis de Boston revelado en 2002 por el periódico Boston Globe, hasta las investigaciones más recientes en Chile, Alemania y Australia, ha quedado claro que el abuso fue sistemático y amparado por un silencio estructural.
En el caso francés, el informe Sauvé de 2021 —encargado por la Iglesia— estimó que más de 216.000 menores fueron abusados por miembros del clero francés desde 1950. A esto se suman las tensiones entre el Estado laico y las instituciones religiosas, que siguen teniendo una fuerte presencia en la enseñanza privada subvencionada.
La política bajo la lupa
El caso Bayrou amenaza también el equilibrio político del presidente Emmanuel Macron, quien había confiado en Bayrou como figura moderada para unificar diversas corrientes del centro político francés. Pero con los llamados a su renuncia desde la oposición —particularmente desde La France Insoumise y Los Republicanos—, el escándalo ya no es solo moral o judicial, sino profundamente político.
Marine Le Pen, líder de la Agrupación Nacional, no ha perdido la oportunidad de vincular el caso con lo que considera "la decadencia de la clase política tradicional". Por su parte, Jean-Luc Mélenchon ha acusado directamente a Bayrou de “omertà institucional”, en alusión al código de silencio mafioso.
Una herida profunda en la sociedad
La sociedad francesa enfrenta un espejo doloroso. Este escándalo toca fibras profundas de identidad: la educación, la familia, la religión, la confianza en las autoridades. Durante décadas, se normalizó la autoridad incuestionable del clero y el miedo de niños y adolescentes se convirtió en un silencio que hoy brama con fuerza.
Muchos exalumnos y familias piden justicia, pero también comenzar un proceso de reparación, memoria y cambio institucional. Algunas propuestas ya están sobre la mesa: revisión de subvenciones a escuelas religiosas, obligación de controles externos y, sobre todo, establecimiento de mecanismos de denuncia seguros para estudiantes.
¿Y ahora qué?
La comparecencia de Bayrou ante la comisión parlamentaria es apenas el principio. El proceso judicial puede tardar años, pero el juicio social ya está en marcha. En tiempos de desconfianza hacia las instituciones, este caso puede marcar un antes y un después en la forma en que se protege —o se abandona— a las víctimas en Francia.
Mientras tanto, miles de ciudadanos y ciudadanas seguirán preguntándose: ¿quién protege a nuestros hijos cuando incluso un ministro guarda silencio?