Europa al filo: elecciones decisivas redefinen el rumbo político de Polonia, Portugal y Rumania
Entre populismo, polarización y promesas democráticas, tres países europeos votan en medio de desconfianza con el statu quo y temores geopolíticos
Polonia: amenazas externas, descontento interno
Este domingo, Polonia celebra elecciones presidenciales trascendentales en medio de crecientes preocupaciones de seguridad debido a la guerra en Ucrania y la percepción de un debilitamiento en el compromiso estadounidense con la defensa europea. El escenario político se ha polarizado, y los votantes se enfrentan a una disyuntiva entre continuidad conservadora y renovación liberal.
Los principales contendientes son Rafał Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia y aliado del primer ministro Donald Tusk, y Karol Nawrocki, historiador sin experiencia política previa pero con el respaldo del partido nacional-conservador Ley y Justicia (PiS por sus siglas en polaco). Trzaskowski lidera las encuestas con un 30% de apoyo, seguido de cerca por Nawrocki, con una segunda vuelta prácticamente asegurada para el 1 de junio.
La campaña ha estado marcada por denuncias de interferencia extranjera, como ataques de denegación de servicio contra los partidarios de Tusk y publicidad política extranjera en redes sociales, según afirmaciones de un instituto estatal. La presidencia en Polonia, aunque limitada en política interna, ejerce influencia decisiva en política exterior y defensa, incluyendo el poder de veto legislativo.
El conservador Andrzej Duda, presidente saliente, utilizó dicho poder para frenar propuestas del actual gobierno durante más de un año. Un triunfo de Trzaskowski podría poner fin a esta parálisis institucional, pues ha prometido reformas en los medios públicos y el sistema judicial.
Portugal: promesas sin mayorías
En Lisboa, los votantes acudieron a las urnas en lo que es ya la tercera elección general en tres años, reflejo de una inestabilidad política crónica. La causa inmediata fue la caída del gobierno de centro-derecha liderado por Luis Montenegro, quien perdió una moción de confianza en marzo tras menos de un año en el cargo.
Desde hace cinco décadas, el panorama político luso ha sido dominado por dos grandes fuerzas: los Socialdemócratas y el Partido Socialista (PS). Sin embargo, la corrupción, crisis habitacional y el auge de la ultraderecha populista han fragmentado al electorado. Un claro ejemplo es Chega, el partido liderado por André Ventura, que pasó de 12 a 50 diputados en un año, alcanzando el tercer lugar.
Portugal enfrenta una crisis de vivienda impulsada por la llegada de trabajadores extranjeros que trabajan en el turismo y la agricultura, lo cual ha elevado los precios. Según el Instituto Nacional de Estadísticas, los precios de la vivienda subieron un 9% en 2023, mientras que los alquileres en Lisboa aumentaron más del 7%, la mayor subida en tres décadas.
Otro tema candente ha sido la inmigración: en 2018, el país contaba con menos de medio millón de inmigrantes legales; ahora supera el 1.5 millones, en un país de apenas 10.6 millones de habitantes. Dos semanas antes de la elección, el gobierno anunció la expulsión de 18,000 inmigrantes irregulares, decisión que fue criticada como oportunista electoral y calificada por el líder socialista Pedro Nuno Santos como una “Trumpificación” de la política portuguesa.
Rumania: equilibrio geopolítico en juego
Finalmente, en Rumania se decidió una segunda vuelta presidencial cargada de tensión y consecuencias geopolíticas. La contienda enfrentó al nacionalista de ultraderecha George Simion contra el centrista proeuropeo Nicusor Dan, actual alcalde de Bucarest.
Este balotaje se celebró tras la anulación de las elecciones anteriores debido a supuestos fraudes y una supuesta interferencia de Rusia, lo cual desató una crisis política sin precedentes en el país. La Corte Constitucional anuló los resultados después de que el outsider Calin Georgescu liderara la primera ronda, impulsado por un mensaje afín al Kremlin, pero su candidatura fue bloqueada posteriormente.
George Simion, líder del partido AUR (Alianza por la Unión de los Rumanos), ha centrado su discurso en la identidad nacional, los valores tradicionales y el anti-establishment. Aunque sus detractores lo acusan de estar vinculado al Kremlin, Simion niega tales acusaciones y ha declarado que Rusia es “la mayor amenaza” de Rumania.
Su partido, fundado en 2020, ya es la segunda fuerza en el Parlamento rumano y obtuvo el 61% del voto de la diáspora en la primera ronda, gracias a un mensaje de patriotismo que resonó entre los 4 millones de rumanos que viven fuera del país. Simion ha prometido eliminar burocracia, reducir impuestos y restaurar el “gobierno del pueblo”.
Por su parte, Nicusor Dan, antiguo activista anticorrupción y defensor del urbanismo sostenible, busca reafirmar los lazos con la UE y la OTAN, y atraer las inversiones necesarias en plena escalada de tensiones regionales.
La ola populista: ¿consolidación o reacción?
Las elecciones en estos tres países permiten observar mejor la transformación política del continente. Como en otros países europeos, Polonia, Portugal y Rumania viven un giro hacia formas de populismo que, en distintos grados, desafían el orden liberal vigente y los acuerdos internacionales.
En Polonia, la narrativa conservadora se centra en la soberanía nacional y la defensa de valores tradicionales frente a una UE vista cada vez más como intervencionista. En Portugal, la ultraderecha capitaliza el miedo a la inmigración y la corrupción. En Rumania, el nacionalismo identitario y antielitista captura el descontento de un electorado harto de políticos ineficaces.
Estos casos también reflejan la fragilidad que atraviesa la democracia europea, especialmente tras los efectos de la pandemia, la guerra rusa contra Ucrania, y la creciente polarización interna. La pérdida de confianza en las instituciones tradicionales estimula la búsqueda de “nuevas” alternativas que a veces reciclan viejas ideas autoritarias bajo un barniz moderno.
Qué dicen los datos más recientes
- Más del 53% de los votantes rumanos participaron en la primera vuelta, una cifra elevada que pronostica un final ajustado.
- En Portugal, el gobierno saliente fue derrocado tras solo 11 meses, debido a una moción de censura organizada por una coalición de rivales.
- En Polonia, el actual presidente bloqueó más de una docena de proyectos legislativos impulsados por el gobierno en el último año, demostrando el impacto real que puede tener una presidencia en manos adversarias.
La resiliencia de las democracias europeas será puesta a prueba en los próximos meses. Varios comicios marcados por la fragmentación del voto y la falta de mayorías absolutas obligan a pactos difíciles o gobiernos inestables que podrían beneficiar a los extremos del espectro ideológico. El camino hacia la estabilidad parece aún lejano.