La Capilla Sixtina de Pittsburgh: Un legado de arte, denuncia y devoción en los murales de Maxo Vanka
La épica restauración de un tesoro oculto en Millvale, donde el arte religioso y la crítica social se entrelazan en pigmento y pasión
Un arte que trasciende: los murales de Vanka
En la cima de una colina en Millvale, Pensilvania, una iglesia humilde guarda uno de los tesoros artísticos más impactantes de Estados Unidos: los murales de Maxo Vanka en la St. Nicholas Croatian Catholic Church. Este conjunto de 25 frescos, realizados en 1937 y 1941, fusiona la simbología católica tradicional con una crítica feroz al militarismo, la desigualdad social y la explotación de los inmigrantes.
El artista croata-estadounidense Maksimilijan "Maxo" Vanka (1889–1963) canalizó su sensibilidad social y su formación artística europea para crear una obra que durante más de 80 años ha inspirado, conmovido y provocado reflexión entre creyentes, artistas e historiadores.
Un muralismo bíblico con trasfondo político
Al ingresar al templo, el visitante se encuentra con una escena de furia divina: Moisés, con los ojos desorbitados, alza los Diez Mandamientos mientras una tormenta se arremolina tras él. Esta imagen poderosa fue restaurada recientemente y simboliza el corazón del proyecto muralístico de Vanka, en el que los temas espirituales sirven también como vehículos para denuncias sociales.
En otras paredes, ángeles lloran ante la indiferencia de los ricos, una Madonna empuña un fusil en un campo de batalla y madres dolientes abrazan a sus hijos muertos, ya sea en guerras o como víctimas de condiciones laborales inhumanas. Vanka, profundamente influido por su pasado como huérfano noble criado por campesinos, logró articular en colores brillantes la esperanza y el sufrimiento del inmigrante croata.
Desde el olvido hasta una restauración monumental
Durante décadas, el hollín, la luz solar y las sales atmosféricas causaron estragos en la integridad de los murales. Sin embargo, desde 2009, la Society to Preserve the Millvale Murals of Maxo Vanka ha liderado una laboriosa y meticulosa campaña de conservación.
En mayo de 2025, culminó la restauración de una parte superior de la iglesia, permitiendo que elementos como la mano de Dios resplandeciera nuevamente y que el característico verde espuma de mar y rosa fucsia usados por Vanka recobraran su luminosidad original.
La ciencia al servicio del arte
El proceso de conservación requería algo más que habilidad pictórica. Naomi Ruiz, conservadora de pinturas murales, describió el trabajo como una combinación de arte y ciencia. Desde el uso de hisopos de algodón hasta espátulas de precisión, el equipo tuvo que lidiar con:
- Sales sulfatadas que afectaban la estructura del yeso.
- Desprendimiento de pintura manejado con funori, un adhesivo proveniente de algas.
- Grasa urbana impregnada en las paredes, resultado de décadas de contaminación industrial y vehicular.
“Cuando uno limpia estas capas y aparece la pincelada original, siente que realmente está tocando la mano del artista”, comentó Ruiz, quien dirigió un equipo de más de doce conservadores durante el proyecto.
Maxo Vanka: el artista de dos mundos
Nacido en la entonces Austria-Hungría, Vanka fue hijo no reconocido de la nobleza, criado por una campesina devota que influiría fuertemente su estilo artístico. Esta dualidad marcó su vida personal y profesional. Estudió en la Academia Real de Bellas Artes de Bruselas y sirvió como voluntario para la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial.
Tras mudarse a Estados Unidos en los años 30 y tras una serie de exposiciones en Pittsburgh, Vanka fue reclutado por el reverendo Albert Zagar para llenar de color y símbolo la recién reconstruida iglesia croata. “Encontraron a su persona”, afirma Anna Doering, directora ejecutiva de la Sociedad de Conservación.
La capilla sixtina de Pittsburgh
El exsacerdote de la parroquia se refirió a la iglesia como “la Capilla Sixtina de Pittsburgh”. No es una exageración. Lo que hace a estos murales invaluables no es solo su valor artístico, sino su capacidad —casi profética— de tomar partido en contra de los males sociales del siglo XX y XXI: la explotación laboral, la guerra, el capitalismo desmedido. Todo ello dentro del marco de una fe que no es cómplice, sino resistencia.
“Es religión expresada en nuestra vida social”, dijo el reverendo Zagar en 1941. “Al mismo tiempo, es completamente católica”.
Un futuro para los colores del pasado
Restaurar estas obras va mucho más allá de la estética. Es una forma de revivir el testimonio emocional y político de una comunidad inmigrante, muchos de cuyos descendientes siguen asistiendo a misas —algunas incluso en croata— frente a las mismas escenas que un día impactaron a sus abuelos.
El trabajo de conservación, además, ha implicado avances técnicos, como la instalación de un nuevo sistema de control climático y reforzamiento estructural del edificio. Gracias en parte a una subvención de $471,670 del programa federal Save America’s Treasures, la misión ha podido continuar con vigor.
Educación e impacto comunitario
Además de restaurar, la sociedad de conservación trabaja de la mano con programas locales como la Iniciativa Educativa LIGHT, llevando a estudiantes de escuelas del área para discutir los murales como herramientas para hablar de historia, justicia, y humanidad.
“Podemos hablar de nuestras propias historias en relación con estas historias del pasado”, explicó Becky Gaugler, directora de educación para la Sociedad.
En una escena emblemática, una familia humilde ora agradecida ante pan y sopa, mientras en otra, un capitalista solitario cena lujosamente ignorando a un mendigo a sus pies —un ángel llora por la escena. ¿A cuál mesa preferirías sentarte? preguntó Gaugler a un grupo de sexto grado. La respuesta no siempre es obvia. “Obviamente están agradecidos por lo que tienen”, dijo una estudiante.
Más que una restauración, una señal de resistencia
El proyecto, que podría parecer técnico, es profundamente humano. Cada pulgada recuperada es una victoria contra el olvido, una afirmación de que el arte sigue siendo testigo y protesta. Cuando las andamias que cubrían las obras se retiraron finalmente en mayo de 2025, los fieles y visitantes pudieron volver a mirar al rostro furioso de Moisés y a los ojos tristes de la Madonna en armas, con la claridad y profundidad que Vanka imaginó hace más de 80 años.
“Es como verlo por primera vez, como él realmente lo quería”, dijo Marya Halderman, nieta del artista. “Siempre lo llamó su regalo a América.”