¿Está Estados Unidos abandonando a Ucrania? Las señales preocupantes en la era Trump
La ausencia del secretario de Defensa en una reunión clave del grupo de contacto y el fin de la ayuda militar reflejan un cambio de rumbo que inquieta a Europa
Una ausencia significativa
Por primera vez desde que se creó el Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania en 2022, el secretario de Defensa de Estados Unidos no participará en la reunión clave del organismo, que agrupa a más de 50 países y que tendrá lugar en Bruselas. Pete Hegseth, actual jefe del Pentágono, llegará a la capital belga solo después de que el encuentro termine, y no se conectará siquiera por videoconferencia. Esta ausencia simbólica, pero poderosa, marca una ruptura significativa con la presencia activa que mantuvo su predecesor Lloyd Austin.
Desde su fundación, este grupo ha coordinado ayuda militar por un total de más de 126 mil millones de dólares para Ucrania, de los cuales más de 66.5 mil millones provinieron de Estados Unidos. Ahora, con la llegada de Donald Trump de nuevo a la Casa Blanca, y Hegseth como su emisario en Defensa, Washington está dando claros pasos hacia una desvinculación estratégica del conflicto ucraniano.
Macron y la preocupación europea
Durante una reciente conferencia de seguridad en Singapur, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, lanzó una advertencia con sabor a reproche. Criticó lo que percibe como una “doble vara” por parte de Estados Unidos: poner el énfasis geopolítico en Asia y China, mientras se enfría su compromiso en Europa del Este. Para Macron, abandonar a Ucrania sería no solo un error estratégico, sino un tiro en el pie para la credibilidad de Occidente si se pretende enfrentar desafíos como el de Taiwán.
“La consistencia es clave. No podemos proteger el orden internacional en Asia si permitimos que se desintegre en Europa”, dijo Macron. Su advertencia va dirigida tanto a Trump como a otros líderes occidentales tentados de dejar que Rusia se salga con la suya.
El cambio de liderazgo y prioridades
Hegseth no se ha limitado a ausentarse. En su primer encuentro con los ministros de Defensa en Bruselas, ya manifestó que Ucrania debería renunciar a su aspiración de ingresar a la OTAN y abandonar su objetivo de recuperar todos los territorios ocupados por Rusia. Estas declaraciones contrastan marcadamente con el consenso vigente en la Unión Europea y dentro de muchas capitales atlánticas.
A su vez, la presidencia de Trump ha marcado un claro pivote hacia Asia. Washington baraja retirar tropas estacionadas en Europa para destinarlas al Indo-Pacífico, bajo la lógica de que el “verdadero reto” no es Moscú, sino Pekín. Esta estrategia ha hecho sonar las alarmas en Alemania, Francia, Polonia y otros países del este europeo que ven con recelo esta ruptura del equilibrio post-guerra fría.
¿América primero, Ucrania después?
Para muchos observadores, esto no es una sorpresa. Desde su primera presidencia, Trump mostró poco entusiasmo por comprometer recursos en problemas que considera ajenos. Su lema “America First” implicaba también una OTAN debilitada y socios más responsables de su propia seguridad.
Con el actual clima electoral en EE. UU. y un GOP cada vez más reacio a seguir financiando la guerra en Ucrania, el aislamiento estratégico comienza a parecer política oficial. Algunos miembros del Congreso cercanos al trumpismo ven con escepticismo la ayuda a Ucrania y prefieren centrar esfuerzos en la situación en la frontera sur, o en contener a China.
Vacío de poder: Alemania y Reino Unido toman la posta
Ante la retirada del liderazgo estadounidense, Alemania y Reino Unido han asumido el rol principal en el Grupo de Contacto. Si bien ambos países tienen peso e influencia, su capacidad para llenar el vacío estadounidense está en tela de juicio.
Un alto comandante aliado, el general estadounidense Christopher Cavoli, que encabeza el Comando Europeo de EE. UU. y es Comandante Supremo Aliado en Europa, sí estuvo presente. Sin embargo, su presencia no compensa la ausencia de una señal clara política desde Washington.
Del apoyo militar a la diplomacia en Washington
Mientras Hegseth esquiva Bruselas, Washington ha recibido a una delegación ucraniana encabezada por la viceprimera ministra Yulia Svyrydenko. Las conversaciones se han centrado en sanciones, defensa y reconstrucción post-guerra. También participaron emisarios especiales como Keith Kellogg y Steve Witkoff. Aunque importantes, estos encuentros reflejan un cambio de escenario: menos misiles, más memorandos.
Parte de la agenda incluyó discusiones sobre las condiciones actuales del campo de batalla y los cada vez más espaciados diálogos con Rusia. Estas negociaciones paralelas no sustituyen el peso estratégico de la asistencia militar, crítica para sostener las líneas ucranianas.
Las consecuencias de la desconexión estadounidense
La salida gradual de Estados Unidos podría tener varios efectos adversos:
- Debilita la narrativa de unidad occidental frente a la agresión rusa.
- Incentiva a Moscú a continuar una guerra de desgaste, sabiendo que los recursos de Ucrania están en declive.
- Obliga a Europa a aumentar su gasto militar en tiempos de inflación y crisis energética.
- Desacredita futuras amenazas contra China, si no se muestra consistencia en la defensa del orden internacional.
Según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), una reducción drástica del apoyo occidental podría significar la pérdida de regiones claves para Ucrania, como el Donbás y partes de Zaporiyia.
La OTAN en jaque
La pérdida de liderazgo estadounidense también enfrenta a la OTAN con interrogantes existenciales. ¿Puede sobrevivir la alianza sin la iniciativa militar, logística y de inteligencia de EE. UU.? Algunos apuestan por una Europa estratégicamente autónoma, como ha propuesto Macron, pero esta visión aún carece del músculo necesario.
Incluso dentro de los socios transatlánticos hay diferencias: países como Hungría o Eslovaquia han demostrado simpatías prorusas, mientras que Polonia exige postura firme frente a Putin. La retirada de EE. UU. exacerbaría esas divisiones internas.
¿Quién gana con este giro?
El gran beneficiado, sin duda, es Vladímir Putin. La retirada estadounidense refuerza su cálculo geopolítico original: Occidente no tiene estómago para una guerra larga. Y ahora, más que nunca, puede explotar esa percepción con medidas como el reclutamiento forzoso, la anexión de nuevas regiones y la presión energética sobre Europa.
China también observa con atención. Todo lo que erosione la cohesión atlántica alimenta su ambición en Asia. La desconexión de EE. UU. con Ucrania podría tener efecto multiplicador en escenarios como Taiwán, el mar del Sur de China o incluso Corea del Sur.
¿Y si Trump consigue un segundo mandato completo?
Si la tendencia continúa, podríamos asistir al final del papel preeminente de EE. UU. como garante del equilibrio europeo. Esto sería un cambio histórico. Desde 1945, Estados Unidos ha sido el pilar de la seguridad europea. Ni siquiera durante la Guerra Fría dudó en apoyar a sus aliados. Hoy, bajo el liderazgo de Trump, eso parece estar cambiando dramáticamente.
El historiador Timothy Snyder dijo en una ocasión que “el precio de ignorar a Ucrania hoy es pagar un precio mucho más alto mañana, en Europa o en Asia.” Hoy, esa advertencia resuena con más fuerza.