La subasta de la historia: reliquias de Abraham Lincoln vendidas para saldar una deuda millonaria
Un par de guantes ensangrentados usados la noche del asesinato de Lincoln, entre las piezas que recaudaron casi $8 millones en una polémica y nostálgica venta
Una puja histórica… y un tanto agridulce
El pasado miércoles, la casa de subastas Freeman’s | Hindman en Chicago fue testigo de una venta tan asombrosa como controvertida: tesoros personales del presidente Abraham Lincoln cambiaron de manos por millones de dólares. Entre estos, un par de guantes de cuero manchados de sangre que el presidente llevaba en su bolsillo la noche que fue asesinado en el Teatro Ford el 14 de abril de 1865.
Los 144 objetos subastados, de los cuales se vendieron 136, recaudaron un total de $7.9 millones de dólares. Esta cifra incluye los recargos por prima al comprador (alrededor del 28% del valor de cada venta). El artículo más valioso fue justamente ese par de guantes, que se vendieron por 1.52 millones de dólares. Otro pañuelo que Lincoln portaba esa misma noche fue vendido por $826,000.
¿Por qué se subastaron estas piezas del patrimonio estadounidense?
La venta fue impulsada por la Lincoln Presidential Foundation como un último recurso para saldar una deuda acumulada por más de 20 años. En 2007, la fundación había adquirido una colección de 1,540 objetos relacionada con el 16.º presidente de Estados Unidos a un coleccionista privado de California, Louise Taper. Este ambicioso movimiento fue parte del esfuerzo por enriquecer al recientemente inaugurado Abraham Lincoln Presidential Library and Museum en Springfield, Illinois, que abrió sus puertas en 2005.
El objetivo era dotar al museo —ya fuerte en manuscritos y documentos— de elementos más tangibles y emocionantes capaces de atraer turistas y fortalecer el vínculo emotivo con Lincoln. Sin embargo, los ingresos esperados por donaciones y campañas no llegaron como se preveía, y pronto se comenzó a hablar de reestructuraciones y ventas parciales.
La joya que nunca fue
En su momento, el objeto más célebre de la colección fue un sombrero de copa alta que supuestamente pertenecía a Lincoln y que había sido valorado en 6 millones de dólares. Esta historia, sin embargo, se vino abajo cuando en 2019 una investigación patrocinada por el estado de Illinois concluyó que no existía ninguna evidencia sólida que conectara el sombrero con el presidente. Ese objeto, sospechosamente inauténtico, no fue parte de la subasta.
Los objetos más destacados subastados
- Guantes de cuero ensangrentados de la noche del asesinato: $1.52 millones
- Pañuelo personal usado por Lincoln en la misma noche: $826,000
- Póster de búsqueda “Wanted” con fotos de los conspiradores del asesinato, incluyendo a John Wilkes Booth: $762,500 (estimado máximo: $120,000)
- Ejemplar más antiguo conocido de la caligrafía de Lincoln (1824, cuaderno escolar): $521,200
¿Qué pasó con el dinero recaudado?
Según la fundación, el dinero se destinará a saldar la deuda restante de 8 millones de dólares y, de haber fondos sobrantes, estos serán derivados a preservar el resto de la colección. La página web de la fundación sostiene su compromiso de continuar enriqueciendo la experiencia cultural e histórica que ofrece el museo ubicado en Springfield, la ciudad que Lincoln adoptó como hogar mientras ejercía como abogado y político.
El legado de la controversia
Esta situación reabre un debate crucial: ¿hasta qué punto las instituciones públicas pueden depender de préstamos y subvenciones privadas para fortalecer el patrimonio cultural? La subasta no fue solamente una transacción económica; fue vista por muchos como un acto desesperado de rescate financiero que separó para siempre algunas de las piezas más íntimas de la vida de Lincoln de su contexto original y público.
Distintos expertos en preservación del patrimonio expresaron su tristeza al respecto. El historiador James Cornelius, excurador del museo, declaró que “estos objetos eran anclas vivas del pasado. Verlos dispersarse por el mundo es perder parte de nuestra memoria colectiva”.
El eterno atractivo de Lincoln
La fascinación por Abraham Lincoln no ha menguado con los años. Según datos del National Park Service, el Lincoln Home National Historic Site en Springfield recibe alrededor de 250,000 visitantes anuales. Sus objetos personales, especialmente los relacionados con su asesinato, poseen una carga simbólica inmensa. No es casual que los guantes con su sangre hayan sido el artículo más codiciado. Representan el final abrupto de una figura considerada por muchos el mejor presidente de la historia estadounidense.
En un sorprendente contraste, las altísimas cifras de venta confirmaron que el mercado de recuerdos históricos —a menudo criticado por su elitismo y mercantilismo— sigue en auge. Incluso los críticos más duros deben reconocer que los coleccionistas privados están dispuestos a pagar cifras astronómicas por estos fragmentos únicos del pasado.
¿Qué significa esto para el futuro del patrimonio histórico?
Esta subasta podría marcar un antes y un después. No solo ha expuesto la vulnerabilidad financiera de instituciones clave como museos presidenciales, sino que también ha revelado la necesidad de implementar políticas más sólidas de protección cultural y financiera.
¿Debería el gobierno federal intervenir para proteger piezas históricas de esta relevancia nacional? Algunos legisladores de Illinois ya están proponiendo enmiendas para que objetos adquiridos con apoyo público no puedan terminar en subastas privadas. Es un debate abierto, y lo que está en juego no es dinero, sino la memoria compartida del país.
Epílogo: entre la nostalgia y la crítica
La imagen de los guantes manchados de Lincoln, subastados al mejor postor, nos obliga a reflexionar sobre cómo una nación cuida (o desatiende) los símbolos de su identidad. La subasta puede haber sido necesaria desde un punto de vista financiero, pero sin duda ha dejado una marca dolorosa para quienes entienden que el patrimonio no debería tener precio de subasta, sino valor histórico compartido.
Con esta venta, el legado físico de Lincoln se atomiza y se transforma en posesiones individuales, dispersas quizás por cajas fuertes privadas, alejadas del acceso del público que alguna vez soñó con tocarlas, verlas y entender desde allí la magnitud de su historia.
En un país aún fracturado por tensiones políticas e ideológicas, perder símbolos de unidad como estos es más que una pérdida cultural: es una renuncia silenciosa a construir una memoria accesible para todos.