El lado más oscuro de la justicia: jueces extralimitados y criminales prófugos en Estados Unidos

Del ‘Diablo de los Ozarks’ a las imprudencias de magistrados en salas de juicio, el sistema judicial de EE.UU. enfrenta una ola de controversias que pone en duda la integridad de quienes imparten la ley

Entre la imparcialidad judicial y el poder mal empleado

En las últimas semanas, el panorama judicial de Estados Unidos ha estado marcado por una serie de incidentes desconcertantes. Desde la insólita suspensión de la jueza Ellen Berz en Wisconsin, hasta la impactante fuga del exjefe de policía y asesino convicto Grant Hardin en Arkansas, estos eventos cuestionan la imagen sólida y confiable del sistema judicial estadounidense.

No es un fenómeno aislado. Lo que parece ser una cadena de eventos desafortunados podría estar revelando un patrón preocupante: la falta de controles adecuados sobre el poder judicial y penitenciario, que pone en duda la eficiencia institucional para servir a la justicia y proteger a la ciudadanía.

Una jueza intempestiva que dejó la toga para intentar ser policía

La jueza Ellen Berz del condado de Dane, Wisconsin, fue suspendida por siete días por el Tribunal Supremo del estado luego de protagonizar un episodio digno de serie dramática. Durante un juicio de conducción bajo efectos del alcohol, el acusado no se presentó alegando estar hospitalizado. La jueza, en lugar de seguir los procedimientos estándar, tomó una decisión insólita: trató de arrestarlo personalmente.

Según el reporte del Wisconsin Judicial Commission, Berz convocó a su ayudante de sala para ir al hospital de emergencia en Sun Prairie. Al recibir una negativa, la jueza tomó el asunto en sus propias manos y abordó su propio vehículo, llevando como pasajero al abogado defensor del acusado. No había ningún fiscal presente, ni orden judicial que justificara su actuación. Sólo tras una advertencia del abogado, Berz desistió de su misión casi detectivesca y regresó a la corte, no sin antes declarar que si algo le pasaba, "los medios de comunicación lo sabrían".

Pero esto no fue su única imprudencia. En otro caso, al procesar a un acusado por agresión sexual infantil que solicitaba la segunda postergación de su juicio, Berz respondió con sarcasmo hiriente: “Anda a la prisión y habla con ellos de todos los juegos que puedes jugar allí”. Esta conducta fue calificada por la corte como “descrédito para la imparcialidad judicial”.

Una suspensión necesaria, pero ¿suficiente?

El Tribunal Supremo de Wisconsin justificó la suspensión afirmando que “la duración de siete días es suficiente para dejar claro a la jueza Berz la necesidad de actuar con paciencia y autocontrol, y para demostrar al público que el poder judicial promueve el profesionalismo entre sus miembros”.

Sin embargo, esta suspensión parece leve si se considera el impacto que comentarios y acciones impulsivas pueden tener en los procesos judiciales. ¿Puede una persona volver a confiar en el juicio de una magistrada que pierde la objetividad tan drásticamente?

Más aún, Berz no es la única jueza bajo escrutinio. En abril, también fue suspendida indefinidamente la jueza del condado de Milwaukee, Hannah Dugan, por presuntamente haber ayudado a un inmigrante indocumentado a evadir captura saliéndolo por una puerta trasera de su sala. Dugan fue acusada formalmente por obstrucción a la justicia y ocultamiento de una persona para evitar arresto.

El Diablo de los Ozarks: violencia, fuga y miedo

Mientras los debates éticos azotan el poder judicial, otra historia estremecedora sacude a Arkansas: la fuga el pasado domingo 23 de junio de Grant Hardin, exjefe de policía de Gateway y condenado por asesinato y violación.

Apodado por los medios como el “Devil in the Ozarks”, Hardin cumplía dos sentencias: una de 30 años por el asesinato de James Appleton (2017) y otra de 50 años por la violación de una maestra primaria en 1997. Fue detenido en la prisión de máxima seguridad de Calico Rock hasta su reciente y alarmante escape.

Lo más inquietante del caso: escapó usando un disfraz improvisado que lo hacía parecer un oficial de policía, según confirmó el Departamento Correccional de Arkansas. Cheryl Tillman, hermana de Appleton, expresó con angustia: “Él sabe quiénes somos. Estuvimos en su juicio. Sabe que lo vimos. Esto nos devuelve el trauma desde cero”.

Una fuga que revela fallos estructurales

El hecho de que un preso de alto perfil haya logrado escapar con un disfraz improvisado plantea preguntas difíciles. ¿Cómo un ex policía condenado de forma pública logró vulnerar el sistema penitenciario? ¿Se está subestimando la capacidad de engaño y planeación de ciertos criminales?

La opinión pública está alarmada. Los alguaciles de varios condados del norte de Arkansas se han movilizado por aire y tierra, advirtiendo a los ciudadanos mantenerse alertas. Izard County emitió un comunicado solicitando que se mantengan las casas y vehículos cerrados y que se reporte cualquier movimiento sospechoso. La peligrosidad de Hardin no es solo teórica: ya mató una vez y violó otra, y muchos creen que no se entregará sin violencia.

¿Está el sistema colapsando bajo su propio peso?

Estos ejemplos son apenas dos casos en una ola de irregularidades que han empezado a preocupar a académicos y activistas por igual. Según la Brennan Center for Justice, entre un 1% y un 3% de jueces en Estados Unidos enfrentan alguna forma de investigación ética cada año, aunque sólo una fracción termina suspendida. Y en el ámbito penitenciario, la tasa de fugas en prisiones estatales se sitúa bajísima (

Lo preocupante aquí no es simplemente el error humano, sino la falta de mecanismos que anticipen y prevengan estos escenarios. ¿Por qué una jueza puede salir de sala a tratar de arrestar a un acusado, sin que nadie en el juzgado lo impida? ¿Por qué el personal de seguridad carcelaria no detectó una fuga tan planificada?

¿Qué tan seguros estamos de nuestros jueces y cárceles?

La confianza pública en el sistema judicial y correccional es uno de los pilares fundamentales del contrato social estadounidense. Sin embargo, episodios como los de Ellen Berz y Grant Hardin erosionan esa percepción. Ambos representan, desde extremos opuestos, lo que ocurre cuando quienes están llamados a respetar y hacer respetar la ley cruzan límites éticos y afectan la vida de inocentes.

Desde los documentos de vigilancia judicial hasta los manuales de seguridad penitenciaria, todo parece necesitar una urgente revisión. Porque mientras los jueces jueguen a ser policías y los criminales a ser oficiales, todos perdemos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press