George Floyd, el hombre antes del símbolo: una vida compleja, un legado inolvidable

A cinco años de su asesinato, recordamos al George Floyd que la cámara no mostró: mentor, vecino, luchador y figura de resistencia

George Perry Floyd Jr. ya era una figura respetada para muchos antes del 25 de mayo de 2020. Aquella tarde, su nombre traspasó fronteras, se volvió símbolo de justicia racial, clamor por reformas policiales y detonante de una movilización social de magnitud global. Pero para comprender realmente su impacto, es fundamental mirar más allá del trágico video de su muerte y conocer al hombre completo, con sus luces y sombras, sueños y caídas, luchas internas y amor por su comunidad.

Una infancia entre pobreza y sueños de grandeza

George Floyd nació en Carolina del Norte, pero desde los dos años vivió en el barrio Third Ward de Houston, Texas, un enclave históricamente afroamericano marcado por la pobreza, el desempleo y la marginación. Él y su madre, Larcenia, se mudaron a los proyectos habitacionales de Cuney Homes, apodados "The Bricks". Su madre, una figura compasiva y carismática, fue un pilar comunitario que acogía a vecinos en tiempos difíciles.

En medio de ese contexto hostil, Floyd era un niño con aspiraciones grandes: en segundo grado escribió que quería ser juez de la Corte Suprema de EE.UU.. Más tarde brillaría como estrella del fútbol americano en Jack Yates High School y recibiría una beca parcial para jugar básquetbol en South Florida State College. Allí, lejos de casa, comenzaría su camino hacia la adultez.

Talentoso pero atrapado en un sistema desigual

El físico de Floyd —2 metros de estatura— y su forma amigable de ser le valieron el apodo de Big Friendly. Tras pasar por universidades y volver a Houston, vivió de trabajos ocasionales en construcción y seguridad privada. También se sumergió brevemente en el mundo del rap como parte del colectivo liderado por DJ Screw. Sin embargo, la precariedad y las influencias del entorno lo llevaron por caminos oscuros.

Entre 1997 y 2005, Floyd fue arrestado en múltiples ocasiones por cargos relacionados con drogas y robos. El golpe más fuerte llegó en 2007, cuando fue condenado por robo agravado con arma de fuego, cumpliendo una sentencia de cinco años. Fue un punto de inflexión. Al salir, casi a los 40 años, emprendió un cambio de vida radical.

Nueva vida y rol comunitario como mentor

George Floyd se acercó a la iglesia y colaboró con el ministerio Resurrection Houston, liderado por el pastor Patrick “PT” Ngwolo. Organizó actividades comunitarias, lideró sesiones de estudio bíblico y apadrinó a jóvenes con riesgo de exclusión. En medio del concreto de Cuney Homes, colocó una pila de baptismos improvisada sobre una cancha de baloncesto, símbolo de un renacer espiritual y social.

Era habitual verlo hablar con los chicos afuera de la tienda local, preguntando por la escuela y la familia de cada uno. A pesar de sus errores pasados, era respetado como un “O.G.” —término que en la jerga callejera puede leerse como “gangster original”, pero que en este caso significaba “guía sabio”, alguien que había vivido el conflicto y ahora predicaba la paz.

Buscando un nuevo comienzo en Minneapolis

En 2014, decidió romper el ciclo. Se mudó a Minneapolis para participar en un programa de discipulado cristiano. Allí encontró trabajo como guardia de seguridad en un refugio del Ejército de Salvación y luego en una discoteca latina, donde su descoordinado gusto por bailar salsa hacía reír a todos.

Brian Molohon, director de desarrollo del centro donde trabajó, lo recuerda como “un hombre fuerte con un corazón aún más grande”. Jovanni Thunstrom, dueño del Conga Latin Bistro, lo describes así: “Amaba la música latina pero no sabía bailar. Aun así, se ponía a bailar mal solo para hacer reír”.

La tragedia en Memorial Day

El 25 de mayo de 2020, todo cambió. Acusado de intentar usar un billete falso para comprar cigarrillos, fue detenido por la policía de Minneapolis. Nueve minutos y medio después, había muerto, inmovilizado por el oficial Derek Chauvin, mientras suplicaba repetidamente: “I can’t breathe”.

La escena fue captada en video por una adolescente testigo y rápidamente se viralizó. Las protestas no tardaron en extenderse por más de 2,000 ciudades en 60 países, convirtiendo el nombre de Floyd en grito internacional contra la brutalidad policial y el racismo sistémico.

El legado vivo de George Floyd

Desde su muerte, el nombre de George Floyd ha encabezado iniciativas de cambio: desde reformas policiales hasta políticas corporativas de justicia racial. A nivel federal, el proyecto de ley George Floyd Justice in Policing Act fue presentado al Congreso de EE.UU., aunque aún no ha sido aprobado.

En Minneapolis, el cruce donde murió se rebautizó como George Floyd Square. En Houston, una estatua rinde homenaje al hijo predilecto de Cuney Homes. Y cada 25 de mayo, su familia organiza memoriales y vigilias, como la de este año liderada por el reverendo Al Sharpton y acompañada por poesía, música y reflexión espiritual.

¿Y el cambio real?

Sin embargo, cinco años después, muchos activistas sienten que el ímpetu reformista se ha diluido. Michelle Gross, presidenta de Communities United Against Police Brutality, dijo: “El progreso que la ciudad dice haber hecho no se refleja en las calles”.

La llegada de la administración Trump en 2024 ha supuesto un retroceso en políticas de inclusión y diversidad. Se han cancelado acuerdos judiciales con departamentos de policía involucrados en casos de abuso y se han recortado fondos clave —incluidos para investigación científica— a instituciones que promovían la equidad racial.

“El péndulo político ha oscilado hacia un lugar peligroso,” dijo recientemente el reverendo Jesse Jackson. “Pero el ejemplo de George nos recuerda que la resistencia también se hereda.”

Big Floyd: un hombre lleno de contradicciones humanas

George Floyd no fue perfecto, pero pocos lo son. Fue deportista, rapero, padre, preso, mentor, soñador, rehén de un sistema desigual y generoso servidor comunitario. En su complejidad humana reside gran parte de su fuerza como figura simbólica.

“Solo este hombre podía convertirse en símbolo mundial porque tenía ese tipo de amor por la gente,” dice Tiffany Cofield, profesora en Houston. “No era un santo, pero era un puente entre mundos, alguien que escuchaba, entendía y trataba de hacer el bien.”

Hoy, el recuerdo de George Floyd vive no solo en monumentos, sino también en conversaciones incómodas, en jóvenes que decidieron estudiar justicia penal por él, en artistas que lo convirtieron en mural y en líderes que no dejan de invocar su nombre.

Como dijo una vez en uno de sus propios videos caseros: “Te amo, y Dios te ama. Bájale al fuego, deja las armas. Vale la pena vivir con amor”. Cinco años después, ese mensaje resuena más que nunca.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press