El futuro energético de EE. UU. en juego: el proyecto Empire Wind y el vaivén político del desarrollo eólico

Entre promesas verdes y políticas fluctuantes, el megaproyecto eólico marino en Nueva York revela el choque entre sostenibilidad, economía y decisiones presidenciales

En pleno auge global de las energías renovables, Estados Unidos vive una batalla silenciosa pero determinante para su futuro energético. El proyecto Empire Wind, una iniciativa de energía eólica marina frente a la costa de Long Island, Nueva York, ha sido el epicentro de decisiones políticas, tensiones económicas y debates ambientales que encapsulan el estado actual —y el incierto porvenir— de la transición energética en el país.

Empire Wind: un gigante marino con potencial

Diseñado por la compañía noruega Equinor, Empire Wind es una de las apuestas más ambiciosas de EE. UU. en energía eólica offshore. Dividido en dos fases, el proyecto tiene el potencial de generar alrededor de 2.1 gigavatios (GW) de energía limpia, suficiente para alimentar a más de un millón de hogares en Nueva York al completarse.

Equinor, empresa con participación del estado noruego, ha invertido más de $2,500 millones hasta la fecha y ha tardado casi una década en cumplir con las exigencias regulatorias estadounidenses. Tras obtener los permisos necesarios en febrero de 2024, la compañía inició la construcción y avanzó hasta completar una tercera parte del proyecto, creando cerca de 1,500 empleos directos.

No obstante, en un giro inesperado, el gobierno de Donald Trump, en el marco de su regreso en 2024, ordenó una pausa total en la construcción a través del Departamento del Interior, liderado por el Secretario Doug Burgum. Alegaron una revisión necesaria de los permisos otorgados “a toda prisa” por la administración Biden.

El impacto de la interrupción: millones en juego

Este freno puso en jaque el esfuerzo estratégico de Equinor. A comienzos de mayo de 2024, la empresa advirtió que abandonaría el proyecto si no levantaban la orden de detención de las obras, afirmando que se estaban perdiendo cerca de $50 millones por semana, con once buques en espera.

La presión fue tal que se desató un intenso cabildeo donde participaron:

  • La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul
  • Miembros del Congreso de EE. UU.
  • Grupos laborales y asociaciones empresariales
  • Funcionarios del gobierno noruego

Finalmente, el 10 de junio de 2024, la administración Trump levantó la orden de pausa, permitiendo la reanudación de los trabajos. A pesar de las tensiones, la administración justificó su decisión aduciendo preocupaciones por la fauna marina, especialmente aves y ballenas.

¿Son reales los daños a la fauna marina?

La afirmación de la Casa Blanca de que los proyectos eólicos podrían estar matando ballenas fue desmentida por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), que no encontró vínculos entre las muertes de cetáceos y las actividades de la energía eólica offshore.

Además, organizaciones de conservación como la Sociedad Nacional Audubon y la Oceana han manifestado su apoyo al desarrollo eólico responsable, argumentando que el cambio climático representa una amenaza mucho mayor para la biodiversidad que los aerogeneradores.

La política energética en EE. UU.: ¿avance o retroceso?

La energía eólica offshore no es nueva: en Europa se viene implementando desde hace tres décadas y países como Dinamarca, Reino Unido y Alemania cubren más del 20% de su demanda eléctrica con esta fuente. Asia, particularmente China, también ha acelerado su desarrollo.

Sin embargo, en EE. UU., el avance ha sido desigual debido a:

  • Costos elevados de infraestructura
  • Dificultades logísticas para desarrollar una cadena de suministro nacional
  • Burocracia reglamentaria y permisos que tardan años
  • Volatilidad política en cada administración

Durante su primer mandato, Donald Trump promovió abiertamente los combustibles fósiles y criticó en varias ocasiones a las turbinas eólicas, incluso alegando (sin evidencia) que generaban cáncer. Uno de sus primeros actos al asumir nuevamente el poder fue suspender la entrega de permisos y préstamos federales para nuevos proyectos eólicos.

Empire Wind y el futuro energético de Nueva York

En el contexto estatal, Nueva York tiene una de las políticas más ambiciosas del país en cuanto a transición energética. La Ley de Liderazgo Climático y Protección Comunitaria de 2019 establece que el estado debe obtener el 70% de su electricidad de fuentes renovables para 2030 y alcanzar la neutralidad de carbono para 2050.

Con proyectos como Empire Wind o South Fork Wind (una planta de 12 turbinas ya operativa desde 2023), el estado busca cubrir 9 GW de capacidad eólica offshore para 2035.

“El futuro económico de Nueva York será impulsado por energía limpia y abundante que ayude a nuestros hogares y negocios a prosperar”, declaró la gobernadora Kathy Hochul tras la reanudación de Empire Wind.

El papel de Equinor y la influencia europea

Equinor, que también opera parques eólicos offshore en el Mar del Norte, desempeña un papel de pionero internacional. La fuerte presencia del Estado noruego en la empresa (67%) hace que este proyecto trascienda lo empresarial para convertirse en una apuesta diplomática y geopolítica.

El CEO de Equinor, Anders Opedal, expresó su alivio y agradecimiento por la resolución del conflicto, reconoció el apoyo internacional y elogió la colaboración de sindicatos y funcionarios estadounidenses:

“Apreciamos que la obra pueda reanudarse. Este proyecto simboliza nuestro compromiso con la entrega de energía y la creación de empleos locales.”

Según analistas de Bloomberg y la Agencia Internacional de Energía (IEA), Estados Unidos debe cuadruplicar su actual ritmo de instalación de renovables si quiere cumplir sus compromisos del Acuerdo de París. Esto pasa inevitablemente por destrabar conflictos como los vividos por Empire Wind.

Una decisión emblemática y una advertencia política

El caso de Empire Wind representa mucho más que la reanudación de un proyecto energético: muestra la fragilidad de las inversiones en energías limpias frente a los vaivenes políticos y cómo una simple firma puede poner en peligro años de trabajo técnico, planificación ambiental y empleos regionales.

El simbolismo es potente: una empresa extranjera, respaldada por un país que ha logrado una transición energética ejemplar, tratando de acercar ese modelo a un Estados Unidos dividido políticamente en cuanto al rumbo ecológico.

¿Y ahora qué?

Con Empire Wind retomando velocidad, la gran pregunta ahora es: ¿qué ocurrirá con el resto de los proyectos eólicos pendientes en el país? Según el Buró de Gestión de Energía Oceánica, hay más de 40 iniciativas en revisión o construcción en EE. UU.

La acción del gobierno federal en estos próximos meses sentará un precedente clave: seguir con una política errática o comprometerse, por fin, a un futuro renovable. Y el reloj climático no espera.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press