Sequía extrema en Siria: El manantial de Ein al-Fijeh, al borde del colapso

El histórico manantial que abastece a Damasco enfrenta su nivel más bajo desde 1956, dejando a millones de personas sin acceso regular al agua potable

El manantial que ha alimentado a Damasco durante milenios

Ubicado en el pintoresco valle de Barada, Ein al-Fijeh ha sido durante siglos una fuente vital de agua para la capital siria, Damasco. Con origen en las ruinas de un templo romano, este manantial no solo representa una maravilla natural, sino también un patrimonio histórico de valor incalculable.

Durante milenios, el manantial ha fluido generosamente, proveyendo el 70% del agua potable a una población de al menos 5 millones de personas, incluyendo los suburbios que rodean la capital. Sin embargo, tras la que ha sido la temporada más seca desde al menos 1956, Ein al-Fijeh enfrenta un colapso histórico.

Una sequía sin precedentes

He trabajado en el manantial durante 33 años, y nunca lo había visto así de seco”, relató Hassan Bashi, un guardia que también opera los sistemas de bombeo y filtrado de agua. Las imágenes grabadas por Bashi en años anteriores muestran túneles llenos de agua e incluso una ligera corriente desbordando el templo romano. Hoy, esos mismos túneles están reducidos a un simple hilillo de agua.

La escasez se debe principalmente a una drástica reducción de las precipitaciones y el deshielo procedente de las montañas situadas en la frontera con el Líbano. Ahmad Darwish, jefe de la Autoridad de Abastecimiento de Agua de la Ciudad de Damasco, advirtió: “La primavera está funcionando ahora a su nivel más bajo. Nos enfrentamos al año con la menor lluvia desde 1956”.

Un legado hidrológico en peligro

Desde la antigüedad, los sistemas de canalización del manantial han sido mejorados en varias ocasiones: primero por los romanos hace más de 2.000 años, luego en 1920 y finalmente en 1980. Actualmente hay alrededor de 1.1 millones de hogares conectados directamente a este recurso natural.

A pesar de estas infraestructuras profundamente establecidas, los efectos del cambio climático y la falta de mantenimiento debido al conflicto armado, están poniendo en riesgo toda la red de suministro.

El rostro humano de una crisis hidrológica

En el distrito oriental de Abbasids, en Damasco, Bassam Jbara relata que su vecindario solo recibe agua durante aproximadamente 90 minutos al día. “Antes, simplemente abríamos el grifo y había agua todo el día. Ahora solo llega brevemente, y a veces ni siquiera podemos bombearla al techo por los cortes de electricidad”, lamenta Jbara.

En una ocasión, tuvo que comprar 5 barriles de agua no potable por 15 dólares, un golpe económico considerable en un país donde muchos sobreviven con menos de 100 dólares mensuales. “Nos dirigimos hacia un verano muy difícil”, advierte con preocupación.

Los efectos colaterales del conflicto armado

Durante los 14 años del conflicto civil en Siria, Ein al-Fijeh fue escenario de intensos enfrentamientos entre fuerzas del régimen de Bashar al-Assad e insurgentes. Uno de los momentos críticos fue en 2017, cuando el gobierno retomó el control del área sólo para perderlo luego con el colapso del régimen en diciembre del mismo año. Esta inestabilidad ha contribuido al deterioro de la infraestructura del manantial.

Tarek Abdul-Wahed, un residente que volvió a su hogar cerca del manantial después de casi ocho años, comenta entre ruinas: “Ein al-Fijeh es la única arteria de agua para Damasco. Antes venía gente de todo el país durante el verano. Ahora, todo se ve como un desierto”. Actualmente trabaja en la reconstrucción del restaurante que poseía, en un intento de devolver la vida al área.

Camiones cisterna: la nueva normalidad

Ante la escasez del manantial, el acceso al agua potable depende crecientemente de camiones cisterna privados que extraen agua de pozos locales. Estos camiones son caros e insuficientes. Además, muchos de estos pozos no están garantizados sanitariamente, lo que presenta nuevos problemas de salud pública.

Este modelo no es sostenible. Las autoridades piden a los ciudadanos racionar el agua en todas las actividades cotidianas: desde ducharse hasta lavar los platos. Cada gota cuenta.

Una amenaza para el futuro

La disminución de las precipitaciones no es un fenómeno aislado. Según la IPCC, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU, el Mediterráneo oriental es una de las regiones más vulnerables al cambio climático. El informe de 2021 advierte que países como Siria enfrentarán un futuro marcado por olas de calor, menor precipitación y sequías más prolongadas.

Darwish advierte que si las condiciones actuales continúan, la ciudad podría recibir agua sólo una o dos veces por semana durante el verano. La falta de inversión en infraestructura y mantenimiento, agravada por la guerra, ha convertido una amenaza natural en una catástrofe humanitaria.

Soluciones urgentes y pendientes

Actualmente, no hay una estrategia gubernamental clara para restaurar el flujo del manantial. Se han discutido algunas posibles soluciones:

  • Rehabilitación de canales antiguos y nuevas infraestructuras hidráulicas
  • Desalinización como medida alternativa
  • Cosecha de lluvia y almacenamiento en cisternas comunitarias
  • Campañas masivas de concienciación sobre el ahorro de agua

Sin embargo, estas opciones requieren un grado de estabilidad territorial, inversión y planificación a largo plazo que Siria, en su situación actual, no puede garantizar.

¿Un colapso irreversible?

Mientras los responsables advierten sobre limitar el consumo, y los ciudadanos luchan por adaptarse a la nueva realidad, el manantial de Ein al-Fijeh continúa disminuyendo. La ciudad que una vez fue famosa por sus aguas puras y abundantes podría estar al borde de una crisis hídrica sin retorno, marcando un antes y un después en la historia ambiental de Siria.

Ein al-Fijeh ya no es solo una fuente de agua. Es un espejo de lo que puede suceder cuando la historia, la crisis climática y el conflicto convergen en un mismo punto, afectando a millones de personas.

Esperamos que vuelvan los buenos tiempos”, dice Abdul-Wahed, mientras vigila un manantial que alguna vez fue símbolo de vida y cultura, y que hoy clama por sobrevivir.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press