El fin del amateurismo: el deporte universitario en EE.UU. inicia una era histórica de profesionalización

Con un acuerdo judicial sin precedentes, las universidades podrán pagar millones a sus atletas, desmantelando un modelo de más de 100 años

Un antes y un después en el deporte universitario estadounidense

El 2025 marcará un punto de inflexión que se enseñará en los libros de historia del deporte estadounidense: los atletas universitarios finalmente podrán recibir pagos directos por parte de sus universidades. La jueza federal Claudia Wilken ha aprobado el histórico acuerdo que pone fin de facto al amateurismo que caracterizó a la NCAA durante más de un siglo. Esto no es simplemente un cambio de reglas: es una revolución de $2.700 millones a distribuir en una década entre jugadores actuales y antiguos que sostuvieron con su talento una industria multimillonaria.

Una demanda que lo cambió todo

El caso nace con Grant House, nadador de la Universidad Estatal de Arizona, quien demandó a la NCAA y a las cinco conferencias más poderosas de los Estados Unidos hace casi cinco años. Su reclamo: que los atletas universitarios pudieran compartir los ingresos generados por su rendimiento. Para entender la magnitud de este paso, hay que contemplar cómo funcionaba el sistema: hasta hace muy poco, la NCAA prohibía todo tipo de pago relacionado con el rendimiento deportivo, defendiendo una concepción idealista y cada vez más impopular del "deporte universitario puro".

¿Cuánto ganarán los atletas?

El acuerdo permitirá que cada universidad de las conferencias más grandes reparta hasta $20,5 millones de dólares al año entre sus atletas. Además, se destinarán $2.700 millones durante los próximos diez años como compensación a exjugadores que fueron parte de la maquinaria millonaria sin cobrar un centavo más allá de su beca.

Por ejemplo, jóvenes como Bryce Underwood, mariscal de campo estrella de la Universidad de Michigan, ya están firmando acuerdos de Nombre, Imagen y Semejanza (NIL, por sus siglas en inglés) que, según reportes, ascienden a entre $10,5 y $12 millones. Estos acuerdos seguirán existiendo en paralelo, negociados con marcas y terceros, pero ahora los pagos institucionales forman parte del nuevo mapa económico del deporte universitario.

Las conferencias toman el control

El poder de decisión ya no recae enteramente en la NCAA. El acuerdo quita autoridad regulatoria a dicha entidad y la transfiere a las cuatro conferencias principales: la ACC, Big Ten, Big 12 y SEC. Estas también controlan el evento más lucrativo fuera del paraguas de la NCAA: el College Football Playoff. Cada una establecerá sus propios parámetros de compensación dentro de los márgenes dispuestos por el acuerdo legal.

Impactos económicos: ¿todas las universidades podrán pagar?

El acuerdo ha encendido las alarmas sobre la viabilidad económica para muchas instituciones, especialmente aquellas fuera de las conferencias de élite. Universidades pequeñas o medianas enfrentarán enormes desafíos para competir financieramente con sus pares más ricas, y ya se empieza a hablar de una futura separación definitiva entre dos niveles de deporte universitario: las superligas profesionales universitarias y el resto.

El golpe más serio podría ser para deportes no rentables como natación, atletismo, lucha o esgrima. Cientos de atletas en deportes olímpicos podrían ver sus programas reducidos o incluso eliminados. Y eso deja a Estados Unidos con un problema estratégico: esos deportes han sido históricamente semilleros del éxito olímpico del país.

Ganadores y perdedores

Ganadores:

  • Estrellas de fútbol americano universitario y baloncesto masculino.
  • Exatletas que firmaron en la era del amateurismo puro.
  • Las conferencias más fuertes, que aumentan su autonomía.

Perdedores:

  • Walk-ons (jugadores no becados) y atletas de deportes menores, cuyos programas serán recortados.
  • La NCAA como organismo central de control.
  • Universidades sin grandes ingresos deportivos.

Contexto histórico: la erosión del modelo NCAA

Este acuerdo no es un fenómeno aislado. En 2014, fue la misma jueza Wilken quien sacudió los cimientos de la NCAA al fallar a favor de Ed O'Bannon, exjugador de UCLA. Dicho caso abrió las puertas para que los jugadores cobraran por el uso de su nombre e imagen, incluso en videojuegos y merchandising. Para 2021, la NCAA finalmente autorizó pagos NIL, pero el cambio era todavía parcial. El acuerdo House-Wilken sella la muerte del modelo de amateurismo con pagos directos y sistemáticos.

Desafíos legales y normativos aún por resolver

Pese al avance celebrado, el panorama legislativo sigue siendo complejo. No existe una ley federal que regule de forma uniforme los pagos NIL o el nuevo sistema. Cada estado mantiene sus propias reglas, lo que enturbia el marco legal y deja margen para futuras demandas. Esto ha llevado al presidente de la NCAA, Charlie Baker, a insistir en la necesidad de una legislación federal que proporcione claridad y protección antimonopolio para el nuevo sistema.

¿Y ahora qué?

A corto plazo, se espera que los jugadores estrella obtengan contratos comparables a atletas profesionales. Algunos jóvenes serán millonarios antes de pisar la NFL o la NBA. Las universidades deberán armar estructuras para cumplir con los pagos regulados y decidir qué atletas reciben cuánto. Sin embargo, también crecerán las asimetrías entre universidades y deportes, y con ellas, tensiones internas.

A largo plazo, puede que este sea solo el primer paso hacia una federación profesional de instituciones universitarias deportivas, algo que hibrida educación y élite profesional de forma cada vez más evidente. El alma romántica del deporte universitario estadounidense, si no ha muerto, ha mutado para siempre.

Fuentes: AP College Sports, NCAA, The New York Times, ESPN

Este artículo fue redactado con información de Associated Press