Sebastião Salgado: El Hombre que Fotografiaba el Dolor y la Esperanza del Mundo
A los 81 años, fallece uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX y XXI —un artista que transformó su lente en un instrumento de cambio social y ecológico.
El adiós a una leyenda de la fotografía
El mundo ha perdido a uno de sus más grandes narradores visuales. Sebastião Salgado, el fotógrafo brasileño y activista ambiental, ha fallecido a los 81 años. La noticia fue confirmada por el Instituto Terra, la organización fundada junto a su esposa, Lélia Wanick Salgado, dedicada a la restauración ambiental del bosque atlántico en Brasil.
"Sebastião fue más que uno de los mejores fotógrafos de nuestro tiempo", declaró el Instituto. "Su lente reveló el mundo y sus contradicciones; su vida trajo el poder de la acción transformadora".
Economista devenido artista
Nacido en Aimorés, en el estado de Minas Gerais, Brasil, en 1944, Salgado se graduó como economista. Pero fue a partir de 1973, ya instalado en París, cuando decidió cambiar las cifras por imágenes y dedicarse de lleno a la fotografía. Un cambio de rumbo radical que marcaría la historia reciente del fotoperiodismo.
Su estilo inconfundible en blanco y negro, de contrastes intensos y emociones crudas, se consolidó rápidamente gracias a la profundidad humana de sus ensayos y la convicción de que la fotografía debía ser una forma de denuncia y de compromiso social.
Obras que retrataron al mundo
De entre sus muchas series fotográficas, destacan tres por su dimensión, impacto e intención social:
- Exodus (2000), también conocida como Migrations o Sahel, donde documenta los desplazamientos masivos de poblaciones en situación de extrema vulnerabilidad: refugiados, desplazados, habitantes de barrios marginales.
- Workers (1993), un extraordinario homenaje a los trabajadores manuales del mundo. Desde mineros hasta pescadores, cada imagen transmite resistencia, dignidad y cansancio.
- Amazonía (2021), una oda visual a la selva amazónica y sus comunidades originarias, donde arte y activismo ecológico se funden.
Estas obras han sido exhibidas en museos de renombre como el MoMA en Nueva York, la Tate Modern en Londres y el Centro Pompidou en París. No solo por su estética, sino por su profundidad moral.
La fotografía como arma de cambio
"La fotografía es testimonio. Cuando estoy detrás de la cámara, estoy frente al otro con respeto. Cada imagen debe contener dignidad", dijo en una entrevista en 2013. Para Salgado, la fotografía no era solo arte: era una forma de transformar la conciencia colectiva.
Su método era extenuante. Pasaba años documentando una temática. En Genesis (2013) recorrió más de 30 países durante siete años para capturar rincones aún vírgenes del planeta, en un intento de mostrarnos lo que aún puede ser salvado.
Instituto Terra: Conservación desde el lente
En 1998, junto a Lélia Wanick, fundó el Instituto Terra en su natal Aimorés, sobre terrenos de su familia devastados por la ganadería y la deforestación. Hoy, más de 2 millones de árboles nativos han sido plantados y el ecosistema ha vuelto a la vida.
“No podíamos seguir fotografiando tanta destrucción sin hacer algo al respecto. Era necesario actuar”, explicó su esposa. Salgado siempre afirmó que su mayor obra no fue una fotografía, sino la reforestación de su tierra natal.
“La sal de la tierra”: un retrato desde el alma
En 2014, el cineasta alemán Wim Wenders, junto a Juliano Ribeiro Salgado, hijo del fotógrafo, codirigieron el documental The Salt of the Earth. El filme fue nominado al Premio Óscar y ganó el Premio Especial del Jurado en Cannes.
Allí se muestra a un Salgado cansado, marcado emocionalmente por la miseria y violencia que había presenciado, pero también revitalizado por su trabajo ambiental. Un hombre que buscaba cerrar el ciclo del sufrimiento documentado con un mensaje de esperanza.
El poder de lo humano
Salgado fue miembro de Magnum Photos, una de las agencias más prestigiosas de fotoperiodismo, hasta que fundó su propia agencia, Amazonas Images, para tener control total sobre sus proyectos.
Durante más de cuatro décadas, viajó a más de 120 países. Fotografió las condiciones en la hambruna del África subsahariana, la guerra en Ruanda, los incendios en los pozos petroleros de Kuwait, y la vida cotidiana de los más pobres.
Su perspectiva nunca fue ingenua ni condescendiente. No victimiza; sensibiliza. No explota; dignifica. En cada imagen se percibe la empatía de un hombre que entendía que ningún conflicto es ajeno. "Somos una sola raza: la humana", repetía.
Un legado sembrado en luz y sombra
Con más de 40 premios internacionales a lo largo de su carrera, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1998), la Medalla de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, y múltiples doctorados honoris causa, Salgado hizo de la fotografía un lenguaje universal para la justicia.
El fotógrafo brasileño será recordado no solo por sus encuadres impecables ni por su dominio del claroscuro. Su mayor herencia quizás sea haber hecho de la fotografía un acto de compasión activa y una llamada urgente a la acción.
Una voz que resuena en cada imagen
En uno de sus últimos discursos públicos, dijo: "Si una imagen logra que alguien mire diferente a otro ser humano, entonces habrá cumplido su función. El mundo puede ser injusto, pero nuestra forma de mirarlo debe ser justa".
Nos queda su mirada, y con ella, la responsabilidad de pronto empezar a mirar como él: con compasión, profundidad y sin miedo a la verdad.
Sebastião Salgado quizá ya no esté detrás del lente, pero su visión seguirá enfocando al mundo en los lugares donde más se necesita.