Trump, Ramaphosa y la gran escenificación de los crímenes en Sudáfrica: ¿diplomacia o política espectáculo?
En un tenso encuentro en la Casa Blanca, Donald Trump confronta al presidente sudafricano Cyril Ramaphosa con un montaje mediático sobre violencia contra granjeros blancos. ¿Realidad, manipulación o estrategia de campaña?
Una visita diplomática convertida en show
Lo que debió haber sido una gira diplomática normal del presidente sudafricano Cyril Ramaphosa a Washington terminó como una puesta en escena al estilo Trump. En plena Oficina Oval, el expresidente estadounidense Donald Trump ordenó bajar las luces para proyectar un video que pretendía mostrar persecuciones y asesinatos cometidos contra granjeros blancos en Sudáfrica.
El clip mostraba a políticos sudafricanos —ninguno del partido ni del gobierno de Ramaphosa— usando cánticos históricos anti-apartheid que, aunque incendiarios, según ellos no deberían tomarse literalmente. Trump, sin embargo, los presentó como evidencia de un supuesto genocidio contra los blancos en Sudáfrica, mostrando incluso imágenes de cruces blancas que, afirmó, representaban a “granjeros asesinados”.
¿De qué estamos hablando realmente?
Estos señalamientos no son nuevos y, ciertamente, no están basados en evidencia concreta. Grupos conservadores en Estados Unidos llevan años amplificando teorías infundadas sobre el exterminio sistemático de agricultores blancos en Sudáfrica. Esta propaganda, promovida incluso por figuras televisivas y redes de ultraderecha, ha sido catalogada como falsa por múltiples organizaciones de verificación de datos.
Según AfriForum, una organización afrikaner que denuncia la violencia rural, alrededor de 59 personas fueron asesinadas en ataques a granjas en Sudáfrica durante 2023. Para ponerlo en contexto, Sudáfrica tuvo más de 27,000 homicidios en total en el mismo año. El porcentaje relativo de granjeros blancos afectados es reducido y no se considera, desde una perspectiva estadística, una campaña genocida.
El factor racial y la herencia del apartheid
Sudáfrica sigue lidiando con el peso histórico del apartheid —un sistema institucionalizado de segregación racial que gobernó oficialmente hasta 1994. Desde entonces, el país ha hecho grandes esfuerzos por reconciliarse y construir una sociedad más igualitaria, aunque la desigualdad económica persiste. Muchos granjeros blancos aún poseen vastas extensiones de tierra heredadas del viejo régimen, lo que es fuente constante de tensiones.
Ramaphosa ha reconocido que hay violencia en zonas rurales, pero ha reiterado que no existe una persecución racial. En la reunión con Trump, incluso intentó rebajar la temperatura del discurso señalando que “todos los sudafricanos sufren inseguridad”, no sólo los blancos.
Entradas dramáticas y estrellas invitadas
Lejos de calmar el tono, Trump trajo papeles impresos con reportes y estudios (no verificados) y recurrió a un lenguaje catastrofista: “Death. Death. Horrible death”, exclamó, haciendo de la escena algo más propio de un thriller político que de una cumbre internacional.
Por si fuera poco, utilizó como respaldo personajes inesperados: los famosos golfistas sudafricanos Ernie Els y Retief Goosen, así como el empresario Johann Rupert, el hombre más rico de Sudáfrica, quien admitió que existen problemas de seguridad, pero rechazó categóricamente la narrativa de exterminio.
¿Por qué esta narrativa? ¿Y por qué ahora?
La insistencia de Trump en este tema parece responder más a intereses políticos domésticos que a preocupaciones por la situación sudafricana. Según varios analistas, este tipo de discursos apelan a su base electoral nacionalista y blanco-conservadora que cree en teorías como la “gran sustitución”, el temor infundado de que las élites promueven la desaparición cultural y física de los blancos.
Además, Trump ha acogido en su país a decenas de inmigrantes sudafricanos blancos como “refugiados de persecución”, dándoles un protagonismo mediático desproporcionado. Desde 2016, esta ha sido una narrativa recurrente en su discurso: la defensa de la civilización occidental frente a supuestas amenazas externas, sean musulmanes, inmigrantes mexicanos o, ahora, gobiernos africanos.
El rol de Elon Musk, otro actor inesperado
Durante el encuentro, se mencionó también a Elon Musk. El magnate de origen sudafricano alegó que su empresa, Starlink, no podía operar en Sudáfrica porque, según él, no se le otorgaban licencias por ser blanco, una afirmación que no ha sido respaldada oficialmente.
Johann Rupert replicó con otra pieza más de normalidad: “Construyo casas para mis nietos en mi granja y muchas noches me voy a dormir sin cerrar la puerta con llave”.
Ramaphosa: diplomacia paciente en tiempos de espectáculo
Ramaphosa no entró en directas confrontaciones. Se mantuvo sereno, incluso cuando el tono de Trump aumentaba. Al final de la reunión declaró: “Espero no haberlos decepcionado por no haber ofrecido más drama”. Un periodista le replicó: “Eso fue dramático para todos en la sala”.
Su habilidad para sortear esa situación poco convencional sin comprometer la imagen externa de Sudáfrica demuestra tanto su experiencia como su comprensión del tipo de teatrillo político que Trump monta frente a las cámaras.
Un viejo guion: Trump y el sensacionalismo
Esta reunión nos recuerda una constante durante el gobierno de Trump: la instrumentalización del dolor ajeno en función de objetivos políticos. No fue la primera vez que utilizó el espacio de la Oficina Oval para montar momentos dramáticos que luego sirvieran en clips virales para su base. En 2019, llevó a familiares de víctimas de inmigrantes ilegales a presentar sus historias como argumento para el muro fronterizo.
La estrategia es efectiva para polarizar y reforzar una narrativa de “nosotros contra ellos” ante una base que desconfiaba de los medios y de las instituciones, y que encontraba en el carisma de Trump una suerte de “voz directa” de la verdad.
¿Sudáfrica como víctima o como instrumento?
La actitud de Trump plantea interrogantes mucho más profundos: ¿realmente le importa Sudáfrica, o su sufrimiento selectivo es sólo otro instrumento de manipulación mediática? Un país con un pasado tan complejo, que aún busca equilibrio entre justicia e igualdad, no se beneficia de ser usado como bala de cañón en guerras culturales importadas.
Ramaphosa, luciendo diplomático, no desmintió a Trump con dureza, quizás en un intento de evitar tensiones mayores con un aún influyente actor geopolítico. No obstante, dejó claro que su país merece ser comprendido, no caricaturizado.
Reacciones globales
- Al Jazeera calificó la reunión como “una extraña distorsión de la realidad sobre Sudáfrica”.
- The Guardian denunció la manipulación de datos y el uso de clip fuera de contexto.
- La Fundación Nelson Mandela emitió un comunicado llamando a líderes internacionales a dejar de avivar llamas raciales con afirmaciones infundadas.
Cuando se utiliza a una nación extranjera como entretenimiento político, se reduce su compleja realidad a una narrativa de blanco y negro (literalmente), imposibilitando el verdadero diálogo. Por ahora, creemos que tanto Trump como sus seguidores merecen una mejor comprensión del mundo antes de intentar rediseñarlo desde su imaginación.