Everest en crisis: el turismo masivo, el cambio climático y la comercialización que están poniendo en riesgo el techo del mundo

Veteranos alpinistas y autoridades de Nepal alertan sobre el futuro del Everest ante el colapso de montañistas, el calentamiento global y la falta de regulación

Por décadas, escalar el Monte Everest ha sido sinónimo de épica, superación y conquista. Hoy, sin embargo, se ha transformado en un símbolo de alerta ambiental, riesgo humano y descontrol político en torno al turismo de aventura.

El pasado 27 de mayo, en Katmandú, Nepal, se llevó a cabo el Everest Summiteers Summit, una conferencia que reunió a un centenar de montañistas de todo el mundo que coronaron con éxito la cima más alta del planeta. En el evento, el gobierno nepalí se comprometió a proteger el Himalaya frente a crecientes amenazas que conjugan un alpinismo cada vez más comercial y un clima que ya no perdona.

El Himalaya entre mochilas, plástico y cadáveres

Badri Prasad Pandey, ministro de Turismo de Nepal, fue claro durante el encuentro: “Estamos profundamente comprometidos a apoyar el montañismo manteniendo seguros a los escaladores, protegiendo la belleza natural de nuestras cumbres y ayudando a las comunidades locales a crecer junto al espíritu de la aventura”. Pero estas palabras reflejan el dilema que inquieta desde hace años: ¿cómo equilibrar la rentabilidad del turismo con la sostenibilidad ambiental en uno de los ecosistemas más frágiles del planeta?

La temporada 2023 fue histórica en muchos sentidos, pero no por las razones correctas. Durante el periodo de ascensos, que abarca de abril a mayo, Nepal organizó una operación sin precedentes para retirar más de 11 toneladas de basura, cuatro cuerpos humanos y un esqueleto de la montaña. Soldados y sherpas llevaron a cabo la misión higiénica que reveló el estado crítico del Everest, plagado de botellas de oxígeno, carpas abandonadas, bolsas plásticas e incluso desechos humanos congelados.

Una montaña atestada de turistas sin experiencia

Desde que Edmund Hillary y Tenzing Norgay coronaron el monte en 1953, más de 11,000 personas han llegado a la cima, según estadísticas del Himalayan Database. Sin embargo, lo que antes era un logro reservado a los más experimentados y preparados, hoy se ha convertido en un negocio de temporada donde cualquiera con suficiente dinero puede intentarlo.

Un permiso individual para escalar el Everest cuesta 11,000 dólares, válido por 90 días. Anualmente se emiten más de 400 permisos, sin contar a guías, porteadores y personal de apoyo. Esto se traduce en largas filas humanas sobre filos helados, un “infierno blanco” que, irónicamente, muchos desean vivir como parte de su bucket list.

Adriana Brownlee, la mujer más joven en escalar los 14 ochomiles del planeta, alertó sobre el grave problema de la masificación sin capacitación: “El gran problema ahora mismo es el hacinamiento. Y hay que garantizar que todas las personas allí tengan experiencia. Si algo ocurre y están solas, deben saber cómo sobrevivir por sí mismas”.

¿Escalar al Everest sin respeto por la montaña?

Purnima Shrestha, reconocida alpinista nepalí, denunció en la misma cumbre una verdad incómoda: “Muchos no están listos física ni emocionalmente para este reto; eso es una falta de respeto a la montaña. Por eso hay atascos de personas a 8,500 metros que arriesgan su vida y la de los demás”.

Las aglomeraciones no sólo aumentan el tiempo de exposición en la denominada “zona de la muerte” (por encima de los 8,000 metros), sino que dificultan los rescates en caso de emergencia. Hay documentales impactantes como “The Summit” o “Into Thin Air” que retratan lo trágico que puede volverse un ascenso cuando las condiciones se complican y los recursos no bastan para todos.

El calentamiento global derrite el techo del mundo

Además de la sobrepoblación humana, la montaña enfrenta un enemigo silencioso: el cambio climático. En los últimos 40 años, más de un tercio de los glaciares del Himalaya han desaparecido, según datos del NASA Earth Science Division.

“Hoy, el cambio climático está poniendo este futuro en riesgo. Por eso debemos actuar con respeto y sabiduría”, dijo Pandey. Y es que los glaciares derretidos no solo amenazan las fuentes de agua dulce para millones de personas en Asia, sino que también desestabilizan rutas clásicas de escalada. Zonas que antes eran firmes ahora se convierten en trampas de hielo derretido y aludes.

De acuerdo con un estudio del International Centre for Integrated Mountain Development (ICIMOD), la región del Hindu Kush-Himalaya podría perder hasta dos tercios de su masa glaciar para 2100 si las emisiones de carbono siguen en aumento.

¿Regular o restringir el turismo de altura?

Pese a todo, Nepal aún carece de legislación concreta para limitar el número de escaladores. Tampoco hay normativa sobre los días mínimos de aclimatación o sobre la experiencia previa necesaria para obtener un permiso. Esto contrasta con países como China, que ha comenzado a imponer cuotas y a exigir certificaciones antes de permitir expediciones al Everest desde el Tíbet.

“Necesitamos reglas claras y exigentes. De lo contrario, cada temporada estaremos contando muertos en lugar de celebrando logros”, opinó Ang Tshering Sherpa, expresidente de la Asociación de Montañismo de Nepal (NMA).

Algunas propuestas que se han barajado en los últimos años incluyen:

  • Exigir experiencia previa en al menos un pico de 6,000 metros.
  • Limitar el número de permisos emitidos por temporada.
  • Imponer un seguro obligatorio con cobertura de rescate en altura.
  • Incrementar las tasas de permisos para financiar limpieza y rescates.
  • Crear un sistema digital de seguimiento de montañistas en tiempo real.

Sin embargo, compromisos reales requerirán acción política, y muchas veces los intereses económicos pesan más que las advertencias científicas.

El espíritu de aventura bajo amenaza

La paradoja del Everest moderno es que, al abrir sus brazos a miles de personas, amenaza con colapsar no sólo ambientalmente, sino también espiritualmente. Un lugar que era considerado sagrado por siglos, hoy se ha convertido en un campo de batalla entre el ego humano y la naturaleza.

“Estas montañas son sagradas, y tenemos el deber de protegerlas para las generaciones futuras”, remarcó Pandey, en lo que podría ser una declaración de intenciones más que un plan concreto.

Mientras tanto, el hielo sigue derritiéndose, la fila en el campamento base sigue alargándose, y los sherpas —verdaderos héroes invisibles— siguen arriesgando su vida para cumplir sueños ajenos. ¿Dónde quedó la conexión con la naturaleza que inspiró a Hillary y Norgay hace más de 70 años?

Quizás ha llegado el momento de replantear el montañismo moderno. Porque, como dijo una vez Reinhold Messner, el primer hombre en escalar el Everest sin oxígeno suplementario: “El alpinismo no consiste en dominar las montañas, sino en volver a ellas más humanos”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press