El regreso a casa tras la pesadilla: el fin del campamento Rukban y el desafío de reconstruir vidas
Después de casi una década en un campo de desplazados en el desierto sirio, cientos de familias regresan a sus hogares destruidos con esperanza, dolor y resiliencia
El regreso más esperado: el final de una larga agonía
Después de nueve años de vivir en condiciones infrahumanas en el campamento de desplazados de Rukban, enclavado en la inhóspita franja desértica entre Siria, Jordania e Irak, Yasmin al-Saleh y su familia han regresado al que solía ser su hogar en al-Qaryatayn, al este de la provincia de Homs. Aunque lo que queda de su casa parece más una ruina que una morada, Yasmin la ve como su castillo: "Aunque está destruida, aunque no tenemos dinero ni comida, sigue siendo mi castillo", dice entre lágrimas.
Este retorno coincide con la celebración del Eid al-Adha, una de las festividades más importantes del islam, lo que debería traer alegría. Sin embargo, para muchos como Yasmin, es más bien un momento agridulce. Regresan a la tierra que los vio nacer, pero también a la precariedad, la pobreza y la incertidumbre tras una guerra civil que desmembró Siria durante más de 13 años.
Rukban: un "campo de la muerte"
Rukban no fue un campo de refugiados cualquiera. Surgido en 2015 como un refugio improvisado para quienes huían del Estado Islámico, los bombardeos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, Rusia y las fuerzas del entonces presidente Bashar al-Assad, pronto se convirtió en una trampa mortal.
El campamento estaba rodeado por zonas controladas por Assad y las fronteras cerradas de Jordania. En 2016, tras un atentado transfronterizo que acabó con la vida de siete soldados jordanos, Ammán selló completamente su frontera, cortando la única vía de ayuda humanitaria segura.
Durante años, el campo careció de acceso regular a alimentos, agua y atención médica. Todo llegó a depender del contrabando, donde una simple bolsa de harina podía costar el triple del salario mensual promedio en Siria, y muchas mujeres morían en el parto por falta de atención médica.
Una ayuda tan limitada como vital
En los últimos años, algunas provisiones lograron entrar gracias a esfuerzos de la U.S. Army desde su base cercana en al-Tanf, una zona de "desconflicto" de 55 km, donde aún operaban fuerzas estadounidenses. Médicos, medicamentos y alimento fueron introducidos como una excepción bajo el marco de ayuda humanitaria.
El Teniente Coronel Ryan Harty, entonces comandante en al-Tanf, describió el estado del campo como "horrible": "Carecían de todo: agua, comida, refugio, atención médica... simplemente todo."
La ONG Syrian Emergency Task Force coordinó con el ejército estadounidense para llevar ayuda y posteriormente trasladar familias del campo. El Mayor Bo Daniels, jefe de asuntos civiles, aseguró: "En mis 24 años en el ejército, lo de Rukban fue la misión más significativa que realicé", enfatizando la dimensión humanitaria por encima del objetivo militar.
El costo político del abandono
Las organizaciones internacionales como la ONU y Amnistía Internacional habían denunciado continuamente el cerco impuesto por Assad y las deportaciones ilegales de Jordanía. Según cifras previas a la caída del régimen, unos 8.000 habitantes permanecían atrapados en condiciones infrahumanas.
El regreso de las familias solo fue posible tras la caída del gobierno de Assad, evento que desató un éxodo inmediato del campo. Sin embargo, muchas familias, incluyendo la de Yasmin, no pudieron pagar el costo del transporte de regreso.
Fue gracias a la ONG Islamic Relief USA que más de 560 personas fueron trasladadas, junto con sus escasos bienes, en buses y camiones a sus lugares de origen en Siria.
El regreso no es libertad absoluta
Para Bakir al-Najim, otro retornado a al-Qaryatayn, el regreso también está lleno de paradojas: "Después de 10 años de desplazamiento, estamos en casa para celebrar Eid al-Adha... pero no tenemos comida ni bebida para agasajar a nuestros invitados".
Viviendas derrumbadas, escuelas destruidas, hospitales inexistentes y una pobreza generalizada esperan a los que regresan. La falta de empleo y los daños estructurales masivos hacen que este “regreso a casa” sea más complejo que una mudanza: se trata de reconstruir completamente una vida.
Y en medio de esto, las agencias internacionales enfrentan enormes recortes de financiación, especialmente tras las medidas de la administración de Donald Trump que redujeron significativamente la ayuda exterior. Ahmed Shehata, director ejecutivo de Islamic Relief USA, indicó que están en conversaciones con el UNHCR para destinar fondos a estas poblaciones que intentan rehacer su vida.
Rukban: el símbolo de una tragedia siria
Para muchos analistas y observadores internacionales, el campamento de Rukban se convirtió en un microcosmos del fracaso internacional para proteger a los civiles sirios.
- Más de 70.000 personas llegaron a vivir en Rukban en su punto más alto.
- En 2021, solo quedaban 8.000, atrapados entre el miedo a regresar y el infierno del presente.
- La ONU solo logró acceder al campamento en contadas ocasiones.
Las iniciativas privadas y la ayuda desde frentes militares fueron, en muchos casos, las únicas que lograron aliviar algo la crisis. No obstante, el trauma colectivo, las pérdidas humanas y la destrucción de infraestructura son incalculables.
¿Y ahora qué?
El regreso de las familias a al-Qaryatayn y otras zonas no puede verse como un final feliz, sino como el comienzo de un nuevo capítulo lleno de desafíos. El trauma psicológico, la falta de servicios básicos, la inseguridad económica y la incertidumbre política son barreras que apenas comienzan a enfrentarse.
Pese a todo, para Yasmin y tantos otros, regresar a casa significa recobrar parte de su dignidad: "Rukban fue un campo de la muerte", repite. “Por muchas dificultades que tengamos aquí, al menos aquí volvimos a vivir.”
¿Es esto suficiente? No. Pero es el primer paso hacia la restauración de la humanidad en un país que ha visto demasiado sufrimiento.