¿Una banda de hip-hop o activistas radicales? El caso Kneecap y la delgada línea entre arte y política
La polémica en torno al grupo irlandés Kneecap reabre el debate sobre la libertad de expresión, la cultura gaélica y los límites entre provocación artística y apología al terrorismo
Kneecap, el grupo irlandés de hip-hop que ha ganado atención por su mezcla rebelde de arte, protesta e identidad, vuelve a estar en el centro de la tormenta. Esta vez, por cargos de terrorismo en Reino Unido tras una supuesta exhibición de una bandera de Hezbollah durante un concierto. ¿Se trata de performance político? ¿De un crimen? ¿O de una campaña de censura contra el activismo artístico?
¿Quiénes son Kneecap?
Originarios de Belfast, Kneecap es un trío de rap que ha dinamizado la escena musical en lengua irlandesa con letras cargadas de provocación, sátira y comentarios sociales. Desde su aparición, han sido elogiados por revitalizar el idioma gaélico entre jóvenes en una región históricamente dividida entre unionistas británicos y nacionalistas irlandeses.
La banda está compuesta por Mo Chara (nombre artístico de Liam Óg Ó hAnnaidh), Móglaí Bap y DJ Próvaí. En su declaración de principios como banda destacan: “Decimos lo que pensamos. Nuestra música es nuestro altavoz. Si te incomoda, entonces piensa por qué”.
Su estilo combina trap, hip-hop y punk con políticas anticoloniales, drogas, referencias locales y un uso intensivo del gaélico. De inmediato, se ganaron tanto admiradores como detractores. Y no solo en Irlanda.
La acusación de terrorismo: ¿puede el arte ser delito?
El 21 de noviembre de 2024, durante un concierto en el Kentish Town Forum de Londres, según la Metropolitan Police, Liam Óg Ó hAnnaidh habría ondeado una bandera de Hezbollah, una organización proscrita por el Reino Unido desde 2019.
Esto ha sido considerado una violación al Terrorism Act, legislación antiterrorista que penaliza la expresión de apoyo a estos grupos. La policía ha confirmado que Ó hAnnaidh fue acusado formalmente y deberá comparecer en tribunales el 18 de junio de 2025.
Además, otros conciertos de la banda están siendo investigados por supuestos gritos de apoyo a Hamas y llamados a la violencia contra políticos. Kneecap respondió diciendo que “nunca han apoyado a Hamas ni Hezbollah” y acusaron a figuras del “establishment” de tomar frases fuera de contexto para generar “una histeria moral manufacturada”.
¿Censura política o acto de irresponsabilidad?
Uno de los elementos más complejos del caso es determinar si Kneecap cruzó la línea entre manifestación política y apología del terrorismo. Aquí entramos en un campo resbaladizo, donde Reino Unido ya ha sido criticado por utilizar la etiqueta de 'terrorismo' para criminalizar expresiones políticas, especialmente nacionalistas o islamistas.
“La libertad artística no debe utilizarse como escudo para glorificar organizaciones violentas”, argumentan los defensores de la medida policial. Mientras que organizaciones de derechos civiles, como Liberty, han advertido sobre el creciente uso de leyes antiterroristas contra manifestantes y artistas.
Identidad irlandesa e idioma gaélico: una lucha histórica
Más allá del suceso en sí, la controversia se inscribe en un contexto más amplio: el uso del idioma irlandés como símbolo de resistencia. En Irlanda del Norte, el gaélico ha sido durante años un motivo de división, vistos por unionistas como una imposición cultural y por nacionalistas como un derecho ancestral.
Kneecap canta íntegramente o parcialmente en irlandés, y eso ya los convierte en un gesto político. En una región donde aún se discute si deben existir señales bilingües o si los funcionarios pueden prestar juramento en gaélico, su éxito golpea directamente las fibras sensibles de la estructura política.
Kneecap, la película y Glastonbury: más atención, más controversia
En 2024 estrenaron una película semibiográfica titulada “Kneecap”, una cinta desbordante de sexo, drogas, violencia y sátira política con un guión libremente inspirado en sus orígenes. Dirigida por Rich Peppiatt, ganó el premio del público en el Festival de Sundance y fue preseleccionada por Irlanda para los Óscar en la categoría de película extranjera.
Como si eso no bastara, Kneecap fue anunciado como parte del cartel del Festival de Glastonbury 2025. Pero varios parlamentarios británicos, especialmente del Partido Conservador, han presionado para cancelar su participación, alegando que promueven odio y violencia.
Uno de estos, el diputado Andrew Rosindell, expresó: “No podemos permitir que se glorifique el terrorismo bajo el disfraz del arte. El festival debe repensar esa decisión”.
¿Quién define los límites del arte político?
Durante la historia, muchos artistas han sido perseguidos por lo que han dicho en sus obras: desde The Sex Pistols y Bob Marley hasta Pussy Riot. En el caso de Kneecap, la pregunta no es solo si ondear una bandera debería considerarse delito, sino también quién decide si un acto es una provocación artística o una amenaza a la seguridad.
Los analistas culturales irlandeses señalan que Kneecap es parte de una nueva ola de resistencia juvenil que no se alinea con los partidos tradicionales sino que usa ironía y provocación para incomodar. Su éxito revela algo más profundo: una juventud que quiere desafiar los marcos establecidos y reabrir el debate sobre injusticias históricas aún sin resolver.
¿Qué dice la ley británica?
El Terrorism Act de 2000 establece que es un delito mostrar públicamente apoyo a organizaciones consideradas terroristas, incluyendo el uso de banderas, vestimenta o símbolos asociados. Desde 2019, toda la organización Hezbollah (no solo su brazo armado) está proscrita en Reino Unido.
Pero expertos como Shami Chakrabarti, exdirectora de Liberty y miembro de la Cámara de los Lores, han expresado que tal amplitud en la redacción de la ley permite criminalizar opiniones políticas o incluso actos humorísticos.
“Si no hay una amenaza real o incitación genuina a la violencia, estaríamos pateando peligrosamente el terreno de la censura gubernamental”, advirtió en una entrevista con The Guardian.
¿Un juicio simbólico?
Ó hAnnaidh será juzgado el 18 de junio, pero el proceso ya ha provocado un juicio mediático y cultural mucho más amplio. Sea que el cargo prospere o no, este caso pasará a la historia como uno de los más controvertidos entre la intersección del arte combativo, la identidad nacional y las leyes antiterroristas.
Y en medio de todo, Kneecap sigue ganando atención. Como ironizaban en una reciente entrevista: “Nos quieren cancelar, pero nos están dando promoción gratis”.
La cultura como trinchera de lucha
Los conflictos culturales nunca son inocentes. Sean símbolos, idioma o música, lo que está en disputa es la capacidad de una comunidad para contar su historia desde su propia voz. Kneecap, con su desparpajo, irreverencia e incluso imprudencia, está forzando a la sociedad a preguntarse dónde están los límites del arte, y si esos límites los impone el gobierno o el pueblo.
Mientras tanto, las entradas a sus conciertos se agotan. ¿Víctimas perseguidas o incendiarios sin filtro? El tribunal decidirá en lo legal. El público, ya lo está haciendo en lo cultural.