Refugiados, racismo y fe: el controvertido caso de los afrikáners en EE.UU.

Mientras algunas iglesias se niegan a ayudar, otras optan por ofrecer hospitalidad sin distinción. ¿Puede el activismo religioso reconciliarse con la historia del apartheid?

Por años, la labor de organizaciones religiosas en EE.UU. ha sido esencial para la acogida de refugiados perseguidos por guerra, hambre o desastres naturales. Pero ahora, cuando un grupo de afrikáners sudafricanos —miembros de la minoría blanca que antiguamente lideró el apartheid— ha comenzado a llegar a Estados Unidos como refugiados, la controversia ha estallado.

Un llamado inesperado

Marc Wyatt, director de Welcome House Raleigh, no se imaginaba el dilema que tendría que enfrentar cuando recibió una llamada de la oficina del Comité de los Estados Unidos para Refugiados e Inmigrantes (USCRI). La petición era simple en apariencia: ayudar con mobiliario y alojamiento temporal a tres afrikáners recién llegados del sur de África.

"Nuestra posición es que, por muy moral y éticamente complejo que sea el asunto, nuestro mandato es ayudar y amar", comentó Wyatt, ex misionero y ahora anfitrión de refugiados en Carolina del Norte.

Los afrikáners: ¿refugiados o favorecidos?

La historia de los afrikáners está irremediablemente ligada al régimen del apartheid en Sudáfrica, impuesto formalmente entre 1948 y 1994 por este grupo étnico blanco de ascendencia europea. Durante ese periodo, la mayoría negra fue sistemáticamente despojada de derechos civiles, acceso a educación, a la tierra e incluso al voto.

Hoy, más de 30 años después del fin del apartheid, un grupo de 59 afrikáners ha sido aceptado como refugiado en suelo estadounidense en un proceso rápido y selectivo que ha encendido todas las alarmas.

Políticamente, la administración de Donald Trump justificó esta medida alegando que los granjeros blancos sudafricanos son víctimas de un "genocidio" —una afirmación calificada como infundada por expertos, el gobierno sudafricano y diversas organizaciones internacionales.

“¿Y los demás?”: el clamor de millones de refugiados

Las cifras hablan por sí solas. Según ACNUR, más de 32 millones de personas viven hoy como refugiados en el mundo. Muchos languidecen en campos por 10 a 20 años, tras rigurosos procesos de seguridad y verificación.

El Comité de Rescate Internacional (IRC) estima que el promedio de espera de un solicitante de refugio en EE.UU. antes de ser aceptado oscila entre 18 a 36 meses, a veces mucho más. Sin embargo, a estos afrikáners les tomó apenas tres meses completar su proceso.

El pastor Randy Carter, de la red de acogida Welcome Network, expresó su indignación: "Refugiados esperan una vida entera, pero si eres un blanco sudafricano, ¿puedes pasar en cuestión de semanas? Hay muchas palabras que me vienen a la cabeza, pero no quiero verlas impresas".

Iglesias divididas: ética vs. compasión

La Iglesia Episcopal de EE.UU. tomó una postura radical: prefirió abandonar su colaboración con el gobierno federal antes que participar en la acogida de los afrikáners. El Obispo Primado, Sean Rowe, fue enfático: "Nuestra relación histórica con Desmond Tutu y nuestro compromiso con la justicia racial hacen imposible esta cooperación".

Rowe hacía referencia al arzobispo anglicano sudafricano y Premio Nobel de la Paz, fallecido en 2021, quien fue una de las figuras morales más relevantes en la lucha contra el apartheid.

Una política con consecuencias globales

La admisión selectiva de ciertos refugiados no ocurre en el vacío. En enero de 2025, apenas comenzado su nuevo mandato, Trump firmó una orden ejecutiva que dejó en pausa el tradicional programa de refugiados de EE.UU. Desde su creación tras la Segunda Guerra Mundial, este ha sido uno de los programas de reasentamiento más grandes del mundo.

La orden dejó a miles de refugiados —de Siria, Congo, Venezuela, Afganistán— en el limbo, muchos ya listos para viajar a EE.UU., con casas y apoyos comunitarios organizados, de pronto suspendidos por una narrativa de prioridad alternativa.

Una bienvenida que interroga valores

En Carolina del Norte, Wyatt recibió una oleada de reacciones tras anunciar su participación en la acogida de los afrikáners. Un usuario de Facebook escribió: "No puedo dormir pensando en esto". Otro añadió: "Es complicado, pero es la decisión correcta".

Para Wyatt, la clave está en la integridad de su fe: "Si no buscamos incluir a estas personas como lo haríamos con cualquiera, entonces estamos reteniendo algo, y eso no es lo que entendemos por amor cristiano".

¿Es racista el sistema de refugio?

La controversia ha reabierto preguntas dolorosas. ¿El sistema de refugio premia a los blancos por encima de otros distritos étnicos más perseguidos? ¿Es posible separar la compasión del análisis histórico y político?

Para críticos como la organización Human Rights Watch, esta no es la primera vez que se manipula la política migratoria con fines ideológicos. "Si la admisión depende del color de piel, origen o utilidad política, entonces el asilo ya no es una herramienta humanitaria, sino un arma de discriminación", señalaron desde la entidad en un informe reciente.

El dilema moral de los voluntarios

Los voluntarios que trabajan con ministerios de refugiados están en una encrucijada. Celebran su papel en ayudar a personas necesitadas, pero luchan con el posible sesgo que implica su colaboración.

"El llamado a acoger no siempre es fácil", reconoció el pastor Randy Carter. "Pero debemos recordar que nuestra labor no es justificar políticas, sino ofrecer hospitalidad. Aunque no aprobemos el apartheid o el racismo, podemos elegir responder con amor".

¿Un caso aislado?

La llegada de afrikáners no se limita a Carolina del Norte. Según el USCRI, otros han sido reubicados en lugares como Idaho, Iowa, Nueva York y Texas. Secretarios como Marco Rubio han sugerido que más están por venir.

En medio de la tensión, la pregunta para muchas comunidades es si podrán acoger sin aprobar, recibir sin revivir heridas históricas, o si es hora de cuestionar profundamente el sistema de prioridad migratoria implementado en nombre de la seguridad.

Entre lo justo y lo compasivo

El debate no parece tener una resolución fácil. Por un lado, están quienes creen que toda vida merece una segunda oportunidad, sin importar su historia. Por otro, los que ven la acogida selectiva como una traición a décadas de lucha racial y la supresión de millones de solicitudes más urgentes.

Lo cierto es que el arribo de este pequeño grupo de afrikáners ha encendido una de las discusiones más difíciles que enfrentan las sociedades multiculturales hoy: ¿puede haber justicia sin excepciones? ¿Y puede la compasión distinguir ante los fantasmas del pasado?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press