Nazca en riesgo: cuando la minería amenaza a los geoglifos milenarios de Perú
La controvertida decisión del gobierno peruano de reducir el área protegida de las Líneas de Nazca abre la puerta al avance de la minería informal en uno de los patrimonios culturales más importantes del planeta.
Un legado grabado en la tierra
Las Líneas de Nazca, en el sur del Perú, son uno de los enigmas más fascinantes de la arqueología mundial. Trazadas sobre el desierto hace más de 1.500 años por la cultura Nazca, estas gigantescas figuras sólo pueden apreciarse desde el aire e incluyen formas geométricas, animales como el colibrí o el mono, y figuras antropomorfas.
Declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1994, las líneas han sido objeto de décadas de protección e investigación. Su supervivencia depende no solo de estudios arqueológicos cuidadosos, sino también de una férrea protección del ecosistema desértico que las alberga, uno de los más frágiles del planeta.
Una decisión polémica: reducir el parque arqueológico
El pasado 30 de mayo de 2025, el Ministerio de Cultura del Perú anunció una medida que sorprendió y alarmó a la comunidad científica y ambientalista: la reducción del tamaño del parque arqueológico que protege las Líneas de Nazca en un 42%. Esto significa que más de 1.000 kilómetros cuadrados (un área equivalente a unas 1.400 canchas de fútbol) quedaron por fuera del ámbito protegido.
La cartera ministerial justificó la decisión afirmando que se basa en estudios arqueológicos actualizados y que no compromete el estatus de Patrimonio Mundial ni la "zona núcleo" del sitio. Sin embargo, especialistas señalan que la reducción incluye áreas donde ya existen solicitudes formales e informales para llevar a cabo actividades extractivas.
Minería informal: una amenaza creciente
Para numerosos expertos, esta decisión es una concesión encubierta a la minería informal, un problema que ha crecido significativamente en Perú en las últimas décadas. Este tipo de minería, muchas veces sin supervisión estatal, causa graves daños ambientales y culturales.
El exviceministro de Medio Ambiente, Mariano Castro, declaró que eliminar esas protecciones justamente donde hay expansión minera crea un "riesgo muy serio y daños acumulativos". Añadió que ya existen limitaciones importantes al resguardo del patrimonio arqueológico cuando se formaliza la minería artesanal, y que al disminuir el área protegida, esas limitaciones se agravan aún más.
“La reducción no solo elimina protecciones, lo hace precisamente donde hay expansión de actividades extractivas”, señaló Castro.
Lo que está en juego: cultura, medio ambiente y legalidad
El abogado ambiental peruano César Ipenza también advirtió que esta medida representa un debilitamiento doble: tanto medioambiental como cultural. "El Estado debería reforzar sus compromisos internacionales, no ceder ante intereses privados", puntualizó.
Ipenza sostuvo que este tipo de decisiones forman parte de una estrategia más amplia de concesiones hacia sectores de la economía informal minera. A pesar de su ilegalidad, estos sectores tienen poderosos intereses y, en algunos casos, conexiones con actores políticos.
“Es vergonzoso olvidar a nuestros ancestros y nuestro patrimonio, y ocultar decisiones que abren paso a la ilegalidad minera bajo un supuesto ajuste técnico”, dijo Ipenza.
¿Qué dice el gobierno?
El ministro de Cultura, Fabricio Valencia, admitió en una entrevista radial que la actividad minera informal "ya está presente" en la zona. No obstante, negó que la nueva delimitación vaya a fomentar más minería, ya que, según afirmó, la medida no implica relajar la protección del sitio central.
Cuando se le pidió aclarar qué tipo de minería se practica allí, el ministro respondió que hay "algunos yacimientos", pero no pudo explicar qué minerales se extraen ni el volumen de la actividad.
La respuesta internacional
La respuesta internacional ha sido, hasta ahora, tímida. UNESCO no ha emitido comentarios directos, aunque expertos señalan que reducir el área protegida sin consultar a dicho organismo podría violar los términos legales del estatus de Patrimonio Mundial.
Además, la Ley de Evaluación de Impacto Ambiental de Perú en su artículo 5(h) exige protección para el patrimonio histórico y arqueológico. Esto significa que la medida podría incluso contravenir las propias normas del país andino.
La ecuación peligrosa de economía frente a patrimonio
Perú es un país con una larga historia de economías extractivas. Desde la colonización española, la lógica de explotar territorios para obtener excedentes de oro y plata ha marcado el rumbo socioeconómico del país. En el siglo XXI, esa lógica persiste bajo el signo del boom minero, particularmente en el sur del país, donde se encuentra la región de Nazca.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la minería representa más del 10% del PBI peruano y alrededor del 60% de sus exportaciones. Sin embargo, también es una de las industrias que genera más conflictos sociales en el país, con más de 90 conflictos activos vinculados a la minería, según reportes de la Defensoría del Pueblo en 2024.
¿Un patrón repetido?
Este tipo de retrocesos en la protección ambiental y cultural no es aislado. Varias ONG han advertido que el gobierno de turno ha flexibilizado las regulaciones ambientales para facilitar inversiones en minería e hidrocarburos en distintas partes del país, incluyendo la Amazonía peruana, donde comunidades indígenas han denunciado violaciones a sus derechos.
La situación de Nazca podría entonces formar parte de un patrón más amplio, en el cual el discurso de desarrollo económico se impone sobre las responsabilidades ambientales e históricas que el Estado asume ante sus ciudadanos y la comunidad internacional.
¿Y si desaparecen las líneas?
Aunque parezca alarmista, la pregunta no es descabellada. Las Líneas de Nazca, al estar trazadas sobre una superficie de piedras oscuras que contrastan con el sedimento más claro al removerlas, son extremadamente vulnerables a cualquier intervención humana. Basta el paso de maquinaria pesada, vehículos todoterreno o incluso lluvias fuertes para dañarlas permanentemente.
De hecho, en 2018 la empresa Odebrecht fue multada por daños ocasionados en la zona arqueológica debido a obras cerca del trazado. En 2014, un activista de Greenpeace también causó daño irreversible a una figura mientras desplegaba un mensaje ambiental en el desierto.
Una cuestión de identidad
Más allá del aspecto arqueológico, las Líneas de Nazca son un ícono de la identidad peruana. Representan la maestría de antiguas civilizaciones que habitaron el árido sur andino y dejaron un legado milenario. Son también una fuente turística clave para la región de Ica.
Eliminar protecciones en nombre de "ajustes técnicos" es debilitar no sólo las líneas, sino todo el valor simbólico y económico que implican para el país.
¿Hacia dónde vamos?
La polémica por las Líneas de Nazca pone en evidencia la necesidad urgente de un diálogo más transparente entre gobierno, comunidad científica y sociedad civil. Las decisiones que comprometen un patrimonio de la humanidad requieren no sólo fundamentos técnicos sino una ética de compromiso intergeneracional.
Como dijo el célebre arqueólogo Johan Reinhard, quien ha estudiado Nazca durante décadas: "Proteger las líneas no es solo proteger piedras, es preservar una visión única del mundo que dejaron nuestros antepasados".
Ojalá la historia no registre este episodio como el principio del fin de uno de los mayores misterios arqueológicos del planeta.