Trump, Medio Oriente e Israel: ¿una alianza en crisis?

La segunda presidencia de Donald Trump marca una inesperada realineación en el Medio Oriente, dejando a Israel fuera de la ecuación estratégica en decisiones clave y generando preocupaciones sobre su rol en la región.

Una nueva gira, un nuevo enfoque

La reciente gira del expresidente estadounidense Donald Trump por el Medio Oriente ha dejado más preguntas que respuestas, especialmente en torno al rol que Israel ocupa actualmente en la estrategia exterior de Washington. Mientras Trump recorría palacios en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, importantes movimientos diplomáticos excluían al que históricamente ha sido uno de los principales aliados de Estados Unidos: Israel.

Se firmaron acuerdos, se levantaron sanciones y se concretaron negociaciones con actores regionales como Siria, Irán y los rebeldes hutíes del Yemen, sin la participación de Israel. Esta exclusión ha generado gran inquietud en Tel Aviv, dado que marca un viraje en la política que históricamente le permitía a Israel desempeñar el papel de puerta de entrada a Washington para los países árabes.

De socio privilegiado a espectador periférico

Durante décadas, el eje Washington-Tel Aviv ha sido uno de los pilares fundamentales de la diplomacia occidental en Medio Oriente. Desde los históricos Acuerdos de Camp David hasta los Acuerdos de Abraham durante la primera presidencia de Trump, Israel jugó un rol central. Arabes interesados en favores estadounidenses solían tener que normalizar relaciones con Israel como condición tácita.

Sin embargo, en esta nueva etapa, Trump parece más interesado en firmar acuerdos estratégicos inmediatos que impliquen grandes retornos económicos, minimizando las fricciones por temas espinosos como el conflicto con Palestina o los ataques en Gaza. “Esta semana hubo una fiesta en Medio Oriente —un gran baile lleno de disfraces coloridos, dinero y oro— y nos encontramos desempeñando el papel de Cenicienta antes de la transformación”, escribió Sima Kadmon en el diario israelí Yediot Ahronot.

La sorpresiva apertura a Siria

Una de las decisiones más polémicas fue el encuentro histórico de Trump con el nuevo presidente sirio, tras años de aislamiento internacional. Trump incluso levantó sanciones contra Damasco, señalando que se trataba de un favor a sus anfitriones, el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

Israel, que considera a Siria aún como un enemigo activo —especialmente por su alianza con Hezbollah—, había pedido explícitamente a la Casa Blanca que mantuviera las sanciones.

La guerra en Gaza: un pasivo para Netanyahu

Otro elemento que afecta la relevancia estratégica de Israel es la larga guerra que mantiene con Hamas en Gaza. Tras 19 meses de conflicto, más de 30.000 palestinos han muerto, miles de edificios han sido destruidos y la infraestructura médica colapsó. No obstante, Israel no ha logrado sus dos objetivos principales: la destrucción de Hamas y la liberación completa de los rehenes tomados el 7 de octubre de 2023.

Netanyahu ha rechazado cesar el fuego o aceptar condiciones para un Estado palestino, dos requisitos planteados por Arabia Saudita para avanzar en un eventual acuerdo de normalización.

“Trump ha proporcionado a Israel muchas oportunidades, incluso munición prohibida por la administración Biden, para terminar esta guerra. Eso es lo que Trump quiere”, comenta el experto Eytan Gilboa. “Pero Netanyahu se está acercando al estatus de perdedor a los ojos de Trump”.

¿Un retorno al modelo Obama?

Michael Oren, exembajador de Israel en EE. UU., comparó la actitud actual de Trump con la que mantuvo Barack Obama durante su presidencia. “Lo más parecido a esta nueva política es lo que hizo la administración Obama en su momento”, señaló Oren. En 2009, Obama también eludió visitar Israel en su primera gira por Medio Oriente, un desaire que provocó significativos roces con Netanyahu al negociar el acuerdo nuclear con Irán en 2015.

Oren recuerda que dicho enfoque provocó el quiebre de una regla no escrita en la diplomacia bilateral: que nunca haya sorpresas.

Palestina: un polvorín sin solución inmediata

Mientras tanto, la situación humanitaria en Gaza se deteriora día a día. La reciente devolución de 17 niños palestinos y sus cuidadores, tras recibir tratamiento médico en Jordania, ha sido considerada por varios grupos humanitarios como una posible violación del derecho internacional.

“¿Cómo puedo cuidar a mi hija viviendo en una tienda de campaña, y con los bombardeos constantes?”, se preguntó Haitham Abu Daqa, con lágrimas, al relatar el regreso de su hija de 5 meses a Gaza después de una cirugía cardíaca en Ammán.

Según organizaciones como Human Rights Watch y expertos en derecho internacional como Omer Shatz, el retorno forzoso de menores a un área de conflicto activo va en contra de las leyes humanitarias.

Los países árabes se lavan las manos

Los gobiernos de países vecinos, como Jordania y Egipto, se niegan a aceptar un traslado masivo de palestinos fuera de Gaza, argumentando que eso equivaldría a una limpieza étnica encubierta y minaría permanentemente la causa de un Estado Palestino.

Desde 1948, más de 6 millones de refugiados palestinos viven en campamentos en toda la región. Permitir una nueva ola de deportaciones involuntarias reviviría el trauma del llamado “Nakba”.

Un Trump pragmático y oportunista

El nuevo enfoque de Trump en política exterior prioriza resultados tangibles e inmediatos: tratados de paz, inversiones, liberación de rehenes. En ese tablero, Israel no juega un rol tan atractivo como antes. Con una guerra interminable, poco progreso en sus objetivos y ningún plan de reconstrucción real, Netanyahu parece no tener nada que ofrecer a cambio.

Y Trump lo ha dicho abiertamente: “Las conferencias morales de Estados Unidos a los países del Medio Oriente han terminado. Solo aportaron más daño que soluciones”.

En última instancia, Trump parece querer cerrar la guerra, pero no necesariamente en términos que beneficien a Israel. Quiere victorias mediáticas y diplomáticas, y cada vez más las encuentra lejos de Tel Aviv.

¿Fin de la “relación especial”?

Está por verse si esta postura será temporal o si marca un cambio más profundo. Lo cierto es que hay una sensación persistente en la prensa y la opinión pública israelí de que Estados Unidos, bajo el ala de Trump, está dispuesto a cerrar acuerdos sin consultar al “viejo amigo”.

Israel podría verse relegado a un papel más marginal si no consigue adaptarse rápidamente a la nueva dinámica de poder en la región. Mientras tanto, los movimientos de Trump en el Golfo, en Turquía y con actores como Irán, apuntan a una recomposición geopolítica donde los aliados tradicionales ya no son imprescindibles.

“La madrina mágica que creímos tener voló a Arabia Saudita y Qatar”, como escribió Kadmon. La pregunta ahora es si alguna vez regresará.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press