Harvard en la mira: la batalla política que pone en jaque los sueños de estudiantes internacionales
Historias de lucha, sueños interrumpidos y la creciente tensión entre universidades de élite y la administración Trump
Un sueño forjado bajo fuego
Yonas Nuguse, un joven etíope de 21 años, jamás imaginó que su travesía hacia la Universidad de Harvard lo llevaría a enfrentar no solo conflictos armados, pandemias y apagones de internet, sino también una lucha política en los Estados Unidos que amenaza con desmoronar su sueño.
Originario de la devastada región de Tigray en Etiopía, donde la guerra interrumpió el sistema educativo, Nuguse se preparó durante años con la esperanza de lograr lo impensable. Lo consiguió: fue aceptado en Harvard, la institución más antigua de los Estados Unidos y una de las más prestigiosas del mundo. Sin embargo, su admisión está ahora en juego por una controversia que va mucho más allá de sus méritos personales.
Trump vs. Harvard: una nueva trinchera en la guerra cultural
La administración del presidente Donald Trump ha lanzado una ofensiva directa contra la matrícula de estudiantes internacionales en universidades estadounidenses bajo el argumento de seguridad y control migratorio. El conflicto alcanzó un nuevo pico cuando Trump firmó una directiva que impide el ingreso a Estados Unidos de nuevos estudiantes admitidos, como Nuguse, argumentando que su presencia representa una carga innecesaria.
Esta medida va en contra de la creciente tendencia mundial de internacionalización académica, en la que Harvard es líder. Casi un 25% de sus estudiantes provienen del extranjero, reflejando una política de inclusión global que ha sido cultivada durante décadas.
Una historia reproducida mil veces
El caso de Yonas Nuguse es impactante pero no aislado. Estudiantes de países como China, India, Colombia y Nigeria también están atrapados en este limbo diplomático. Muchos ya habían recibido su visa y estaban listos para mudarse a Cambridge, Massachusetts. Ahora, enfrentan la posibilidad de cambiar de universidad o perder el año académico.
Según ICEF Monitor, un medio especializado en educación internacional, el interés global por universidades estadounidenses ha caído dramáticamente desde 2020, debido a los obstáculos migratorios. El CEO de Illume Student Advisory Services, Mike Henniger, lo resume así: “Es un golpe tras otro. El interés ha caído prácticamente a cero”.
Harvard responde
Ante este ataque, la universidad ha demostrado resistencia. Un juez federal en Boston dictaminó a favor de Harvard, bloqueando temporalmente el intento de revocar su certificación para recibir estudiantes extranjeros. La institución ha tomado medidas para asegurar a los estudiantes que, legalmente, están respaldados, mientras continúan las batallas legales.
En un comunicado, Harvard declaró: “Seguiremos protegiendo a nuestros estudiantes internacionales. Son parte integral de nuestra comunidad académica y no dejaremos que decisiones políticas temporales destruyan sus oportunidades”.
El caso Jing: atrapados entre continentes
Jing, un estudiante de maestría oriundo de China, vive este drama desde otro ángulo. Actualmente está haciendo una pasantía en su país y duda que pueda volver a Estados Unidos para continuar su semestre de otoño. “Nos sentimos cansados y entumecidos. Cada semana hay un nuevo titular de Trump que cambia todo”, dijo Jing a la prensa estadounidense bajo la condición de anonimato, temiendo represalias.
Esta incertidumbre no afecta solo a estudiantes. También golpea la estabilidad institucional de universidades como Amherst, Columbia o Stanford, que basan parte de su prestigio en su diversidad cultural.
La paradoja del nacionalismo académico
El conflicto actual revela una contradicción ideológica clave: Estados Unidos, una nación formada en gran parte por inmigrantes, le da la espalda a las mentes jóvenes que desean formarse en su sistema. La narrativa de “América Primero” ha derivado en una especie de aislacionismo académico, donde las políticas migratorias chocan con los ideales de educación globalizada.
Este cambio de paradigma pone en riesgo la competitividad estadounidense. Según un informe del Instituto de Educación Internacional, los estudiantes internacionales aportaron más de $39.000 millones a la economía estadounidense en 2019, además de enriquecer la cultura universitaria.
La conexión salvadoreña: migración y castigo
El enfoque restrictivo del gobierno estadounidense no se limita a estudiantes. Una coalición de grupos pro derechos del inmigrante recientemente demandó a la administración Trump por firmar un acuerdo para trasladar detenidos migratorios a la prisión CECOT en El Salvador, una de las más severas del continente.
Este acuerdo, que financiaría con $6 millones el encarcelamiento de hasta 300 migrantes fuera de la jurisdicción de los tribunales de EE.UU., fue denunciado como inconstitucional. Las condiciones del centro, administrado por el presidente Nayib Bukele, han sido calificadas por el Departamento de Estado como “inhumanas y peligrosas”.
"Es una privatización de la justicia y una externalización de la represión migratoria", denuncian los abogados de organizaciones como Robert F. Kennedy Human Rights, quienes tachan el acuerdo de ilegal y violatorio del Acta de Procedimientos Administrativos.
Un sistema éticamente fracturado
El caso de Kilmar Abrego García, deportado ilegalmente a El Salvador pese a una orden judicial en EE.UU., es ejemplo claro de cómo el nuevo aparato burocrático migratorio se desplaza velozmente por fuera de los límites legales. Cuando un juez ordenó frenar su deportación, el Gobierno argumentó que ya estaba “fuera de su custodia”, en el avión rumbo a San Salvador.
Este tipo de estrategias legales pondrían a prueba los principios constitucionales más básicos de EE.UU., e implican una reinterpretación peligrosa del alcance del sistema judicial en asuntos migratorios.
¿El fin del Soft Power universitario?
La educación superior ha sido uno de los motores del llamado soft power estadounidense. Harvard, Yale, MIT, Stanford y otras instituciones han formado líderes mundiales, científicos premiados con Nobel y economistas que han transformado gobiernos —muchos de ellos extranjeros.
La hostilidad creciente hacia estos estudiantes podría resultar en una migración inversa del talento. Canadá, el Reino Unido, y países de Europa están tomando nota y abriendo las puertas con políticas favorables para los “refugiados académicos”.
“La idea de pasar años y gastar decenas de miles de dólares en una educación en EE.UU. pierde sentido cuando las reglas cambian cada semana”, explica Craig Riggs, editor de ICEF Monitor.
Lo que está en juego
Yonas Nuguse todavía espera una resolución favorable. Ya con la visa en mano y una carta que le garantiza su lugar en Harvard, se aferra a la posibilidad de tomar sus clases este otoño en Cambridge. Pero como muchos otros, sabe que su futuro académico está condicionado por decisiones políticas lejanas y ajenas a su esfuerzo personal.
“La guerra me quitó años de escuela. Harvard era mi esperanza, la recompensa a todo lo que sufrí. Espero que no me la quiten también”, dijo Nuguse al recibir la notificación de su admisión.
La pregunta ahora es: ¿Permitirá Estados Unidos que talentos como el de Yonas contribuyan a su futuro? ¿O, por el contrario, cerrará la puerta a los sueños del mundo en nombre de una ideología que deja atrás su legado de apertura e innovación?