Fungus contra la agricultura: el caso del Fusarium graminearum y sus riesgos ocultos

Una mirada profunda al impacto económico y biológico de uno de los hongos más destructivos de los cultivos cerealistas en EE.UU. y la controversia detrás de un caso reciente de contrabando biológico

El hongo que amenaza los campos de trigo y cebada

En un contexto de tensiones políticas crecientes entre Estados Unidos y China, un caso reciente ha encendido las alarmas dentro de las comunidades científicas, agrícolas y de seguridad nacional: dos investigadores chinos fueron acusados de contrabandear Fusarium graminearum, un hongo microscópico pero devastador para los cultivos de cereales.

Este microorganismo es el principal causante del Fusarium head blight (FHB), conocido en español como "fusariosis de la espiga". Su impacto no es trivial: se estima que ocasiona cerca de $1,000 millones en pérdidas anuales en las cosechas de trigo y cebada en Estados Unidos, según el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA).

¿Qué es exactamente el Fusarium graminearum?

El Fusarium graminearum es un hongo fitopatógeno que ataca principalmente durante las primeras etapas de crecimiento del trigo, cebada, maíz y otros cereales. Infecta las espigas de las plantas, lo que provoca un blanqueamiento anormal y el marchitamiento de los granos, afectando tanto su rendimiento como su calidad nutricional.

Lo más preocupante es que este hongo produce una micotoxina conocida como deoxinivalenol (DON), comúnmente llamada vomitoxina, ya que provoca vómitos en el ganado. Esta toxina también puede causar fiebre, diarrea, dolores abdominales y de cabeza en humanos, incluso en bajas concentraciones.

Según David Geiser, experto en Fusarium de la Universidad Estatal de Pensilvania, "es uno de los muchos problemas que enfrentan los agricultores y pone en riesgo su modo de vida".

Las reglas del juego científico: ¿permitido o ilegal?

En Estados Unidos, está permitido importar especies vegetales, animales o microbianas con fines científicos, siempre y cuando se sigan protocolos rigurosos que incluyen permisos de entrada emitidos por el Departamento de Agricultura de EE.UU.. En el caso de los investigadores chinos Yunqing Jian y Zunyong Liu, ambos están acusados de conspiración, contrabando, falsificación de declaraciones y fraude de visado.

Según el FBI, Liu transportó muestras del hongo en pequeñas bolsas dentro de una mochila cuando viajó al país en 2023. Alegó desconocer el contenido, pero admitió que su propósito era realizar investigaciones en el laboratorio de la Universidad de Michigan, donde Jian trabajaba.

¿La verdadera pregunta? ¿Por qué traer a EE.UU. un hongo que ya está presente en el país y se ha estudiado durante décadas?

¿Una amenaza biológica o una omisión burocrática?

El caso ha generado polémica porque, por un lado, el hongo ya existe en el país, especialmente en las regiones del este y del medio oeste. Y por otro, los investigadores afirman que su estudio se limitaba a comprender las variantes genéticas de la cepa china del Fusarium, posiblemente más resistente a fungicidas o con comportamientos particulares frente al cambio climático.

La científica Nicole Gauthier, patóloga vegetal de la Universidad de Kentucky, explicó: “Estudiamos las variaciones entre cepas, igual que lo hacemos con los humanos. Conocer cómo reaccionan ante tratamientos o condiciones ambientales es clave para desarrollar soluciones preventivas”.

Sin embargo, la falta de permisos convirtió lo que podría haber sido un intercambio científico válido en un crimen federal. Jian fue detenido y procesado en un tribunal federal de Detroit, mientras que Liu permanece en China.

Impacto económico en la agricultura estadounidense

El Fusarium no solo amenaza la producción agrícola, sino también la cadena de suministro alimentaria. Cada año, miles de toneladas de trigo y cebada deben ser desechadas por contener niveles de vomitoxina superiores a los permitidos.

Según el informe del USDA, los daños asociados a FHB se han intensificado desde los años 90. El aumento de temperaturas y las lluvias intensas favorecen la proliferación del hongo. En 2019, el brote más reciente en Dakota del Norte obligó a descartar más del 10% de la cosecha estatal de trigo duro.

Algunos productores deben vender el grano contaminado como biomasa o alimento para ganado, con precios muy por debajo del mercado. Otros simplemente pierden toda su inversión.

  • EE.UU. produce entre 45 y 50 millones de toneladas de trigo anuales.
  • El 30% de esa producción proviene de zonas afectadas por FHB.
  • El costo promedio de combatir Fusarium por hectárea es de $70 a $120.

La fungicultura genética y el debate ético

En los últimos años, los laboratorios agrícolas han mantenido un enfoque en mejorar las variedades de trigo y cebada con mayor resistencia genética. Algunos investigadores defienden que estudiar variantes exóticas del hongo les permite adelantarse a mutaciones peligrosas.

No obstante, traer un patógeno exógeno sin control representa un riesgo biológico y ecológico. “Una sola cepa con mayor capacidad de infección o resistencia a fungicidas podría empeorar la situación actual”, advierte Geiser.

Además, el clima cambiante puede convertir a estas cepas en una amenaza aún mayor. “Todo lo que sabemos sobre la distribución de estos hongos podría cambiar en pocos años si no establecemos una bioseguridad responsable”, añade.

Relaciones internacionales bajo tensión

Este incidente también ocurre en un contexto de vigilancia más estricta a estudiantes e investigadores chinos en Estados Unidos. Desde 2018, la administración Trump (y luego la de Biden) tomaron medidas más agresivas contra supuestos espionajes industriales y académicos, revocando visados e imponiendo controles más estrictos.

Esto ha perjudicado colaboraciones bilaterales en ciencia, afectando incluso proyectos conjuntos en agricultura, medicina y física cuántica.

“Transportar una muestra sin permisos entre países se convierte en una bomba diplomática en tiempos tensos”, afirmó un antiguo funcionario del USDA bajo condición de anonimato.

Lecciones y preguntas abiertas

  • ¿Debemos repensar las regulaciones para la transferencia de material patógeno?
  • ¿Existe una forma segura de fomentar la colaboración científica internacional sin comprometer la bioseguridad?
  • ¿Dónde termina la investigación científica legítima y comienza el bioterrorismo accidental?

Este caso nos recuerda que la cooperación global en ciencia exige protocolos claros y responsables. El Fusarium graminearum seguirá siendo objeto de estudio, pero con cada brote o contrabando, el debate en torno a ciencia, seguridad y política se encrudece.

Mientras tanto, los agricultores continúan en la primera línea de batalla, luchando contra un enemigo invisible que se esconde en cada espiga de grano.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press