Montana bajo fuego: cuando un helicóptero militar y unos cuernos de alce desatan una tormenta legal

Tres soldados de la Guardia Nacional son acusados de invasión de propiedad y uso indebido de equipo militar en una historia digna de una película de acción: el caso levanta preguntas sobre ética, responsabilidad institucional y la obsesión por los trofeos naturales

Una historia surrealista desde las alturas de Montana

La mañana del 4 de mayo de 2025 parecía tranquila sobre las imponentes estribaciones de las Crazy Mountains, en el corazón de Montana. Sin embargo, lo que ocurrió ese día ha dejado atónitos a residentes, autoridades y observadores militares: un helicóptero Black Hawk del Ejército aterrizó brevemente en un pastizal privado, no por una emergencia ni por entrenamiento, sino para recoger... ¡cuernos de alce!

Lo que a simple vista podría sonar como una travesura menor, se convirtió rápidamente en una crisis de imagen para la Guardia Nacional y en un escándalo que revela tensiones profundas entre derechos de propiedad privada, prácticas militares y las durísimas leyes y códigos de conducta que regulan el uso del equipo bélico del Estado.

Los hechos: una incursión poco ortodoxa

Según el Sheriff del condado de Sweet Grass, Alan Ronneberg, tres miembros de la Guardia Nacional de Montana fueron identificados como responsables de aterrizar un helicóptero militar UH-60 Black Hawk en una propiedad privada. Con el motor prácticamente aún encendido, descendieron, recogieron dos astas sueltas y un cráneo de alce con astas adheridas, para luego despegar tan rápidamente como llegaron.

La maniobra fue presenciada por un testigo —de momento anónimo— que alertó al propietario del terreno, quien a su vez se puso en contacto con las autoridades. La rápida investigación permitió identificar a los tripulantes y recuperar los trofeos naturales, cuyo valor se estimó entre 300 y 400 dólares.

El Sheriff Ronneberg fue categórico en su evaluación: “Este es un caso extraño. Normalmente las personas cruzan a pie para recoger cornamentas, pero no aterrizan un helicóptero militar en una finca privada”.

Una obsesión legalmente ambigua

La recolección de astas en el oeste de Estados Unidos tiene sabores de deporte, comercio y ritual. Los alces machos las pierden cada año en primavera, y sus cuernos pueden venderse por hasta 20 o 30 dólares por libra, dependiendo del estado y calidad, según datos del Montana Fish, Wildlife & Parks. Pero no todo lugar ni momento es apropiado: la recolección en terrenos públicos está legalmente regulada; en terrenos privados, constituye infracción si se ingresa sin permiso, además de otras implicaciones penales.

Uno de los grandes dilemas del caso es: ¿a quién pertenecen las astas que quedan en propiedad privada? Según la legislación en Montana, si se encuentran en terreno privado, su derecho pertenecería al propietario, lo que convierte la incursión en un posible robo, más allá de la infracción por allanamiento.

Los cargos y el alcance legal

Los tres uniformados enfrentan cargos por allanamiento, que conllevan penas de hasta 500 dólares y/o seis meses de prisión por cada imputación. También se evalúan cargos independientes por “apropiación indebida de bienes encontrados” o “hurto menor”, considerando el valor de los objetos sustraídos.

Lo más grave, sin embargo, es el uso indebido del helicóptero Black Hawk, una aeronave con un costo promedio de operación de aproximadamente 3.000 USD por hora de vuelo. A ello se suma el consumo de combustible, el riesgo de accidentes y la posible vulneración del protocolo de seguridad de vuelos militares, que está regulado por estrictas normas del Departamento de Defensa de EE.UU.

El General Adjunto J. Peter Hronek, jefe de la Guardia Nacional de Montana, emitió un comunicado lapidario: “Cualquier uso indebido de equipo militar erosiona la confianza que buscamos mantener con el pueblo de Montana. Se tomarán las acciones administrativas y disciplinarias correspondientes cuando se confirme la información”.

El costo institucional de la irreverencia

Más allá del acto en sí, lo que pone a pensar es la ligereza con la que algunos miembros de las fuerzas armadas manejan su posición de poder e infraestructura. Utilizar un helicóptero de combate —por muy breve que haya sido la maniobra— para recoger reliquias naturales denota una cultura institucional que debe examinarse.

Desde escándalos de soldados usando vehículos para ir de compras en bases europeas, hasta marines incurriendo en altercados en zonas turísticas del Pacífico, el catálogo de distracciones disciplinarias no es nuevo. Pero la diferencia aquí es que fue captado por civiles y ocurrió en un contexto donde el respeto por la tierra y la propiedad es casi sagrado en estados como Montana.

Política, cultura cowboy y derechos de propiedad

Montana es un estado profundamente marcado por la tradición del “ranchero libre”, donde los derechos de propiedad privada y la soberanía sobre la tierra son casi dogmáticos. Recientes esfuerzos del Partido Republicano para explorar la posibilidad de vender tierras públicas del oeste han incendiado debates políticos.

De allí que el uso de un helicóptero militar para invadir propiedad privada —así sea por unos minutos— no solo es un acto ilegal, sino casi un sacrilegio cultural. Muchos residentes rurales han demandado respuestas ejemplares y sentencias severas para los involucrados.

El precedente para futuras operaciones

Este incidente ha generado presión para que el ejército revise profundamente sus protocolos. ¿Cómo es posible que un vuelo con destino y ruta autorizada permita una maniobra que no estaba programada ni justificada en su misión oficial? ¿Dónde estaba el control aéreo o los supervisores de vuelos? ¿Quién autorizó ese cambio de plan o se trató simplemente de un desvío no reportado?

La eventual sanción de los soldados no será suficiente si el sistema que permitió este desvío no se reforma. De no hacerlo, se sienta un precedente peligrosísimo no solo para futuras incursiones militares innecesarias, sino para cualquier forma de abuso institucional.

¿Un caso aislado o la punta del iceberg?

Este tipo de infracciones suelen ser reportadas en la prensa cuando tienen un componente burlesco o sensacional, como en este caso. Sin embargo, muchos expertos advierten que podrían ocultar una serie de brechas más profundas en la fiscalización de recursos militares a nivel estatal.

Además, Montana no es ajena a los debates sobre tierras públicas, desarrollo privado, explotación de recursos naturales (como cráneos, huesos y astas), y uso militar del territorio. Los intereses de ganaderos, cazadores recreativos, ambientalistas y el Ejército no siempre coinciden, y este caso vuelve a poner esas tensiones en el foco público.

Lecciones en medio del escándalo

Más allá de las risas iniciales que la historia pudo generar (y su potencial para una futura parodia en Saturday Night Live), el incidente del Black Hawk en Montana debe entenderse como una advertencia seria para los cuerpos militares estatales, y una oportunidad para:

  • Elevar los controles de vuelo y supervisión logística en misiones no combativas.
  • Revisar los protocolos de ética y uso de equipamiento militar de alto costo ante tentaciones triviales.
  • Escuchar con seriedad los reclamos de propietarios rurales, que suelen ser considerados marginales frente a estructuras gubernamentales.
  • Adoptar medidas disciplinarias ejemplares como señal de rendición de cuentas pública.

Quizás lo más revelador de esta historia es cómo una incursión ridícula puede desnudarnos ante una verdad incómoda: a veces, el poder —sea militar, político o económico— se convierte en una carta blanca para la impunidad. Y es, precisamente en las anécdotas absurdas, donde se revela lo que el sistema permite... o ignora.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press