Elon Musk y el experimento fallido de eficiencia gubernamental en EE.UU.

De los $2 billones soñados a solo $150 mil millones ahorrados: el enfoque tecnocrático de Musk tropieza con la realidad del Estado federal

¿Un emprendedor puede rediseñar el gobierno?

Cuando Elon Musk asumió el liderazgo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) con el ambicioso objetivo de recortar $2 billones del gasto federal, muchos lo vieron como un experimento radical. Una mente disruptiva, célebre por revolucionar industrias como la automotriz o la exploración espacial, intentaría ahora rediseñar la burocracia del gobierno estadounidense.

Sin embargo, años después, el balance no solo decepciona en términos cuantitativos sino que plantea debates sobre qué significa realmente modernizar el Estado. Con ahorros de apenas $150 mil millones reportados —menos que los $240 mil millones en dólares actuales ahorrados bajo la administración Clinton— la intención de Musk naufragó en su propia genialidad: exceso de aspiraciones y carencia de conocimiento gubernamental.

Los orígenes del DOGE: ambición sin soporte técnico

El nombre mismo —DOGE— ya insinuaba un tono irreverente. El empresario llegó a la Casa Blanca respaldado por el entonces presidente Donald Trump, prometiendo una “revolución de eficiencia” que imaginaba eliminar burocracias, automatizar procesos y despedir personal redundante gracias a algoritmos. Sin embargo, según analistas de diverso espectro ideológico, el DOGE falló desde su concepción.

Alex Nowrasteh, del libertario Cato Institute, lo sintetizó así: “Un equipo más informado no habría hecho promesas absurdas imposibles de cumplir. Se prepararon para fracasar”.

En lugar de integrar expertos en administración pública o veteranos del funcionamiento interno del Estado, Musk rodeó su plan de ingenieros de software, tecnólogos y gurús de Silicon Valley. La consecuencia fue la toma de decisiones sin criterio jurídico, estratégico o administrativo, derivando en múltiples errores.

Despidos contradictorios y caos operativo

Entre los despropósitos más notorios del DOGE estuvieron despidos masivos que interfirieron directamente con los objetivos de la presidencia. Por ejemplo, fueron eliminados jueces migratorios mientras Trump impulsaba deportaciones rápidas, o expulsados tecnólogos del Bureau of Land Management, esenciales para tramitar permisos de exploración petrolera.

Muchos de estos empleados terminaron siendo recontratados, generando costos administrativos adicionales. La falta de coordinación y la ignorancia sobre requerimientos legales mínimos para ciertas funciones públicas, provocaron un efecto contrario al deseado: ineficacia operativa y aumento de la incertidumbre institucional en varias agencias.

Comparaciones inevitables: el caso Al Gore y la administración Clinton

Frente al caos del DOGE, algunos observadores recordaron con nostalgia el esfuerzo liderado por Al Gore en la era Clinton. A diferencia del enfoque rompedor de Musk, esa iniciativa fue metódica y mesurada. Se trabajó “departamento por departamento” durante una década, se modernizaron procedimientos, se eliminaron posiciones sin impacto estructural, y sobre todo, se integraron especialistas que conocían las entrañas del gobierno federal.

Elaine Kamarck, entonces figura clave del programa, señala: “Usamos analistas externos, sí, pero también cientos de servidores públicos experimentados que entendían cómo operaba el sistema. Fue un esfuerzo sistemático, no improvisado.”

Percepciones divididas: ¿fracaso o punto de partida?

Mientras algunos diagnostican al DOGE como un fracaso estrepitoso, otros ven en Musk un pionero que al menos “sacó a la luz” los males estructurales de la burocracia. Para Grover Norquist, fundador del conservador Americans for Tax Reform, el logro está más en el diagnóstico que en el tratamiento.

“Encontraron una célula cancerosa, aunque no supieran cómo extirparla completamente. Han puesto sobre la mesa un problema real, que el Congreso deberá retomar.”

Musk comparte esa visión optimista. En un acto en la Oficina Oval, luciendo un blazer negro y una camiseta con el texto “The Dogefather”, anunció que el equipo seguirá en funciones y reiteró su meta a largo plazo: llegar a $1 billón en ahorros.

“Esto no es el fin del DOGE, sino su verdadero comienzo. Se está infiltrando en todo el gobierno.”

Los límites del tecno-optimismo en la administración pública

Este episodio revela una fractura ideológica profunda sobre lo que significa gobernar bien en la era digital. Las soluciones tecnológicas no pueden sustituir sin más las redes institucionales, marcos legales y experiencia institucional que sostienen una estructura como el Estado federal.

Adicionalmente, la obsesión con métricas económicas simplificadas lleva a sobreestimar los beneficios de despidos y recortes sin una evaluación de sus impactos indirectos. Como lo demostraron los casos de despidos revertidos, el ahorro inicial podría ser ilusorio si a largo plazo compromete funciones críticas.

Tal como lo señaló Kamarck, el enfoque de Musk “incrementa la probabilidad de que se presenten fallas críticas en transportes, desastres naturales o beneficios sociales”. No se trata solo de reducir gastos, sino de garantizar que los servicios esenciales del Estado funcionen con eficacia ante emergencias.

Un modelo que no puede escalar sin ajustes

En definitiva, el caso del DOGE y Elon Musk deja múltiples lecciones. La primera: la innovación necesita adaptación institucional. El mismo Musk que revolucionó los cohetes reutilizables y los autos eléctricos, fracasó estrepitosamente al intentar imponer lógica empresarial en el aparato público sin comprender sus limitaciones legales, humanas e históricas.

La eficiencia en el sector público no opera igual que en una cadena de producción, ni los ciudadanos son usuarios de una app. Gobernar es más plural, más lento y más exigente que emprender.

Aún así, la pregunta permanece abierta: ¿puede Estados Unidos darse el lujo de ignorar voces disruptivas como la de Musk, o debe encontrar formas más inteligentes de integrarlas? Por ahora, su paso por DOGE quedará como un experimento fallido, pero con elementos valiosos para repensar el futuro administrativo del país.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press