¿Por qué el sistema de tránsito aéreo de EE. UU. está al borde del colapso?
Una mirada crítica a las fallas tecnológicas recientes, los riesgos latentes y cómo la aviación estadounidense sobrevive gracias a sus sistemas redundantes
En las últimas semanas, una serie de fallos en los sistemas de radar y comunicaciones en uno de los aeropuertos más transitados de Estados Unidos ha encendido las alarmas sobre el estado del sistema de control aéreo del país. Con una infraestructura que depende aún de cables de cobre, hardware obsoleto y software lento, la seguridad en el cielo americano depende, en gran parte, de la habilidad humana y la redundancia.
Un sistema al borde del colapso
Los incidentes más preocupantes ocurrieron entre finales de abril y mayo en el sistema que controla los vuelos que entran y salen del Aeropuerto Internacional de Newark, Nueva Jersey. El terminal control team de Filadelfia, encargado de monitorear y guiar estos vuelos, perdió simultáneamente su capacidad de ver (vía radar) y comunicarse (vía radio) con las aeronaves durante segundos críticos, según reveló la FAA (Administración Federal de Aviación).
El 28 de abril y el 9 de mayo, los controladores sufrieron apagones completos de hasta 90 segundos en sus sistemas. Las pantallas quedaron en negro y las radios en silencio, una situación catastrófica en cualquier escenario moderno.
A esto se suma que los sistemas funcionan sobre una infraestructura que depende, en parte, de cables de cobre y conexiones lentas que deben ralentizar la señal cuando llega a los terminales para que los computadores antiguos de la FAA puedan procesarla. En un país que lidera en aeronáutica comercial y privada, esta situación parece sacada de otro siglo.
¿Qué tan segura es la aviación actualmente?
Irónicamente, lo que ha evitado tragedias es la misma razón por la que otros países miran con admiración la aviación estadounidense: los sistemas de respaldo redundantes y la formación integral de pilotos y controladores.
Jeff Guzzetti, exinvestigador de accidentes de la FAA y de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), declaró: "El riesgo de colisión pudo haber aumentado, pero no significativamente debido a la redundancia del sistema".
Y es cierto. Equipos como el ADS-B (Automatic Dependent Surveillance–Broadcast) siguen operando y proporcionando datos de posición a otras aeronaves cuando el radar falla. Además, los controladores y pilotos pueden emplear frecuencias de emergencia o sistemas de comunicación vía texto como el Digital ATIS o ACARS para recuperar el contacto.
La carga emocional sobre los controladores
No obstante, el factor humano tiene sus límites. Luego de los incidentes iniciales, entre cinco y siete controladores aéreos pidieron licencia por trauma. La presión y el estrés al perder contacto con decenas de aviones son insoportables, y ante el menor error, las consecuencias podrían ser fatales.
La incapacidad para operar al 100% derivó en una reducción forzosa de vuelos en Newark: de 38 o 39 operaciones por hora, el límite bajó a 28 despegues y aterrizajes. Las consecuencias se sintieron a nivel nacional, con cientos de vuelos cancelados o retrasados.
La opinión pública y el FAA
Chris Rocheleau, administrador interino de la FAA, publicó en X (antes Twitter): “Cuando ocurren interrupciones, ya sea por temas técnicos o falta de personal, la FAA siempre prioriza la seguridad, incluso si debemos ralentizar el número de aterrizajes y despegues”.
Pero su intento de tranquilizar al público ha sido percibido como insuficiente por muchos analistas y usuarios frecuentes. La realidad muestra que la infraestructura tecnológica aérea estadounidense está gravemente desactualizada.
Escenarios similares y medidas de contención
Los incidentes de pérdida de comunicación no son nuevos ni únicos de Newark. Cualquier aeropuerto puede sufrirlos. Por ello, todas las aeronaves cuentan con protocolos claros:
- Si se pierde contacto, el piloto debe continuar en la ruta e intensidad prescrita previamente.
- Después, debe intentar reconectarse a través de frecuencias de emergencia o contactar con otro centro de control.
- Si las radios no funcionan, algunos aeropuertos aún utilizan luces de señalización desde la torre para indicar si se puede aterrizar o no.
Además, los pilotos comerciales estadounidenses pasan por rigorosos entrenamientos cada seis meses. Tal como lo explica el Capitán Miles Morgan, de United Airlines: “Yo he volado por 30 años, tengo casi 18,000 horas de vuelo, y solo perdí comunicación una vez. No fue dramático porque seguimos el protocolo y resolvimos con la frecuencia de emergencia”.
¿Por qué no se moderniza el sistema?
La respuesta corta: dinero. A pesar de que Estados Unidos cuenta con presupuestos multibillonarios, las prioridades tecnológicas en sectores como defensa o seguridad nacional no siempre benefician al sistema de aviación civil.
Muchos de los equipos usados en los centros de control datan de las décadas de los 80 o 90. Según informes del Department of Transportation Inspector General, los esfuerzos de renovación como el programa NextGen avanzan a paso lento y se enfrentan a sobrecostos enormes.
Ecos económicos de la inseguridad aérea
Las fallas no afectan solo a la seguridad: también tienen un impacto económico directo. Según el informe de 2023 de Airlines for America, las interrupciones del tráfico aéreo costaron a las aerolíneas más de $2 mil millones solo en cancelaciones, reacomodaciones y pérdida de confianza por parte de los consumidores.
Además, el turismo, la logística de carga y hasta las finanzas corporativas sufren cuando se alteran vuelos clave en nodos como Newark, JFK o Chicago O’Hare.
La importancia de una infraestructura invisible
Este tema pone en el centro del debate la importancia de la infraestructura invisible. Poca gente piensa en los sistemas que gestionan nuestras vidas antes de que fallen: control de tráfico, energía eléctrica, sistemas de agua.
En el caso de la aviación, la eficiencia y seguridad extrema que disfrutamos, muchas veces sin vuelo demorado, depende de un puñado de profesionales y máquinas obsoletas funcionando en armonía milagrosa.
¿Qué deberíamos exigir?
Si la seguridad aérea es prioridad nacional, entonces:
- Se debe acelerar el proceso de modernización del equipamiento de la FAA.
- Se requieren más inversiones en infraestructura digital y cibernética para asegurar que fallas no se repitan.
- Los controles y auditorías deben ser frecuentes y transparentes.
- Y, sobre todo, se debe considerar a los controladores aéreos como personal estratégico, esencial, cuya salud mental debe estar protegida y supervisada.
¿Estamos volando hacia un futuro más seguro?
La respuesta realista es: todavía no. El sistema estadounidense se mantiene por la combinación de múltiples capas de seguridad y el compromiso de miles de profesionales. Pero la tensión aumenta y el margen de error disminuye día a día.
Como dijo un controlador aéreo en una grabación de mayo, recogida por liveATC.net: “Nuestras pantallas se apagaron otra vez. Si te importa esto, contacta a tu aerolínea y presiona para que arreglen esto”. Un grito de advertencia entre frecuencias, entre silencios técnicos, entre líneas de código desactualizado. El cielo, por ahora, sigue siendo seguro. Pero la pregunta correcta es: ¿hasta cuándo?