Luces, arcilla y madrugadas: la batalla invisible del tenis profesional
Entre horarios impredecibles y desgaste físico, los jugadores enfrentan un desafío más allá del marcador
El otro rival en la cancha: el horario
Cuando pensamos en tenis profesional, solemos imaginar rallies intensos, puntos espectaculares y trofeos brillando al final del torneo. Pero hay una batalla menos visible —y mucho más agotadora— que se libra antes y después de cada partido: el horario.
En torneos de Grand Slam como Roland-Garros, los partidos no siguen reglas estrictas de cronograma como en los deportes por equipos. Un encuentro puede iniciar a las 11 de la mañana o a las 8:15 de la noche. Incluso es posible ver a jugadores golpeando pelotas hasta las 2 o 3 a.m. Esta falta de consistencia genera un estrés adicional en atletas cuyo rendimiento depende en gran medida de la preparación física y mental.
«Si nunca más juego a la 1 a.m., seré feliz»
La tenista estadounidense Madison Keys no oculta su aversión a los partidos nocturnos: «Si pudiera no volver a jugar a la 1 de la mañana por el resto de mi vida, sería feliz», declaró entre risas. Keys, séptima preclasificada en Roland-Garros 2024, ha vivido la «vida de búho» y ahora prefiere abrir la jornada, incluso si eso significa llegar temprano al estadio.
La joven prodigio Coco Gauff, campeona del US Open 2023 y segunda cabeza de serie en París este año, coincide: «Puedo levantarme temprano. Una vez desayuno, estoy lista.» Gauff, apenas con 21 años, demuestra que hay quienes se adaptan bien al horario matutino.
El caos de programar un deporte sin reloj
En el tenis, los partidos no tienen duración preestablecida. Un encuentro puede durar 90 minutos o superar las 5 horas, como sucedió en la final de Wimbledon 2019 entre Novak Djokovic y Roger Federer. Esto convierte los cronogramas diarios en un juego de adivinanzas para jugadores y organizadores.
«Eso es lo malo del tenis: no sabemos cuándo jugamos hasta el día anterior», comentó Holger Rune, décima cabeza de serie en Roland-Garros. «En los deportes de equipo, ya saben en diciembre cuándo jugarán en mayo. Nosotros lidiamos con cambios de país, superficie y clima».
Para Rune, que comenzó su carrera compitiendo en torneos junior donde los partidos pueden iniciar a las 9 a.m., levantarse a las 6 es parte del sacrificio. Pero no todos los cuerpos —ni mentes— responden igual.
Privación de sueño y rendimiento deportivo
Emma Navarro, semifinalista del US Open 2023, lo deja claro: «Soy súper particular con mi sueño. Necesito dormir unas 10 horas. Si está oscuro afuera, probablemente estoy durmiendo». Para Navarro, competir de noche altera su rutina biológica, y no existe café que lo arregle.
La ciencia respalda su percepción. Un estudio publicado en la revista Journal of Sports Sciences demuestra que los deportistas que duermen menos de 7 horas presentan mayores niveles de cortisol (hormona del estrés), menor precisión en pruebas cognitivas y mayor percepción de fatiga física. En deportes donde el margen entre ganar o perder es tan pequeño como una línea blanca sobre la arcilla, dormir importa —mucho.
¿Discriminación en el horario estelar?
Un tema que genera creciente indignación es el uso del primetime (horario de máxima audiencia) casi exclusivamente para partidos masculinos en Stade Philippe-Chatrier, la principal pista de Roland-Garros. Desde 2023, solo un encuentro femenino disputó el horario nocturno.
«Es una decisión comercial», argumentan algunos. Pero muchos consideran que priva a las jugadoras de visibilidad televisiva y patrocinadores. Y en un deporte que ha promovido la igualdad de premios entre mujeres y hombres en los Grand Slams, este “detalle” parece ir a contracorriente del discurso oficial.
«Una grieta importante en la paridad de género del tenis», opinó la periodista deportiva Carole Bouchard en un artículo para The Athletic. Los datos le dan la razón: en el US Open 2023, el partido entre Gauff y Swiatek rompió récords de audiencia, demostrando que el interés por el tenis femenino existe... siempre que pueda verse.
¿Y qué opinan los campeones?
Carlos Alcaraz, actual campeón de Roland-Garros, prefiere jugar durante el día. Su rival en la final, Alexander Zverev, es más adepto al manto nocturno. En ambos casos, la rutina personal parece marcar las preferencias.
Lorenzo Musetti, el octavo preclasificado italiano, lo ve diferente: «Sea la hora que me asignen, juego». Es una filosofía quizás obligada en un deporte donde los jugadores tienen poca influencia sobre el cronograma, aunque puedan presentar solicitudes especiales.
Impacto económico condiciona la lógica deportiva
Detrás de los horarios extendidos están los contratos millonarios con cadenas televisivas y la venta de entradas para las sesiones nocturnas. Roland-Garros, por ejemplo, ofrece este tipo de entradas con un precio que supera los €150 por asiento en partidos nocturnos. A mayor precio, mayor presión por ofrecer partidos que atraigan gran público, lo que en la mayoría de los casos significa partidos masculinos.
Este modelo se replica en el US Open y el Abierto Australiano. Wimbledon, con su tradicionalismo británico, mantiene el límite de las 11 p.m., aunque en 2022 se vio obligado a extender partidos hasta pasada la medianoche debido a condiciones climáticas.
El reloj biológico del tenista moderno
El ritmo circadiano influye no solo en el sueño, sino en aspectos como la temperatura corporal, el metabolismo y el tiempo de reacción. Un estudio de la Universidad de Birmingham identificó que atletas que entrenaban en correspondencia con su cronotipo (es decir, su tendencia natural a ser madrugador o nocturno) no solo rendían mejor, sino que experimentaban menos lesiones.
«Adaptar la competición a los cronotipos beneficiaría notablemente el rendimiento y la longevidad de los atletas», concluyó el documento. En otras palabras: el horario ideal no es general. Es personal. Obligar a todos a competir en condiciones poco naturales, como partidos que duran hasta las 3 a.m., puede tener efectos nocivos a largo plazo.
¿Hacia un cambio de formato?
Algunos veteranos del circuito proponen limitar la duración de la jornada tenística. «¿Por qué no jugar solo durante ventanas horarias fijas, como hacen en el boxeo o el fútbol?», sugirió Patrick McEnroe. Otros abogan por eliminar las sesiones nocturnas o reservarlas solo para partidos femeninos en ciertos días, equilibrando la visibilidad.
El director del torneo de Roland-Garros ha defendido el modelo actual apuntando que «la noche ofrece una atmósfera mágica… y se vende bien». Pero sin un ajuste, los jugadores seguirán durmiendo a deshora, desayunando a medianoche y planificando su preparación con incertidumbre crónica.
La arcilla no perdona, especialmente sin descanso
Finalmente, vale recordar que Roland-Garros se juega sobre arcilla, una de las superficies más exigentes físicamente. El desgaste de un partido de 5 sets puede equivaler a correr entre 12 y 15 kilómetros, con cientos de cambios de dirección, sprints cortos y zancadas sobre un terreno resbaladizo y abrasivo.
A todo este despliegue físico, suma la alteración del sueño, las comidas irregulares y la necesidad de competir a nivel de élite a cualquier hora. El resultado: un deporte donde los rivales no solo están al otro lado de la red... también en el reloj.
Más allá de los gritos, las raquetas rotas y la gloria, hay una guerra silenciosa en el tenis profesional. Y la batalla empieza mucho antes de que suene el primer “¡play!”