La revolución de la 'cultura sauna' en Eurovisión: KAJ y el inesperado triunfo de lo simple

Del anonimato rural en Finlandia a posibles campeones de Europa: cómo una oda al vapor conquistó los corazones del continente

Una oda al vapor que conquista Europa

Este año, el Festival de Eurovisión 2025 ha tenido una protagonista inesperada: la sauna. Sí, leíste bien. KAJ, un trío humorístico sueco-finlandés, se ha convertido en la sensación del certamen gracias a “Bara Bada Bastu”, una canción pegajosa, teatral y sincera sobre la cultura de la sauna en los países nórdicos. Con una presentación escénica que emula una cabaña rústica con bailarines vestidos como leñadores y atuendos de baño, KAJ ha demostrado que incluso lo cotidiano puede ser arte pop de clase mundial.

Esta propuesta descontracturada y viral ha generado furor entre los fanáticos del concurso y se perfila como una de las favoritas para llevarse el micrófono de cristal, lo que colocaría a Suecia como el país con más victorias en la historia del certamen —superando incluso a Irlanda. Pero más allá del récord, la narrativa detrás de esta candidatura va más allá de la música: aborda identidad, tradición y orgullo regional.

¿Quiénes son KAJ?

KAJ es un trío integrado por Kevin Holmström, Axel Åhman y Jakob Norrgård. Originarios de la pequeña localidad de Vörå, en Finlandia, pertenecen a la minoría sueco-parlante del país—un grupo que representa apenas el 5% de la población. Desde su fundación en 2009, han cultivado una carrera basada en el humor costumbrista y canciones en dialecto local, actuando en cumpleaños y centros comunitarios.

Nadie imaginaría que terminarían representando a Suecia en Eurovisión, pero tras ganar Melodifestivalen (el famosísimo proceso de selección sueco), su rincón rústico del norte se transformó en un fenómeno viral europeo. Gracias a su ingeniosa mezcla de folclore, sátira, simpatía y autenticidad, se han ganado el corazón de millones.

Sauna: símbolo de identidad nórdica

En Finlandia, con una población de 5,5 millones de personas y más de 3,3 millones de saunas, el vapor no es lujo ni ocio: es parte esencial de la vida. Según Holmström, “la sauna es buena para la salud física y mental, y también una instancia social muy fuerte”. Esta práctica, que a veces parece exótica al sur de Europa, tiene incluso un lado diplomático. Se la conoce como “diplomacia de sauna”, ámbito donde se celebran conversaciones políticas informales entre toallas y calor. De hecho, el presidente Urho Kekkonen aprovechó muchas negociaciones con la Unión Soviética bañados en vapor.

KAJ homenajea a ese estilo con disfraces sobrios como trajes grises y simbolismo que remite a la relajación escandinava más tradicional. No es solo una parodia, es una reivindicación de ser quienes son.

Una sauna ambulante en Suiza

Durante la semana de Eurovisión en Basilea, un grupo de entusiastas de la sauna desde Vörå y Tampere—esta última considerada la capital mundial de la sauna—transportaron una sauna móvil 2.500 kilómetros solo para compartir su estilo de vida con el continente. La instalaron junto al Rin y la abrieron al público, ofreciendo sesiones gratis. El salto al río helado posterior era opcional, pero muy celebrado por quienes se animaban.

“Me encanta la cultura de la sauna finlandesa porque celebra la libertad”, dijo Dorothee Schulte-Basta, una residente de Vörå. “No hay reglas en la sauna. Vienes como eres: todos son iguales en la sauna”.

Rompiendo esquemas en el escenario

En contraste con los habituales shows de luces LED, pirotecnia, electropop o baladas sofisticadas, KAJ sube al escenario para “asar una salchicha” en una escenografía de madera. Según Norrgård, esa dicotomía entre lo fastuoso y lo simple es exactamente su angustiante apuesta humorística: reírse de lo absurdo, abrazar lo común como extraordinario.

“Estamos en el escenario frente a millones, y somos solo tres tipos sentados asando algo como si fuera un picnic. El contraste es tan ridículo que nos hace reír”, compartió con la prensa entre risas.

Eurovisión, entre folklore y vanguardia

Eurovisión ha sido históricamente una plataforma de expresiones marginales. Desde ABBA hasta Conchita Wurst, ha premiado la valentía, la diferencia y, sobre todo, la capacidad de conectar con Europa a través de un lenguaje común: la música. En ese sentido, KAJ no solo representa a Suecia, sino a todas aquellas comunidades reducidas —lingüísticas, rurales o culturales— que luchan por mantener vivas sus costumbres frente a la globalización pop.

Si “Bara Bada Bastu” se corona campeona, será una victoria del ingenio sobre la ostentación, del vapor sobre el láser, del terruño sobre la industria.

¿Una nueva era para Eurovisión?

La euforia que ha generado la “modesta oda al vapor” abre la puerta a encarar Eurovisión desde un prisma más humanizado. A diferencia de propuestas hipertecnológicas o altamente politizadas, KAJ recuerda que el certamen también puede ser un acto de ternura, donde la gente se reúne y canta sobre cosas simples: darse un respiro, disfrutar el silencio o compartir un calor.

El próximo sábado, cuando más de 150 millones de personas en Europa y el mundo sintonicen la final desde Basilea, una parte de ellos sentirá que, gracias a tres finlandeses con acento sueco, el vapor también forma parte de la memoria sonora europea.

Y después de todo, como gritaban en su coro coreográfico riendo y sudando bajo las luces europeas: ¡Sauna!

Este artículo fue redactado con información de Associated Press