¿Un puñal al corazón del planeta? La EPA, Trump y el retroceso ambiental con graves consecuencias

Análisis: La desregulación ambiental impulsada por la administración Trump pone en jaque la salud pública y el futuro climático de EE.UU.

La promesa de una "Edad Dorada" energética vs. la salud pública

Cuando Lee Zeldin, administrador de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) bajo la presidencia de Donald Trump, anunció un plan para revertir más de 30 regulaciones ambientales clave, lo hizo con un tono triunfante. Según él, era una forma de cortar de raíz a la "religión del cambio climático" y dar paso a una nueva “Edad Dorada” para la economía estadounidense.

Lo que Zeldin no mencionó fue lo que muchas de esas normas protegen: la vida humana. Porque de acuerdo a los propios datos de la EPA, así como a evaluaciones independientes como las del Environmental Protection Network (EPN), eliminar esas reglas podría costar más de 30,000 vidas al año y una pérdida económica de al menos 275 mil millones de dólares anuales.

¿Qué normas se eliminarían?

Entre las más de 30 regulaciones bajo amenaza se incluyen:

  • Normas de emisiones para plantas de energía, que limitan los contaminantes atmosféricos como el dióxido de azufre y el óxido de nitrógeno.
  • Regulaciones para vehículos de bajo consumo y reducción de emisiones de carbono automotrices.
  • Límites a las emisiones de partículas finas (PM2.5), un contaminante estrechamente vinculado a enfermedades respiratorias graves.
  • Reglas de protección de fuentes fluviales y cuerpos de agua utilizadas por comunidades rurales y urbanas por igual.

Estas regulaciones, aunque algunas datan de administraciones previas, fueron expandiéndose bajo el mandato de Barack Obama y reforzadas por el presidente Joe Biden. Pero la administración Trump buscó desmantelarlas de forma sistemática.

El costo oculto de desregular

La lógica de la desregulación parte muchas veces del supuesto de que menos reglas significan ahorro para las empresas e impulso económico. Sin embargo, los propios Regulatory Impact Analyses (análisis de impacto regulatorio) elaborados por la EPA muestran otra realidad.

Por ejemplo, solo las reglas que limitan las emisiones de partículas finas y de mercurio evitarían:

  • Cerca de 11,000 muertes prematuras al año.
  • Más de 100,000 casos de asma infantil.
  • $90 mil millones anuales en costos de salud y ausentismo laboral.

El EPN calculó que sumando todas las regulaciones que pretende revocar la administración, las vidas salvadas superarían las 30,000 cada año. Las cifras no son menores ni hipotéticas: son el resultado de décadas de datos científicos y epidemiológicos.

Lo que dicen los expertos

Varios exfuncionarios de la EPA han alzado su voz. Gina McCarthy, exadministradora de la agencia, apuntó: “Eliminar estas reglas no es simplemente desregulación, es una agresión directa a la salud pública. Esto va mucho más allá de ideología política, es desprecio a la ciencia y la vida humana.”

Por su parte, el doctor Harold Frumkin, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Washington, explicó en una entrevista para NPR: “La evidencia sobre los beneficios de estas regulaciones es abrumadora. Derribarlas significaría aceptar miles de muertes adicionales como un daño colateral.”

Una mirada histórica: la EPA antes de Trump

La EPA fue creada en 1970 bajo el mandato de Richard Nixon como respuesta a la creciente preocupación pública sobre la contaminación. Desde entonces, la agencia ha sido un actor fundamental en la aprobación de leyes históricas como el Clean Air Act (1970) y el Clean Water Act (1972).

Estas leyes permitieron reducir drásticamente niveles de plomo en el aire, controlar emisiones industriales y proteger recursos hídricos. La EPA, durante décadas, fue considerada un modelo global de cómo regular sin frenar el crecimiento económico.

De hecho, entre 1970 y 2020, el PIB de EE.UU. se cuadruplicó mientras que los contaminantes del aire más dañinos cayeron más del 70% gracias a estas regulaciones.

Los retrocesos bajo Trump

Durante su mandato, el presidente Trump y su equipo pusieron la mira en al menos 125 acciones climáticas y ambientales, de las cuales más de cien se completaron antes de 2021.

Entre los cambios más polémicos:

  • Abandono del Acuerdo de París contra el cambio climático (revertido por Biden en 2021).
  • Reducción de protecciones de humedales y vías fluviales.
  • Permisos más fáciles para perforación y extracción minera en tierras protegidas.

Uno de los puntos más críticos fue la modificación del cálculo sobre los beneficios a la salud pública. La administración Trump cambió metodologías para minimizar muertes relacionadas con la contaminación, buscando justificar que los costos de regulación eran más altos que sus beneficios.

¿Y la economía?

El argumento económico fue reiterado por Zeldin: desregular impulsará una “Edad Dorada”. Pero sin regulación, el gasto médico se dispara, las bajas laborales por enfermedad crecen y los efectos colaterales afectan gravemente a las zonas más vulnerables de la población.

Según un estudio de Harvard T.H. Chan School of Public Health, las comunidades afroamericanas y latinas sufren desproporcionadamente los efectos de la contaminación, por vivir más cerca de autopistas, fábricas u otras fuentes emisoras. La desregulación agravaría esta inequidad estructural.

Además, expertos del Resources for the Future señalan que los beneficios económicos netos de las regulaciones ambientales superan con creces los costos a corto plazo para las industrias. Por cada dólar invertido en control de emisiones, se obtienen entre $3 y $9 en beneficios.

Una decisión que trasciende gobiernos

Si bien muchas de las propuestas de Zeldin aún deben pasar por el proceso federal de reforma de normas (con periodos obligatorios de evaluación técnica y abierta a comentarios públicos), los daños potenciales se han convertido en una gran preocupación internacional.

Países aliados han cuestionado la actitud de EE.UU. bajo Trump como un contrasentido a los compromisos ambientales globales. Desde la Unión Europea hasta Canadá o Japón, la comunidad internacional presiona para que la primera economía del mundo mantenga su liderazgo climático en lugar de convertirse en un obstáculo.

¿Religión climática o responsabilidad colectiva?

Al calificar al activismo climático de "religión", Zeldin busca desacreditar la base científica del cambio climático. Sin embargo, la evidencia no es cuestión de fe, sino de cientos de estudios revisados por pares, modelos climatológicos y registros históricos que apuntan inequívocamente a un calentamiento global causado principalmente por las actividades humanas.

Más aún, hasta las grandes corporaciones energéticas como ExxonMobil y Shell han comenzado a invertir en soluciones de energía sostenible ante la creciente realidad de que el futuro no puede sustentarse en combustibles fósiles.

No se trata de escoger entre medio ambiente o economía. Se trata de construir un modelo económico que sea sostenible para las futuras generaciones.

Porque como advierte una antigua frase de sabiduría indígena: “No heredamos la tierra de nuestros antepasados, la tomamos prestada de nuestros hijos.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press