Zelenskyy, ultimátums rusos y la diplomacia estancada: una guerra sin salida fácil
Mientras Ucrania enfrenta una tregua condicionada de Moscú, la cumbre de la OTAN se acerca sin garantías claras para Kyiv
Una tregua disfrazada de ultimátum
Volodymyr Zelenskyy no se anda con rodeos. El presidente de Ucrania tildó abiertamente la más reciente propuesta de alto al fuego de Rusia como lo que, a su juicio, realmente es: “un ultimátum”. Para él, los documentos enviados desde Moscú no implican apertura al diálogo real sino tácticas dilatorias para aliviar la presión internacional sin ceder absolutamente nada. En sus palabras:
“Este documento parece spam. Está diseñado para abrumarnos y dar la impresión de que están haciendo algo, cuando realmente no es así”.
Estas declaraciones reflejan una frustración latente en Kyiv tras años de una guerra que, a pesar del apoyo de Occidente, continúa sin señales de resolución. Ucrania ha enfrentado más de tres años de invasión a gran escala por parte de Rusia, desde aquel 24 de febrero de 2022. Desde entonces, las negociaciones de alto nivel han sido escasas y, según denuncia Zelenskyy, simulacros de diplomacia que no conducen a una paz genuina.
Las fallidas negociaciones de Estambul
La última ronda de conversaciones celebrada en Estambul entre delegaciones ucranianas y rusas duró poco más de una hora. ¿Resultados? Ninguno sustancial. Sólo se acordó una operación humanitaria para intercambiar cuerpos y heridos entre ambos países. Zelenskyy asegura que estas reuniones no difieren en nada respecto a aquellas celebradas en los primeros días de la guerra, hace más de tres años. Las califica como “una performance política”.
La composición de las delegaciones es también reveladora: mientras Ucrania envió a su Ministro de Defensa, Rustem Umerov, Rusia acudió con Vladimir Medinsky, un asesor de Vladimir Putin. La asimetría refleja, según Kyiv, el poco interés del Kremlin en sostener un verdadero proceso de paz.
Zelenskyy busca algo más que formalismos
Frustrado con el formato actual, Zelenskyy ha exigido una reunión directa con Putin, e incluso abre la puerta a la presencia del presidente estadounidense Donald Trump como mediador. Pero deja clara una condición clave: debe haber un cese al fuego previo para que los líderes puedan reunirse sin temor a que la escalada continúe durante el diálogo.
“Si nos reunimos sin entendimiento mutuo o sin disposición a poner fin al conflicto, el alto al fuego terminaría ese mismo día. Pero si vemos voluntad real, entonces ese alto al fuego podría extenderse con garantías de EE.UU.”
Además, Ucrania estaría dispuesta a organizar dicha cumbre en Estambul, el Vaticano o Suiza; lugares considerados neutrales y simbólicamente relevantes para una posible paz.
El papel ambivalente de la OTAN
A medida que se acerca una cumbre crucial de la OTAN en La Haya (24 y 25 de junio), crece la presión sobre los aliados occidentales para expresar un respaldo claro y tangible a Kyiv. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, el protagonismo ucraniano parece menguar.
El Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, limitó sus comentarios sobre la presencia de Zelenskyy diciendo apenas que el asunto “está en la agenda”. Además, a diferencia de cumbres anteriores, no habrá un Consejo OTAN-Ucrania. Esto deja dudas sobre el rol preciso que se espera de Zelenskyy en el evento.
La interpretación inmediata: la OTAN quiere que el foco gire hacia Donald Trump y su plan para presionar a los países miembros a que destinen al menos un 5% del PIB a defensa. Una propuesta radical que podría redefinir el funcionamiento y gasto de la alianza en los próximos años.
Una paz en pausa… ¿hasta después de las elecciones en EE.UU.?
El componente estadounidense es cada vez más influyente en los tiempos y formas del conflicto. Con Trump como candidato y su supremacía mediática asegurada para la cumbre de La Haya, surge una nueva variable internacional que no sólo afecta la guerra, sino su posible solución.
El embajador de EE.UU. ante la OTAN, Matthew Whitaker, reconoció esta semana que “Trump siente muy profundamente que esta guerra debe terminar”. También enfatizó la ausencia de una solución militar, justo lo que Kyiv teme: que presiones políticas internas en Occidente terminen cediendo antes de cumplir plenamente el apoyo prometido.
Una carrera entre la diplomacia y el tiempo
Mark Rutte ha propuesto una hoja de ruta para que todos los países de la OTAN dediquen un 3,5% de su PIB a defensa, además de otro 1,5% en infraestructura militar. El objetivo: competir directamente con Rusia en capacidad armamentística. Sin embargo, nueve países miembros aún están lejos de cumplir siquiera el actual umbral del 2%, entre ellos España, Canadá e Italia.
Esta meta creciente preocupa a algunos gobiernos que enfrentan fuertes presiones presupuestarias. Sin un discurso sólido que justifique aumentar el gasto en defensa —en medio de crisis internas—, algunos líderes temen perder respaldo ciudadano.
Guerra tecnológica: los drones ucranianos y la guerra asimétrica
En paralelo, Ucrania sigue desplegando su estrategia de guerra asimétrica. El reciente ataque con drones sobre bases aéreas rusas ha sido calificado por expertos como “el más significativo de la guerra”. Kiev no solo demuestra capacidad para dañar objetivos estratégicos dentro de Rusia, sino que también genera una narrativa que contrasta con los débiles avances diplomáticos.
La guerra híbrida en Ucrania redefine el concepto de combate militar, y a la vez, hace más compleja cualquier mesa de negociación futura. ¿Puede haber alto al fuego cuando una de las partes está empleando tecnología no convencional para ganar ventaja?
¿Un callejón sin salida?
La situación actual parece un candado de combinaciones imposibles: Zelenskyy exige un cese al fuego previo a un encuentro entre líderes; Rusia sólo ofrece condiciones que Ucrania rechaza de manera categórica; Estados Unidos no logra aún forjar un consenso claro entre sus aliados; la OTAN se reconfigura internamente y Rusia, por su parte, sigue llevando el conflicto hacia la larga duración.
En este escenario, la guerra no sólo se estanca en el terreno, sino también en el plano político y simbólico. Las imágenes de cumbres sin claridad, delegaciones que negocian sin avances, y propuestas que son descartadas por ambas partes como actos de manipulación, construyen una narrativa de conflicto sin fin.
¿Y ahora qué?
El futuro inmediato depende de tres factores clave:
- La voluntad de Rusia de abandonar sus condiciones maximalistas.
- La capacidad de Zelenskyy para exigir apoyo internacional sin que Occidente lo vea como una carga indefinida.
- El resultado de los procesos electorales en EE.UU. y Europa, que podrían alterar radicalmente la política exterior hacia Ucrania.
Al día de hoy, las únicas certezas son el dolor prolongado del pueblo ucraniano, el riesgo constante de una escalada mayor, y el persistente juego diplomático donde las palabras pesan pero los compromisos pesan más. Mientras tanto, Zelenskyy sigue esperando una mesa de líderes que aún no tiene fecha ni contenido claro. Y la guerra… sigue.