Polémicas, monedas digitales y poder político: el nuevo triángulo de fuego en Estados Unidos
Entre fotografías malinterpretadas, criptomonedas reguladas y debates sobre beneficios alimentarios, el poder y la controversia se cruzan en la era Trump
Una imagen en la arena: ¿simple arte o incitación velada?
Lo que parecía un paseo tranquilo por la playa para James Comey, exdirector del FBI, se convirtió rápidamente en un torbellino político. Una foto de conchas marinas organizadas con los números 86 47 desató una tormenta digital. Estos números, aparentemente inocuos, fueron interpretados por muchos como un llamado a la violencia contra Donald Trump, el presidente número 47 de Estados Unidos.
Comey, quien fue despedido por Trump en 2017 en medio de la investigación sobre la posible injerencia rusa en las elecciones, explicó durante una presentación en Barnes & Noble que no hubo intención alguna de sugiriendo nada violento. Aún así, fue entevistado por el Servicio Secreto. "Fue un poco una distracción, honestamente", dijo con un suspiro resignado.
El término '86' tiene un origen interesante. Utilizado en el argot de los trabajadores de restaurantes en EE. UU., significa rechazar o eliminar algo. El diccionario Merriam-Webster también reconoce que en contextos recientes, puede significar "matar". Esto alimentó las teorías en redes sociales, aceleradas por comentarios incendiarios del propio Trump: “Un niño sabe lo que eso significa,” dijo en Fox News.
Aunque Comey eliminó la imagen poco después, el daño ya estaba hecho. El incidente evidencia cómo incluso gestos triviales pueden volverse potenciales armas políticas en la era digital.
Stablecoins: el criptoimperio de Trump y el Senado
En paralelo a este drama semiótico, el Senado de EE. UU. avanza hacia la regulación de las stablecoins, una forma de criptomoneda fuertemente ligada al dólar estadounidense u otros activos reales. Esta legislación, que sobrevivió un bloqueo previo por parte de los demócratas, amenaza con reconfigurar las reglas del juego financiero y político.
La votación para avanzar el proyecto fue 66-32, una cifra rotunda que muestra el creciente poder de la industria cripto. Se estima que gastó millones en elecciones recientes y ha creado una poderosa influencia en Washington con miras a las legislativas del próximo año.
El contexto es relevante: Trump y sus allegados están involucrados en al menos dos proyectos de criptomonedas —incluido un stablecoin llamado USD1— y ya han generado más de 320 millones de dólares en comisiones, según la firma Chainalysis.
La preocupación ética de demócratas clave
Senadores como Elizabeth Warren han elevado la voz ante lo que consideran un riesgo gigantesco de corrupción institucional. “El proyecto de ley facilita la corrupción financiera de Trump y convierte al presidente en el regulador de su propio producto financiero”, declaró semanas antes del avance legislativo.
El proyecto, sin embargo, incluyó enmiendas que fortalecen la supervisión de emisores extranjeros y prohíben a gigantes tecnológicos como Meta y Google emitir sus propias criptomonedas. También se agregó una sección que limita la participación del Congreso en estos activos, aunque Warren considera que estas medidas siguen siendo insuficientes.
La estabilidad monetaria en juego: ¿qué son las stablecoins?
- Las stablecoins representan un nicho especial de criptomonedas.
- Están diseñadas para evitar la volatilidad de criptos como Bitcoin o Ethereum.
- Se respaldan con activos como USD o oro, lo cual las hace atractivas para pagos y contratos estables.
- El mercado de stablecoins ya supera los $250 mil millones.
La rápida popularidad de estas monedas ha despertado alarmas sobre fraudes, volatilidades ocultas, impacto económico y posibles esquemas ponzi. En este sentido, el Congreso busca una regulación federal que permita claridad jurídica y control sobre estas plataformas financieras.
Nebraska, pionero en restricciones alimentarias para beneficiarios del SNAP
Y mientras el Capitolio hablaba de monedas digitales, el Departamento de Agricultura aprobaba un cambio histórico en otra dimensión del gasto federal: los subsidios a los alimentos. Nebraska se convirtió en el primer estado autorizado para prohibir la compra de refrescos y bebidas energéticas con los fondos del programa SNAP (antes conocido como cupones de alimentos).
“No hay una sola razón válida para que los contribuyentes financien el consumo de bebidas azucaradas”, dijo el gobernador Jim Pillen. La medida afectará a alrededor de 152,000 personas en el estado.
Otros seis estados —Arkansas, Colorado, Indiana, Iowa, Kansas y Virginia Occidental— han solicitado waivers similares, buscando controlar el tipo de bienes que se compran con ayuda pública.
¿Quién define la nutrición?: el debate ético y político detrás del SNAP
Los defensores de los derechos alimentarios denuncian que estas medidas son un intento paternalista de imponer control moral sobre las decisiones alimentarias de los más vulnerables. “Los enfoques basados en castigos sólo suman costos, estigmas y más hambre”, comentó Gina Plata-Niño del Food Research & Action Center.
Este programa federal, que maneja cerca de $100 mil millones anuales y alcanza a 42 millones de estadounidenses, opera bajo la Food and Nutrition Act de 2008. Aunque esa ley prohíbe comprar alcohol, tabaco y comidas calientes preparadas, deja un amplio margen para otros productos.
A lo largo de los años se han propuesto prohibiciones que van desde el agua embotellada hasta los “cortes de lujo” de carne. La oposición del USDA siempre había sido clara, aduciendo que las restricciones eran caras, difíciles de aplicar y no garantizaban mejoras en salud pública. Pero la narrativa parece estar cambiando, apuntalada por una visión de control fiscal y salud pública conservadora.
El nuevo eje político: Trump, dinero digital y control simbólico
Lo que une estas tres historias —la fotografía de Comey, la legislación de stablecoins y los cambios en SNAP— es más que la figura de Donald Trump. Es el resurgimiento de una política basada en el control simbólico, la instrumentalización del aparato federal y la fijación por dominar el espacio ideológico y cultural.
Trump, aun fuera de la Casa Blanca, sigue definiendo la conversación. Ya sea por lo que Comey publica, por los productos que legisla o por lo que miles de familias tienen permitido comprar, su nombre sigue siendo central.
Y lo más preocupante es que en esta nueva era, donde arte, dinero y alimentos se entrelazan con la política como nunca antes, la línea entre libertad, regulación y manipulación se vuelve cada vez más borrosa.