El atentado frente al Museo Judío de Washington: una herida abierta en tiempos de tensión
El asesinato de dos jóvenes diplomáticos israelíes despierta temores globales y reaviva las tensiones geopolíticas entre Irán, Israel y Estados Unidos
Por Redacción
Una tragedia que trasciende la diplomacia
Lo que parecía ser una noche de celebración para jóvenes diplomáticos en Washington D.C. terminó en tragedia. El martes 22 de mayo de 2025, dos empleados de la Embajada de Israel, Sarah Milgrim y Yaron Lischinsky, fueron asesinados a tiros cuando salían de un evento en el Capital Jewish Museum. El atacante, mientras era arrestado, gritaba “Free Palestine”, encendiendo alarmas en todos los sectores diplomáticos del mundo.
Las víctimas no eran simples burócratas: eran jóvenes comprometidos, con ideales de paz, cooperación cultural y diálogo interreligioso. Lischinsky, un cristiano alemán-israelí, y Milgrim, estadounidense y judía, representaban la convergencia de culturas y la posibilidad de un puente entre realidades en conflicto. Iban a comprometerse dentro de pocos días, en un viaje planeado a Jerusalén.
¿Quiénes eran Sarah Milgrim y Yaron Lischinsky?
Yaron Lischinsky: un puente entre religiones
Yaron trabajaba como asistente de investigación en la Embajada de Israel. Su pasión era el análisis político del norte de África y Oriente Medio. Según su perfil en LinkedIn, Lischinsky era fiel creyente en el diálogo interreligioso y en fortalecer los lazos entre Israel y el mundo árabe mediante los Acuerdos de Abraham.
Se había mudado a Israel desde Alemania a los 16 años, sirvió en el ejército israelí y luego estudió una maestría en gobierno y diplomacia en la Universidad Reichman, cerca de Tel Aviv. Además, integraba el foro juvenil de la Sociedad Germano-Israelí, una organización que promueve relaciones bilaterales.
El veterano diplomático israelí Ron Prosor lo describió como “un verdadero amante de Israel”. Su compromiso con el país era tan profundo que incluso portaba un lazo amarillo en su cuenta de Instagram, símbolo de la lucha por los rehenes capturados por Hamás durante el ataque del 7 de octubre de 2023.
Sarah Milgrim: educadora por la paz
Sarah Milgrim, empleada en el área de diplomacia pública de la Embajada de Israel, organizaba visitas y misiones a Israel. De nacionalidad estadounidense, había trabajado con Tech2Peace, una ONG que ofrece capacitación tecnológica y diálogo entre jóvenes israelíes y palestinos.
Se graduó en Estudios Ambientales por la Universidad de Kansas y tenía una maestría en Asuntos Internacionales por la Universidad Americana. Su formación especializada abarcaba trabajo ambiental y mediación religiosa, avalada por un certificado del Instituto de la Paz de los Estados Unidos.
Milgrim también destacaba como educadora judía, promoviendo debates sobre geopolítica y justicia en Medio Oriente. En su Instagram, al igual que Yaron, mostraba un lazo amarillo y una cita bíblica en hebreo: “Justicia, justicia perseguirás” (Deuteronomio 16:20).
El contexto geopolítico: una región en ebullición
Este atentado ocurre mientras Medio Oriente se encuentra al límite de una escalada mayor. En paralelo al crimen, Alemania arrestaba a un joven yemení, Hussein H., acusado de formar parte de los rebeldes hutíes. Los hutíes, alineados con Irán, han aumentado sus ataques con misiles contra Israel y envíos internacionales en el Mar Rojo, alegando represalia por la ofensiva de Israel contra Hamás en Gaza.
La interconexión de estos eventos refuerza un contexto volátil donde figuras diplomáticas jóvenes, como Sarah y Yaron, se convierten en víctimas colaterales.
Irán e Israel: una guerra fría prolongada
La rivalidad entre Teherán y Tel Aviv ha sido una constante desde la Revolución Islámica de 1979. Desde entonces, Irán ha mantenido una constante expansión de su programa nuclear, considerado por Israel (y muchos en Occidente) como una amenaza existencial. Como respuesta, Israel ha sido señalado como responsable de varios sabotajes en instalaciones nucleares iraníes, incluyendo las de Natanz y Fordo.
Principales instalaciones nucleares iraníes actualmente en operación:
- Natanz: principal planta de enriquecimiento de uranio, ubicada a 220 km de Teherán. Fue atacada por el malware Stuxnet, supuestamente fabricado por EE. UU. e Israel.
- Fordo: instalación menos extensa, bajo una montaña en Qom, construida en secreto hasta que en 2009 fue revelada tras presiones internacionales.
- Bushehr: planta de energía nuclear comercial en la costa del Golfo Pérsico, finalizada por Rusia.
- Arak: reactor de agua pesada que genera plutonio, el cual puede utilizarse para armas nucleares. Su rediseño fue parte del acuerdo nuclear de 2015.
- Isfahan: centro de almacenamiento y análisis, cuenta con importantes laboratorios científicos.
- Teherán: cuenta con un reactor propiedad de EE. UU. entregado en 1967 como parte del programa “Átomos para la Paz”.
Una diplomacia que sufre ataques físicos y simbólicos
“Un ataque al cuerpo diplomático es un ataque directo al diálogo y la paz”, dijo el embajador israelí Yechiel Leiter respecto al trágico doble homicidio. Líderes globales como el presidente estadounidense y el secretario general de la ONU han condenado enérgicamente el acto, catalogándolo como un crimen de odio y una amenaza a la seguridad internacional.
En tiempos donde las tensiones geopolíticas están al rojo vivo, la diplomacia se convierte, más que nunca, en una profesión de riesgo. Las embajadas, museos, iglesias o incluso eventos educativos, se transforman en potenciales blancos de quienes ven en la violencia la única forma de expresar su agenda política.
¿Tiempos de inflexión en el activismo pro-palestino?
El uso del lema “Free Palestine” durante el arresto del perpetrador abre un debate complejo. Históricamente, el activismo pro-palestino ha sido parte de plataformas de derechos humanos. Sin embargo, existe una línea difusa —peligrosa— entre la protesta legítima y el uso de la violencia como medio de expresión política.
La creciente radicalización de algunos sectores del movimiento plantea el desafío urgente de reencauzar el discurso hacia caminos de paz y respeto por la vida humana. ¿Es posible ser solidarios con Palestina sin caer en la deshumanización de los israelíes? La historia de Yaron y Sarah sugiere que sí.
Una joven pareja como símbolo de esperanza y tragedia
Yaron había comprado un anillo de compromiso. Sarah estaba emocionada por su próximo viaje a Jerusalén. En medio de conflictos que parecen eternos, ellos encarnaban la posibilidad de algo diferente. Su asesinato no es solo una tragedia personal, es una herida política y simbólica para quienes trabajan día a día por un futuro más justo en Medio Oriente.
Que sus historias, más allá de las cifras y estadísticas, nos inviten a reflexionar sobre lo fácil que es deshumanizar al “otro” y lo difícil —pero necesario— que es apostar por el entendimiento.
“Recordemos a Sarah y Yaron no solo como víctimas, sino como embajadores de una paz que aún es posible”.