Tanques, recortes y resistencia: El desfile militar de Trump en Washington desata nuevas controversias
El apabullante espectáculo de fuerza militar para celebrar el cumpleaños del Ejército y de Trump coincide con críticas a sus políticas de reducción de personal y recortes en salud pública.
Un desfile que hará temblar las calles (literalmente)
Washington D.C. se prepara para un evento sin precedentes: 25 tanques M1 Abrams desfilarán por Constitution Avenue como parte de la celebración del 250° aniversario del Ejército de los Estados Unidos, y también del 79° cumpleaños del expresidente Donald Trump. Se trata de un espectáculo que promete ser estruendoso y visualmente impactante, pero cargado de controversia política, presupuestaria y ambiental.
Los M1 Abrams son considerados una de las plataformas de combate más poderosas del mundo, con un peso de más de 60 toneladas cada uno. Esta sola característica ha generado reservas serias por parte de las autoridades de la ciudad. Tanques de este tipo no fueron utilizados en celebraciones similares durante el primer mandato de Trump justamente por el riesgo de dañar la infraestructura urbana.
La solución: placas metálicas colosales
Para evitar daños en la superficie de las calles, el Ejército instalará grandes placas metálicas en puntos clave del recorrido, particularmente en las intersecciones donde los tanques realizarán giros —movimientos que, por el tipo de tracción de estos vehículos, ejercen una presión extrema sobre el pavimento.
Según fuentes oficiales, cada una de estas placas pesa varios cientos de kilos y su instalación será una operación logística en sí misma. Pero ni esta medida ha calmado del todo a los líderes locales. La alcaldesa Muriel Bowser ha reiterado que cualquier plan que incluya tanques en las calles debe contar también con fondos federales para reparar daños.
Una producción multimillonaria
El costo total del evento se estima entre 25 y 45 millones de dólares. Para muchos críticos, es un gasto difícil de justificar en un momento donde se debate intensamente sobre la reducción del gasto público. Sin embargo, el gobierno argumenta que se trata de una celebración patrimonial legítima.
Todo el desfile contará con la participación de unos 6.600 soldados, distribuidos en formaciones representando todos los conflictos bélicos de los EE.UU. desde 1775. Por ejemplo, la Guerra Civil será representada por miembros de la 4ta División de Infantería de Fort Carson, Colorado, con soldados uniformados con atuendos de época y otros en vestimenta militar moderna.
El desfile como simbolismo político
No es casual que este despliegue militar tenga lugar en el marco del cumpleaños del expresidente Trump, quien en múltiples ocasiones ha expresado su admiración por grandes desfiles militares, como los organizados por Francia o Corea del Norte.
Trump intentó realizar un desfile similar en 2018, pero fue cancelado tras proyectarse un costo de más de $90 millones. Este año, sin embargo, la fuerza simbólica del evento parece alinearse con sus ambiciones personales y políticas.
Mientras tanto, los tribunales lo detienen
A la par de los preparativos del desfile, el Ejecutivo de Trump —a través de su equipo legal— ha solicitado a la Corte Suprema que le permita reanudar sus políticas de reducción de empleados federales. Estas iniciativas han sido frenadas por distintos fallos judiciales, que cuestionan no solo la legalidad, sino también el impacto social y económico que podrían tener.
Una orden reciente de la jueza federal Susan Illston, por ejemplo, suspendió temporalmente la ejecución de la orden presidencial que busca reducir drásticamente el tamaño del gobierno federal, describiéndola como jurídicamente incierta y posiblemente dañina.
“No se puede simplemente trazar una nueva política de despidos en un memorando y esperar que resista el escrutinio judicial,” dijo uno de los abogados de las organizaciones demandantes.
Decenas de miles de empleos en juego
La política de achicamiento del Estado ha tenido consecuencias tangibles: aproximadamente 75.000 empleados federales ya han abandonado sus cargos, muchos mediante programas de renuncia diferida. Otros miles han sido despedidos durante su periodo de prueba.
Entre los ejemplos más dramáticos expuestos en los tribunales figura uno particularmente alarmante: una oficina de investigación de salud laboral en Pittsburgh está por perder 221 de 222 empleados. También se han registrado retrasos en inspecciones agrícolas, entrega de beneficios sociales y hasta en programas de asistencia por desastres naturales.
Recortes que afectan la salud pública
Por otro lado, otro frente judicial pone en jaque la retirada de $11 mil millones en fondos destinados a la salud pública. Esta suma había sido asignada por el Congreso durante la pandemia para cubrir múltiples necesidades sanitarias como vacunación, atención mental y lucha contra el abuso de sustancias.
El juez Mary McElroy en Rhode Island emitió una orden preliminar para frenar el recorte, luego de que una coalición de 23 estados y el Distrito de Columbia argumentara que poner fin a esos fondos pondría en riesgo a millones de ciudadanos.
“Si no tenemos salud, no tenemos nada”, dijo el fiscal general de Rhode Island, Peter Neronha, agregando que se trata de un intento salvaje de desmantelamiento sin precedentes en los EE.UU.
¿Un legado de fuerza o de fragilidad?
En conjunto, el desfile militar y los procesos judiciales reflejan dos caras distintas pero convergentes del legado de Trump: por un lado, una visión de Estados Unidos fuerte, armado y orgulloso de su historia militar; por otro, una administración que busca reducir drásticamente la burocracia federal y el gasto social, aun si eso implica eliminar servicios vitales o enfrentar reveses legales.
Esta dualidad se manifiesta en cada tanque que recorrerá las calles de D.C. el 14 de junio. No solo son símbolo de poder militar, también se han convertido en metáforas rodantes de una política en la que la fuerza opaca al consenso, y los símbolos eclipsan los servicios.
Para muchos, el sonido atronador de 25 tanques será menos ensordecedor que el silencio creciente en oficinas públicas donde antes se defendían derechos y se proveía asistencia. Un desfile que quedará, sin duda, grabado en el asfalto y en la memoria política del país.