El ocaso del repartidor de periódicos: la nostalgia de una tradición que desaparece
Nueva York prohíbe legalmente el trabajo de reparto de periódicos para menores de 14 años mientras el oficio se esfuma en la era digital
Una era que llega a su fin
Durante décadas, el reparto de periódicos fue el primer acercamiento al mundo laboral para generaciones de jóvenes estadounidenses. Con apenas 11 años, muchos chicos y chicas recorrían las calles de sus vecindarios en bicicleta, lanzando ejemplares de diarios sobre porches con precisión quirúrgica. El paperboy era más que un simple trabajador juvenil: era un símbolo cultural, una figura de transición entre la niñez y la adultez.
Sin embargo, esta tradición acaba de recibir oficialmente su sentencia. En un movimiento poco anunciado pero significativo, el estado de Nueva York modificó su legislación laboral para dejar claro que ya no se permitirá el trabajo de reparto de periódicos a menores de 14 años. Aunque en la práctica el oficio lleva años en declive, la nueva ley lo establece formalmente como un hecho del pasado.
Una decisión legal con sabor a "limpieza" regulatoria
La decisión fue incorporada este mes dentro del presupuesto estatal y se presentó como parte de una modernización de las leyes sobre empleo infantil. Según el abogado Allan Bloom, experto en derecho laboral del bufete Proskauer, el cambio es más simbólico que práctico: "La necesidad de una fuerza laboral infantil que lance periódicos en los portales simplemente ha dejado de existir", explicó.
El nuevo marco legal también incrementa las sanciones para quienes violen las normas laborales que protegen a menores, un tema que ha ganado atención nacional en tiempos recientes tras reportes de explotación laboral en sectores como la agricultura o la industria cárnica.
El declive del reparto: un cambio tecnológico y logístico
La caída del repartidor juvenil no ocurrió de la noche a la mañana. El proceso ha sido gradual, alimentado por diversos factores:
- Cambio en los horarios de entrega: en los años 80 y 90, muchos diarios pasaron a distribuirse en la madrugada, lo que dificultaba la participación de menores.
- Auge de lo digital: la disminución de los suscriptores impresos llevó a una reducción drástica en las entregas físicas.
- Dependencia de adultos: actualmente, los pocos repartos domiciliarios que subsisten suelen estar a cargo de adultos en automóvil.
"Los repartidores adolescentes dejaron de ser parte activa de la industria hace 20 o 30 años", indicó Diane Kennedy, presidenta de la Asociación de Editores de Noticias de Nueva York. "No conocemos diarios en el estado que trabajen con menores para este rol".
Historias desde la bicicleta
Quienes vivieron la experiencia, no la olvidan. Christopher Page recuerda haber comprado su primera guitarra con lo que ganó repartiendo periódicos en los suburbios de Clifton Park a finales de los años 70. "Tenía una bici de 10 velocidades que terminé destrozando. Lloviera o nevara, salía a repartir. Si un perro me perseguía, lo espantaba con el bolso de los periódicos".
Jon Sorensen, hoy de 68 años, repartía el Syracuse Herald-American cada domingo junto a su hermano menor desde la cajuela del coche familiar. "¡Aquellos sí eran diarios! Con secciones de verdad. Me veía caminando por la nieve con un fajo que parecía un ladrillo. Nunca se me cayó uno porque volver al coche a buscar otro era una tortura".
El reparto no solo forjaba disciplina: creaba periodistas. Sorensen se convirtió en reportero político, cubriendo el Capitolio estatal para diarios como el New York Daily News y The Buffalo News. "Lo más difícil no era repartir, sino cobrar. Muchos vecinos te daban largas o se hacían los distraídos cuando ibas por el dinero".
De símbolo cultural a anécdota nostálgica
El paperboy forma parte del imaginario colectivo estadounidense. Aparece en películas, cómics y memorias como testigo vivencial de una época donde los niños asumían responsabilidades reales. Pero más allá del romanticismo, su desaparición refleja una transformación profunda en la sociedad y la economía.
En 1960, casi un tercio de los adolescentes de entre 10 y 17 años tenía algún tipo de empleo remunerado. Hoy, según el Bureau of Labor Statistics, menos del 20% trabaja durante el año escolar, y cuando lo hacen, optan por puestos en comercios o en línea.
Un clásico ejemplo del cambio es lo sucedido con el diario The Free Lance–Star en Fredericksburg, Virginia, donde el último repartidor menor de edad entregó su ejemplar final en 1998, marcando el fin de una era.
El impacto de lo digital y la reestructuración de la prensa
El envejecimiento del perfil laboral en la industria del reparto de diarios es solo una cara de una crisis más profunda. En los últimos 20 años, se han cerrado más de 2,500 periódicos impresos en Estados Unidos, según el proyecto de noticias Local News Initiative de la Universidad Northwestern.
El descenso de la publicidad impresa, el ascenso de portales como Google y Facebook como intermediarios de información, y la inmediatez del periodismo digital han dejado obsoleto el modelo que alguna vez requirió ejércitos de jóvenes ciclistas.
El último bastión del repartidor adolescente podría haber sido el diario local de un pueblo pequeño, pero incluso ellos se han visto forzados a adoptarse al formato electrónico o a contratar personal adulto con vehículo propio.
¿Qué significa esto para las futuras generaciones?
El reparto de periódicos enseñaba responsabilidades tangibles: cumplimiento de horarios, interacción con clientes, manejo de dinero. Para algunos expertos en educación y desarrollo juvenil, su fin deja un vacío que no ha sido llenado por nuevas opciones laborales.
"A veces idealizamos el trabajo infantil bajo la etiqueta de 'valores tradicionales', pero debemos recordar que también existía explotación", señala el historiador laboral David Passmore de Penn State. "Ni todo trabajo juvenil es malo, ni todo nostalgia es sinónimo de virtud".
Otros, sin embargo, lamentan la pérdida. "Repartir periódicos era como un microemprendimiento. Aprendías a ser tu propio jefe desde los 12 años. Eso ya casi no existe", expresó Sorensen.
Un cierre de capítulo sin fanfarria
No hubo acto oficial ni ceremonia para despedir a los "paperboys". Solo una nota técnica en medio de un documento presupuestario que marca, de forma sobria, el final de una tradición. El repartidor adolescente, como el teléfono público y el video Beta, ha cedido ante el paso del tiempo.
Lo que queda son las historias de invierno, las bicicletas oxidadas y los billetes arrugados que significaban libertad, esfuerzo y, para algunos, el inicio de una vocación periodística.